7. Empiezas por un ramo y acabas con un fartón

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Día 30 en Villa Reche







POV NATALIA






Hoy se cumplía un mes oficialmente desde que empecé a trabajar en la casa, y si bien es cierto que los principios fueron un poco bastante convalecientes, he de decir que a día de hoy estaba mazo contenta con el curro.

El horario me permitía cuidar de mi nana por las mañanas y eso para mí lo era todo. Por fin tenía una rutina medio normal.

Con respecto a mi relación con los señores...Bueno, la cosa se podía decir que marchaba más o menos bien.

Seguía teniendo mis rocecitos con la señora Reche, pero parecía que me había dado un poco de tregua. Suponía que la semana y media que había pasado fuera de vacaciones había influido.

Por supuesto que de esto me enteré gracias a Marta, porque de su boca seguía sin salir una palabra de cercanía hacia mi pobre persona.

Que por cierto, menuda me lió la mujer hacía un par de semanas cuando me preguntó a bocajarro por mi novia. Flipé en prismacolor, porque yo no le había contado nada de ese tema a nadie de allí, pero después de apretarle un poquito las tuercas, soltó toda la sopa.

Resulta que la señora Reche me vió con Paula el día que vino a recogerme, y la tía con todo su papo se lo había contado a Marta. No es que me importara en absoluto que supieran que me gustaban las chicas, pero no sé, habla conmigo primero ¿no?

Eso es de primero de tacto.

Aunque cuando lo pensé en frío, me sorprendió darme cuenta de que aquello no supusiera un problema para ellos. Y es que estos temas son a veces delicaditos, sobre todo para mentes tan cerradas como las de la gente de su clase.

El caso es que el resumen que puedo hacer de mi primer mes en Villa Reche es de luces y sombras. Más luces, para ser honestos, porque a mí como me tratara la señora me la traía al pairo. Yo iba, echaba mis horas, cuidaba el jardincito, y me iba para casa.

En ese sentido, le había tomado la palabra a la rubia, y había decidido que si ella no quería relaciones personales, pues nada, quien era yo para llevarle la contraria.

Pero esa tarde pasó algo que no hubiera imaginado ni en mil vidas. Y es que por muchas barreras que te quieras poner, todos somos humanos.



- Esa Martukis como mola se merece una coca-cola. - entré a la cocina sorprendiendo a la mujer con mi baile friki.

La pobre casi tira el jarrón que llevaba en la mano del susto.

- Ay Natalia, vaya payasa estás hecha. - se quejó dándome un manotazo para que parara de darle por saco. - precisamente te iba a buscar ahora, que necesito que me cortes unas florecicas para el centro de mesa.

- Pa' ti Marta, lo que pidas por esa boquita.

- Pues por ahora eso solo. - contestó dándose la vuelta. - Y tira para allá que tienes más peligro tu que una bombona en el infierno.

Dibujé una sonrisa de pilla y con el brazo, la abracé por la cintura, haciendo que se pegara a mí.

- Venga Marta enséñame tus movimientos de cadera de cuando eras joven para poder conquistar a las damiselas en apuros. - la guiaba con pasos de vals mezclado con pasodoble improvisado.

- Estás majareta. Verás tú como entre Alba. - soltó indignada. Pero no dejaba de bailar al son de mi tarareo.

- Que no pasa nada mujer. Si ya la tengo en el bote. - guiñé.

Un Jardin - AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora