Capítulo XXIII

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Era poca la luz que iluminaba la habitación, pero ahí esta él sobre ella a horcajadas en la cama. Su mirada inquisidora que tanto le hacía divagar los pensamientos a la peliazul la hacían sonrojar con evidencia. Su sonrisa ladina emanaba complicidad y cinismo. Ella parpadeó un par de veces para pronto mediar palabras.

-¿Vegeta? Pe... pero ¿qué sucede contigo? -preguntó sonrojada la peliazul.

-Te necesito, mujer. -manifestó ávido mientras se quitaba su camisa y la arrojaba fuera de la cama. Y con apetencia se abalanzó sobre la jóven y le proporcionó un beso eufórico y efervescente.

La chica hundió sus dedos en el negro cabello del peliflama, entregándose con efusividad al anhelante deseo que aportaban los labios de su amor. Se aferraba a él como si fuera la última vez que estuviera en sus brazos. El jadeante sonido de ambas respiraciones se colaba por la habitación, transformándola en un ambiente mas fogoso. Bulma gemía junto a los labios de Vegeta, quien se apresuraba por arrancarle la pijama que llevaba puesta en ese momento. Las manos del jóven se introdujeron bajo la blusa de tirantes para poder acariciar con mas cercanía el cuerpo de ella. Fue subiendo despacio a la vez que dejaba rastros de los besos en su abdomen. Llegó a la posición más anhelada; los pronunciados pechos de ella. Dulcemente los acariciaba y con premura llevó uno de ellos a su boca, provocándole arqueadas a la peliazul extasiada.

Bulma enaltecida por las sensaciones que aportaba aquel gesto de amor del chico, no hacía más que rendirse ante sus atrevidas pesquisas. Ni ella misma reconocía el lenguaje de su cuerpo. Junto a Vegeta empezaba a instruirse en lo que cada centímetro de su piel era capaz de manifestar con cada una de sus caricias.

Ambos, se despojaron de la incómoda ropa. El peliflama rompió toda distancia que había entre ellos. Sus besos vagaban por la piel blanca de la azulada, dejando rojizas marcas y evidencias provocadas por los leves mordiscos que él le daba. Bulma lo tomó por el rostro para que la mirara a los ojos. -¿A qué juegas, Vegeta? -preguntó ella jadeante y con las mejillas sonrojadas.

-Jamás jugaría contigo, preciosa. -respondió él robándole un beso de los labios.

-Pues, no parece... -lo detuvo de nuevo. -Tu bipolaridad no me deja comprender. No me hablaste en toda la tarde. Primero, quedamos en vernos en mi habitación, y nunca llegaste. Y durante el traslado al canal tampoco me tomaste en cuenta, y mucho menos cuando estuvimos ahí. ¿Qué rayos pasa contigo?

Vegeta tomo aire y se incorporó en sus codos para mirar a Bulma. -Preciosa, no quiero estar sin ti. Tu eres muy importante para mí, compréndelo. Muero por ti, no te imaginas, sé que no lo demuestro, pero me enloqueces, Bulma. Tú y tu prodigiosa cualidad de alterar mis sentidos me hace dependiente de ti. De tu personalidad, de tus gestos, de tu hablar, de esa maravillosa sonrisa. En especial de tus ojos que son tan...

Bulma lo atrajo hacia ella con vehemencia callando aquellas palabras que le provocaban estallidos en su vientre. El chico correspondió a sus besos susurrando palabras que casi no podía comprender, hasta que de pronto un "me has enamorado" se oyó claramente. La chica no se lo esperaba, él le estaba confesando entre besos que se estaba enamorado de ella. Era como un sueño vuelto realidad. Él continuaba correspondiendo a su amor, se lo demostraba en cada caricia y gesto. Una nube de calor producida por sus calurosos cuerpos volvió a condensar la habitación. El jóven peliflama bajó hasta el vientre de Bulma, a la vez que la miraba de soslayo para no perderse la reacción de su mirada que tanto le excitaba. Ella mordisqueaba sus labios mirando aquello que estaba a punto de comenzar. Vegeta se hundió intensamente en su pelvis, mordisqueando sobre las braguitas de color turquesa. La peliazul, quien estaba apoyada de sus brazos a la expectativa de la gratificante sensación, no dejaba de arquearse y gemir para retomar su observación. Aquello la iba consumiendo lentamente, ejercía movimientos de caderas al compas del contacto con Vegeta. El chico se arrodilló para quitarle al fin aquella prenda que le prohibía realizar su mas anhelada y apetecible misión.

Enamorada de mi Crush [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora