Capítulo XXXI

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El sueño que había deseado ella de si quiera tocar sus labios nuevamente, se hacía realidad. Ella lo idolatraba, lo amaba más que a nada. Pero no imaginaba que tan grande era el amor que sentía Vegeta por ella. Era perenne, él la amaba y aun así sentía que era escaso para lo que ella merecía. Enamorarse de una fan era casi imposible, nunca lo consideró porque amar a una, era como engañar a las demás; pero simplemente nació ese sentimiento al escuchar su voz, se instauró en lo más profundo de sí mismo y no se la pudo arrancar del alma. Mas sin embargo; habían personas que rechazaban su amor y no conciliaban la idea de que ellos fueran felices.

El sonido de los besos que se daban en aquella habitación de la clínica donde la peliazul se recuperaba del todo, se escuchaban, se sentían como a flor de piel. Ambos se estremecían y se deseaban con el alma. Las caricias que se daban eran tan minuciosas que crispaban a cualquiera que estuviera presente en ese momento. Pero fue efímero y no duró para siempre.

En otra instancia, Barry iba en camino para la clínica junto con un abogado y una mujer. Lo que le esperaba a Vegeta era tan solo la punta del iceberg. Barry sabía cómo manipularlo y manejarlo a su antojo, y ahora que estaba de vuelta, después de haberse ido de Los Ángeles tras la peliazul, no le dejaría pasar por alto esa insolencia.

Por fin, el representante de cabellos rubios dio con la ubicación del peliflama y llamó a la puerta de aquella habitación.

—Vegeta, están tocando —mencionó la peliazul intentando recobrar el aliento.

—Si... lo siento. Tenemos que hablar seriamente tú y yo. —acarició la mejilla de su amada para luego alejarse a abrir la puerta.

Se sintió extraño al ver a Barry en ese momento. No esperaba que llegara ahí y menos acompañado.

—Hola, Vegeta. Al fin te encuentro —comunicó el pelirrubio con una sonrisa colmada de ironía.

—¿Qué haces aquí? —preguntó el peliflama con el ceño fruncido.

—¿Puedo entrar? Permiso, necesito comunicarte algo importante. —emitió Barry ingresando sin siquiera respetar que Bulma se encontraba ahí.

—Barry, no es momento para hablar. No me encuentro aquí por trabajo. Bien sabes que Sun Dragon está actualmente produciendo...

—Shh... Lamento informarte que tienes una demanda en tu contra. ¿Recuerdas a Rebecca? Creo que fue una de tus... tantas novias, pienso yo.

—¿Qué? —no comprendía que intentaba decir Barry.

—Sí, ella te está acusando de haber abusado de ella aquella noche en la que fuiste a buscarla. ¿Lo recuerdas? Estabas drogado, Vegeta.

—Yo... yo, no comprendo de lo que hablas. —emitió el peliflama.

Bulma observaba aquella conversación y un escalofrío recorría todo su cuerpo. Ella no creía a Vegeta capaz de hacer tal cosa. Él era su admiración.

—Rebecca, pasa adelante. —le invitó Barry.

La mujer de tez blanca y cabello negro, entró por esa puerta con lágrimas en sus ojos.

—¿Rebecca? —musitó Vegeta.

Aquella chica se aproximó a él y lo miró con tal desprecio que no dudó en soltarle una bofetada. Bulma cubrió su boca por aquél acto tan inaudito.

—Al fin te encuentro para que pagues por lo que me has hecho, infeliz. Fuiste tan brutal conmigo, yo simplemente era tu novia y no merecía aquello. Me repugnas, Vegeta Ouji.

—Rebecca, espera, yo...

Otra bofetada fue proporcionada por esa mujer indolente.

—Ni siquiera pronuncies mi nombre, imbécil. Te juro que pagaras por lo que me has hecho ¡Yo no merecía que destruyeras mi vida! —exclamó aquella mujer.

Enamorada de mi Crush [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora