Capítulo 3.
La alarma sonó a las seis de la mañana. Un malhumorado Malcom la apagó con brusquedad, quitó las sábanas que lo cubrían y salió de la cama. Encendió la regadera cuando llegó al baño, mientras salía el agua caliente, buscó su ropa. Al salir del baño, se peinó de la manera más horrible, con el cabello lleno de gel, tirado hacia atrás.
Al llegar a la cocina, un aroma a café le inundó la nariz, los huevos estaban en el sartén, las tostadas ya habían salido a la superficie de la tostadora, anunciando que ya estaban más que listas.
- Buenos días señor Holt –sonrió Marie.
- Buenos días Marie, el café huele delicioso –dijo mirando otra cosa que no era la cafetera.
Marie, veinticinco años, traje de mucama demasiado ajustado resaltando sus atributos. Llegada de España hace dos años para estudiar, Malcom le ofreció trabajo y ella sin tener hogar lo acepto. Nunca paso nada entre ellos, pero los instintos masculinos de un hombre soltero siempre sobrepasaban a Malcom.
Aquella muchacha, sin embargo, tenia novio, un compañero de la universidad, ella se encargaba de prepararles todas las mañanas el desayuno a Malcom y le mantenía la ropa limpia, todos los demás quécheres de la casa, los hacia su madre cuando ella tenía que ir a la universidad. Este era su último año y estaba emocionada con poder encontrar un trabajo mejor cuando termine sus estudios.
- Mañana puedes tener la mañana libre, saldré más temprano –mencionó Malcom cuando Marie le sirvió el desayuno.
- Muchas gracias señor –asintió con la cabeza mientras se alejaba de la cocina.
- ¿Puedes traerme mi teléfono? Lo olvidé en mi habitación –grito.
Al cabo de unos minutos, Marie llegó con el teléfono, se lo entregó y volvió a salir de la cocina.
Malcom revisó su agenda, tenía muchas reuniones de negocios, al tomar su teléfono tenía un mensaje de Gabriela, su asistente. Los ignoró y siguió con lo suyo, ya que siempre eran mensajes recordándole los horarios de sus juntas, como si él fuera un completo idiota y no pudiera recordar algo tan importante como el horario de una junta.
- Buenos días señor –dijo la madre de Marie al llegar.
- Buenos días Carmen.
- Tengo buenas noticias –se notaba como tenía los cachetes rojos de tanto sonreír.
- ¿Lo conseguiste?
- Si, podemos pasar a recogerlo en estos días, les dije que el viernes a primera hora estaría allí.
- Perfecto, entonces un problema menos del cual preocuparse –dijo levantándose.
- ¿Se lo dará personalmente usted? –se apresuró a hablar antes de que el salga de la cocina.
- No creo que quiera verme. Cuando lo tengas, déjalo en su departamento y déjaselo al que siempre trabaja ahí, ese que te mira con picardía cada vez que vas –mencionó mientras se iba.
Carmen sintió como sus cachetes ahora ardían porque estaban muchos más ruborizados que de costumbre, levantó las cosas del desayuno y siguió haciendo su trabajo.
Malcom volvió por sus cosas a la habitación y, al salir, pudo ver como Marie bajaba las escaleras con unas calzas muy ajustadas y con una blusa demasiado corta, la siguió con la mirada hasta que desapareció. Se adentró al garaje y echó a andar su auto. Recorrió las calles con tranquilidad, ya que todo el mundo estaba despertando y el tráfico empezaba a empeorar.
Tardó poco más de veinte minutos en llegar a la oficina. Un edificio de unos quince pisos estaban delante de él, con un cartel gigante que decía: Industrias Holt, un nombre muy cliché para una industria como esta.
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Sunflower
RomanceTodas las historias suelen tener un final feliz, averigüemos si este es el mio.