18. Adrenalina

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POV ALBA









- Ho...Hola Natalia.

Las piernas casi me temblaban y no recordaba haber estado tan nerviosa desde que tuve que defenderme ante el tribunal el día que aprobé la fiscalía. 

- Señora... - respondió en un susurro con medio cuerpo apoyado sobre la puerta. Su expresión era de asombro, pero sus ojos reflejaban una calma que no esperaba. - ¿Qué hace aquí?

Tenía el rostro un tanto ojeroso y se podía medio intuir que no había dormido muy bien. Aún así, su belleza natural destacaba por encima de su estado de agotamiento.

- Yo...no sé muy bien aún por qué he venido. - confesé mirando hacia los lados buscando una vía de escape a su mirada observadora. - ¿Te pillo en un mal momento?

Ella miró hacia a sus espaldas, dando un minúsculo paso hacia atrás, pero tan solo negó con la cabeza sin decir nada.

- Señora Reche...

- Alba. - corté nerviosa. - Fuera de la casa puedes tutearme. No estamos en horarios de trabajo y...eso.

¿Por qué estás taquicárdica perdida? Es solo ella.

Ese es el problema, que es ella y no te enteras, melona.

- Ehh...Alba, sí. - respondió haciendo una mueca de asombro. - Perdóname, pero es que estoy un poco perdida aún...no entiendo muy bien a qué ha...has venido.

Bufé frustrada antes de tomar una bocanada de aire. En mi cabeza aquello era más fácil.

- Quería disculparme por lo que pasó ayer en casa. - bien, es un buen comienzo. - Yo, no sé por qué actué así contigo. Bueno, sí lo sé, pero eso no es motivo para haberlo hecho.

Ella abrió los ojos excesivamente y se quedó pensativa unos segundos, suficientes para aumentar aún más mi inquietud.

No quiero perder lo que tenemos, estúpida. ¿No te das cuenta?

- Yo...no sé qué decir. No me esperaba esto, la verdad. - se acercó un poco más hacia donde yo permanecía estática y solo con ese movimiento, pensé que me iba a marear. Su aroma innato empezaba a hacer acto de presencia y el efecto que siempre tenía en mí era algo que escapaba a mi raciocinio.

- Dí que aceptas las disculpas y que todo seguirá igual que antes. - me aproximé un poquito más a ella, atraida por su aura de seducción y permitiéndome acercar mi mano hasta casi rozar la suya, que permanecía pegada a su cuerpo hasta ese instante.

Qué vértigo así de repente. Y qué cosquillas más inoportunas.

- ¿Natalia? 

Ays, casi.

Una voz a lo lejos nos hizo separarnos cuando nuestras pieles estaban ya cerca de acariciarse. Ella volvió a girar la cabeza a un lado y soltó un suspiro de desilusión.

- ¿Natalia mi niña, quién es? - así que era la abuela. La señora apareció asomando la cabeza por el final del pasillo y en cuanto pareció divisar algo que le llamó la atención, echó prácticamente a correr en nuestra dirección. La jardinera se separó poniendo un poco más de distancia entre las dos, y tengo que reconocer que esa separación me molestó.

- Es Alba, mi jefa...¿Te acuerdas de ella, nana? - la señora aceleraba el paso con una sonrisa casi tan grande como su cara.

- Ay Alba...¿Como no me voy a acordar de ella? - dijo ya una vez llegó a nuestra altura e intentando calmar la respiración. La carrera parecía haberle puesto el corazón a mil a la pobre mujer. - Si con esa carita que tiene, difícil es olvidarse de ella. ¿Eh? ¿Eh? - dijo dándole con el codo a Natalia y alzando una ceja.

Un Jardin - AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora