3. Ni te me acerques con ese peto

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Dia 1 en Villa Reche








POV NATALIA








La música sonaba a todo volumen a través de los auriculares de tres euros que había comprado en los chinos tan solo unos días atrás. Un compañero del curro me destrozó mis tan amados JBL que llevaban conmigo años y que habían puesto la banda sonora a tantos momentos de mi vida. El pobre la lió cuando estábamos descargando los materiales de la furgo y no tuvo mejor idea que dejar caer un saco de quince kilos de abono encima de mis bebés.

Me dolió como un disparo al corazón pero tampoco fue su culpa del todo. Son cosas que pueden pasarle a cualquiera, qué le íbamos a hacer.

Lo peor era que no podía permitirme en esos momentos el lujo de comprarme algo tan caro, así que ahí me encontraba, mirando a través del espejo de mi nueva ruta de bus, la linea 562, empapándome de la voz de un Ry X que sonaba a lata.

Tenía casi una hora de trayecto desde mi casa a La Finca, la urbanización donde estaba Villa Reche, como así la había bautizado. Bueno, si sois de Madrid o alrededores sabréis perfectamente cómo se las gastan los que viven por ahí. Yo la verdad es que era la primera vez que iba por esos lares y eso que trabajamos en la zona de Pozuelo, pero jamás había tenido la oportunidad de visitar y mucho menos cuidar un terreno de tales dimensiones.

Cuando el día anterior quedé con la señora Reche en volver a la misma hora, esta vez a mi hora, se me olvidó comentarle que en realidad mi trabajo comenzaba el lunes de la siguiente semana. Más que nada, porque tenía que ir con la furgoneta del trabajo y descargar bastantes materiales que iba a necesitar y ese día no la había podido coger. Cosas de tener solo dos furgos para diez jardineros. Cuando me quise dar cuenta, le había confirmado mi visita y sinceramente, prefería ir con mi mochilita, unas mini tijeras de podar y el rastrillo, que llamarla y tener que aguantar una de sus impertinencias.

A quién quería mentir. Me daba mucha rabia tener que ir un viernes por la tarde de gratis a verle la cara de malfollada pero es lo que había. Aquí una servidora es una tontaca de manual.

Cuando llegué a la parada, aún tenía que caminar como ochocientos metros, y daba gracias al señor yisuscraist porque por lo menos aquella mujer del demonio se hubiera apiadado de mí y no me hiciera ir a las cuatro de la tarde. Aunque con estos señorones nunca se sabía. Quizás esa podía ser su nueva forma de tortura para el futuro.

Llegué a la puerta y lo primero que hice fue hacerme una coleta alta para recogerme los cuatro pelos que me habían declarado la guerra aquella tarde.

Fresquita mucho mejor, donde va a parar.

Me remangué un poquito los bajos del peto vaquero y me desabroché uno de los botones para que me pasara un poco de airecillo. Si hubiera pasado por allí un ojeador de esos de tendencias, fijo que se hubiera fijado en mi estilazo. Que a ver, una es humilde, pero tiene su flow.

Me enganché de nuevo la mochila y llamé al telefonillo, que más que un telefonillo parecía el aparato de seguridad que custodiaba la Gioconda. No escuché ni una voz, tan solo el sonido de apertura de la puerta principal. Bueno, por lo menos me había reconocido y no había activado la Securitas Direct.

Caminé los metros que separaban la entrada de la puerta de la casa y joder, es que seguia flipando con la dimensión de esa mansión. ¿Quién coño necesita tanto para vivir? No lo entendía.

- Buenas tardes, jardinera. - ¿en serio? no me podía creer que me volviera a llamar así. ¿Quien coño llama a alguien jardinera? Con el cabreo que me invadió nada más escuchar aquellas palabras ignoré que la señora había tenido la "amabilidad" de salir a recibirme a la puerta.

Un Jardin - AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora