1. Me llamo Natalia, señora

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POV ALBA







- Acabo de llegar al hotel mi amor. - dijo dejando escapar un suspiro de cansancio justo al terminar la frase. - La reunión con los bastardos de los franceses me tiene completamente desquiciado.

Al otro lado de la línea podía notar como Gonzalo maldecía internamente su mala suerte porque aquella reunión se hubiera visto adelantada. Por varios motivos.

Odiaba dejarme sola en casa aunque lo tuviera que hacer la mayoría del tiempo debido a su trabajo. Era un celoso de manual, pero lo cierto es que solo lo demostraba en contadas ocasiones. Al principio, fruto de mi enamoramiento desmesurado hacia aquel joven que empezaba a amasar una fortuna gracias a sus franquicias, no le dí mayor importancia. Es más, lo veía hasta normal. Me encantaba sentirme amada de esa manera por mi marido.

Con el paso de los años, me dí cuenta de que esos celos no eran otra cosa que su patética forma de demostrar su poder al mundo. Se regodeaba con su círculo de ricachones sobre cómo había conquistado a una fiscal de la Audiencia Nacional y lo mucho que se enorgullecía de como teniendo a la defensora de la justicia en casa, no le habían conseguido echar el guante aún.

Ingeniería fiscal lo llaman ahora.

Lo cierto es que no estaba a disgusto con él. Vivíamos de lujo y era feliz con mi trabajo. Lo demás era coser y cantar.

- Bueno cariñito, piensa en todo el tiempo que has invertido en este proyecto... - intentaba animarle pero llevaba toda la razón. Granch Inc. era la mayor basura que podías imaginar así que no me extrañaba su animadversión por esa panda de explotadores. - Unos días más y de vuelta a casa con tu mujercita.

Gonzalo murmuró un indicio de risa al otro lado.

Era gracioso, porque se pensaba que él era el que llevaba las riendas de la relación. El macho alfa que presume de hembra. El pobrecito no era más que una palomilla asustada comiendo de mi mano y creo que en el fondo, le encantaba. Es más, creo que hasta le ponía.

- Por cierto cariño, ¿Hay alguna novedad del tema jardín?

Un bufido al otro lado del teléfono fue lo único que obtuve en respuesta.

En lo que iba de año, habíamos tenido ya cuatro jardineros y era un temita que ya me estaba empezando a hartar. Yo entiendo que no sea tarea fácil mantener y cuidar de casi mil metros cuadrados pero joder, el salario bien lo compensaba. Ninguno era capaz de hacer lo que le mandábamos en condiciones.

Además, a eso había que sumarle la paranoia que le entraba a Gonzalo cada vez que alguno de ellos me miraba más de lo normal. Siempre acababa despidiéndolos argumentando que eran unos inútiles y que no valían para nada.

¿Cómo iban a hacer nada si ninguno duraba más de un mes?

- Esta mañana me han llamado de una agencia nueva en Pozuelo. Por lo visto están especializados en terrenos del tamaño del nuestro así que igual esta vez encontramos de una vez un jardinero que merezca la pena.

- ¿Y cuándo podría venir? - pregunté bastante interesada. - Los setos están empezando a tomar vida propia y ni de lejos me vas a ver a mí con unas tijeras de podar...

Un Jardin - AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora