16. Todas las rosas vienen con espinas

13.4K 724 350
                                    





Día 60 en Villa Reche





POV ALBA





Adoraba los días en los que no tenía que madrugar intempestivamente y podía atrasar un poco la alarma. No es que estuviera en mis planes salir de la cama a las doce de la mañana, porque siendo un día entre semana, tenía que seguir yendo a trabajar, pero con la llegada de los meses más frescos a la capital, aprovechaba esas jornadas más tranquilas para desayunar en el jardín.

Ese jardín que se estaba convirtiendo en mi remanso de paz particular.

- Buenos días Marta. - saludé con una sonrisa. Adoraba el olor a café recién hecho inundando cada estancia de la casa.

- Buenos días corazón. - contestó sacando de la nevera el cartón de leche de almendras. - ¿Vas a querer desayunar en el jardín otra vez?

Asentí mirando hacia fuera y comprobando que el día había amanecido soleado.

Marta tenía ya casi todo preparado pero parecía no dar abasto con todas las cosas, y es que mi marido se había apuntado en los últimos días a mi nuevo ritual de desayuno.

- Trae, que te ayudo. - coloqué las tostadas y me dirigí hacia fuera, donde ya estaba Gonzalo haciendo sus estiramientos matinales.

- ¿Quieres que te saque unos fartons también? - sugirió en un tono extrañamente amable para ser tan temprano.

- Ehh no. - contesté con la bandeja en la mano. - Ya sabes que no me tiran mucho del todo.

Ella asintió por lo bajo y susurró algo entre dientes que no atiné a descifrar.

- Mejor déjalos ahí, ya habrá alguien que se los coma. - sugerí ya casi saliendo por la puerta que daba al jardín.

Ella volvió a murmurar algo inteligible.

- ¿Has dicho algo? - pregunté dándome la vuelta ya con la mosca detrás de la oreja.

- No, no. ¿Yo? Nada. Dios me libre. - respondió secándose las manos con el mandil. - Ahí se quedan quietecitos. Para quien los quiera, que digo yo alguien será.

Que extraña está esta mujer hoy.

Al salir, la brisa del rocío me golpeó, insuflándome a través del aire la energía tan propia del amanecer.

Qué bien se está cuando se está bien.

Gonzalo se acercó a la mesa, dejando un beso en mi mejilla y dejándose caer como un saco de patatas en el sillón. Ni que hubiera corrido una maratón. Definitivamente tantos chuletones de Wagyu le estaban pasando factura.

- ¿Y esa sonrisa ya de tan buena mañana? Estás muy guapa. - preguntó mientras se echaba el café en la taza.

- La misma de siempre. - dije encogiéndome de hombros a la vez que untaba la mantequilla en la tostada.

Él negó con la cabeza. - Yo te veo diferente últimamente. Pero para mejor ¿eh? Si cuando pasó lo de los Granch te notaba rara, ahora te miro y entiendo que por lo menos aquella revolución hormonal ha pasado y estás ya más calmada.

Será media neurona. ¿Qué pasa que si un día nos levantamos con ganas de pegar puñetazos es porque estamos con la regla o qué? Si los Granch son unos desgraciados se dice y no pasa nada. Dejemos fuera a las hormonas que nada tienen que ver aquí.

Un Jardin - AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora