6. El seat ibiza y las apariencias

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Día 9 en Villa Reche








POV NATALIA






Joder, joder, joder. Me cago en to' lo cagable.

Disculpe caballero, ¿Sabe si vamos a estar mucho tiempo aquí parados?

- Pues no sé. - contestó el conductor encogiéndose de hombros. - Parece que hay liada una buena ahí más adelante, así que un rato por lo menos sí que vamos a estar esperando.

Si es que ya sabía yo que un día me la iba a liar el bus este del demonio. Qué manera tan épica de celebrar que por fin era la jardinera oficial. Llegando tarde justo al día siguiente.

Con los ovarios por delante, dí que sí Natalia.

Me estaba entrando tal nivel de acojone nada más que de imaginar la cara que iba a poner la señora Reche, que intuitivamente me abracé a mí misma del escalofrío que me entró.

Me volví a mi asiento cabizbaja y valoré la idea de llamar a la casa, pero es que era tan jodidamente subnormal que no tenía ni grabado el teléfono de ninguno de los señores. ¿Como podía ser tan desgraciada?

Me van a despedir...es que ni un día y me van a mandar a la puta calle. Así, sin anestesia ni nada.

No podía parar de mover la pierna arriba y abajo y rezaba a todos los dioses que existían porque los bomberos movieran aquel coche estampado en el seto de la mediana y el bus echara a andar.

Por lo menos parecía que no había heridos de gravedad. Mira, no todos somos tan desgraciaditos. Algunos hasta tienen suerte en la vida.

Tras casi veinte minutos de espera, al fin nos movimos. Llegué a Villa Reche con casi media hora de retraso y un pulmón menos.

Tienes que dejar de fumar, Natalia. Ni el cigarrito de después, pensé.

Búa, estaba cascadísima.

Nada más entrar, me sorprendió no ver a nadie allí para echarme la bronca, así que quizás, solo quizás, los astros se habían alineado en mi favor y me había librado de ser pillada.

ERROR.

Cuando estaba girando la esquina de la casa para entrar al cobertizo, allí estaba el origen de mis pesadillas.

Esperándome como una pantera acechando a su presa.

Con los brazos cruzados sobre el pecho y desafiándome con la mirada.

Tragué la poca saliva que me quedaba en la boca y me acerqué a ella dando pasitos minúsculos, como si eso hiciera que pudiese retrasar aquella agonía.

- ¿Dónde estabas, si se puede saber? - no esperaba un hola maja, cómo te va la vida, pero por lo menos un...Bah, no sé ni de que me sorprendo ya. - Llevo esperándote más de media hora.

- Es que...señora Reche, es que ha habido un accidente en la carretera y hemos estado parad...

- Como si cae un ovni en mitad de la M-40, me importa un bledo, jardinera. - me cortó con desprecio alzando la mano y poniéndomela delante de la cara. - Tienes tanto mi teléfono, como el del señor Suárez. ¿Es que acaso el sueldo no te da para comprarte un móvil o qué?

- Yo... - tenía las palabras atragantadas en la garganta. No sabía ni qué decirle.

- Esta es la primera y última vez que te permito llegar tarde. - añadió pasando por mi lado y parándose a mi altura girando la cabeza hacia mi posición. - No me hagas arrepentirme de haberte dado una oportunidad.

Un Jardin - AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora