20. Un martillo pilón directo al corazón

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POV NATALIA






- Aguanta... - la tenía en mis brazos con la carita hinchada y más roja que un tomate maduro, y he de admitir que estaba más cagada que ocho cagadas. Ella me miraba desde abajo con los ojicos medio cerrados e intentando respirar todo lo pausadamente que podía, pero el verla así tan vulnerable me había tocado la fibra. - Ya casi llega la ambulancia Albiti.

Menudo cuadro de mañana, colega.

Mi nana por fin se había sentado en una silla a nuestro lado pero no paraba de mover la pierna arriba y abajo de lo nerviosa que estaba.

- ¿Llamo otra vez para ver cuanto le queda? - preguntó ansiosa. - Mira que ya sabes como soy yo para las tecnologías...¿y si no he marcado bien o algo mi niña?

- Ya viene en camino nanita, no te preocupes. - ella suspiró. La pobre estaba agobiadísima, pero no era su culpa. ¿Quién coño no avisa de una alergia alimentaria?

Tan lista pa' unas cosas y más tonta que un zapato para otras.

Los orgasmos le habrán nublado el raciocinio, Lacunzis.

El telefonillo sonó de repente haciendo que mi nana pegara un salto y se lanzara a descolgar. En verdad, la ambulancia no tardó más de cinco minutos en llegar, cosa que estaba segura que era gracias a Paula.

Oí los pasos a lo lejos aproximarse a través del pasillo y al fin ví la figura de mi amiga entrando a la cocina junto a otro técnico.

- Ey Nat, ¿qué ha pasado? - preguntó mientras se agachaba a nuestra altura. Yo señalé con la cabeza en la dirección de Alba, que seguía sentada en el suelo apoyada en mi regazo, respirando a duras penas y rascándose todo. - ¿Reacción alérgica? - asentí por ella.

Paula se acercó con cuidado, mirándome de reojo con una sonrisa de medio lado. La pobre estaría flipando con aquella situación tan surrealista. Además, no había que ser un lince para darse cuenta de que babeaba por la señora. Tú a tu jefa no la agarras de esa manera.

- Ya hablaremos tú y yo de esto, Natinat. - susurró solo para mí guiñándome el ojo antes de abrir su maletín y comenzar a sacar cosas. Yo tan solo agaché la cabeza muerta de la vergüenza, porque no había tenido ocasión de ponerla al día con mi no-relación con la señora Reche.

Normal que esté alucinando con la estampa. 

Una medio muerta allí tirada, la nana dando vueltas como una loca y yo con la cara más blanca que la pared.

Después de ponerle una inyección en el sitio, la cara pareció mejorarle notablemente, cosa que hizo que los músculos se me relajaran un poquito por lo menos. 

No quería volver a verle la carita de sufrimiento jamás en la vida.

- Eh eh eh, ¿dónde te crees que vas tú? - Pau la empujó hacia abajo cuando se intentó reincorporar.

- A mi casa...ya me encuentro mucho mejor, señorita. - respondió con la voz áspera.

No sabía si esa voz me ponía a mil o me daban ganas de darle un tanque de agua con gengibre. 

- Tú has visto muchas pelis, rubia. - dijo mofándose y dejándola con la palabra en la boca. Qué agallas tenía la desgraciada. Se levantó con el maletín en la mano dirigiéndose a su compañero. - Ricardo porfa, acompáñalas a la ambulancia, que nos vamos. Tú también vienes, ¿no?

Un Jardin - AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora