Miedos.

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Capitulo 13.


- Mamá... Tienes que escucharme, por favor...

Amanda no paraba de llorar desde que Michael le había contado lo que había pasado, hasta lo que Shane le había hecho hacer. Amanda no podía entender como había estado tanto tiempo con una persona así, pero ella estaba más dolida porque había involucrado a su hijo en todo esto y por toda la información que había recibido en las últimas horas, sabía que, si algo malo pasaba, los cargos se los llevaría Michael y Shane seguiría haciendo de las suyas siempre.

- Lo siento, ya no llores -siguió hablando, quiso acercarse, pero ella se alejó.

- Tienes que solucionar todo esto hijo, está mal.

- Lo se mamá -dijo sentándose en su cama- Tengo que ayudarla a salir de ese lugar... Pero no sé cómo, no quiero poner en peligro la vida de Emma.

Las lágrimas de Amanda volvían a salir con fuerza, quería hacer algo para salvar a Olivia, pero no podía poner en riesgo a su hija. Shane tenía todo el control en eso, el único que podía decidir si Emma vivía o no, era él. La situación era complicada, Amanda sabía que debía acabar con lo que estaba sucediendo, pero no sabía que era lo que debía hacer o en que podía ser de utilidad, su hijo no le estaba brindando soluciones y era imposible hacer un plan sin estrategias.

- Mamá, ya deja de llorar... Estoy pensando en como arreglar todo esto.

- Está bien –dijo secándose las lágrimas, con los puños del suéter –Tu padre... Él no estaría de acuerdo con esto –dijo mirando el interior de la cabaña.

- Lo sé, él era mejor persona de lo que seré algún día. Lo siento mamá –dijo mirándola fijamente.

Amanda comprendió, en ese momento, que su esposo le había arruinado la vida a su hijo. Michael estaba rojo de furia, su mirada transmitía muchas emociones juntas, las cuales le hacían saber a su madre, sin palabra, que deseaba, tanto como ella, que todo sea una mentira, o un sueño, pero que sea algo muy lejos de la realidad.

Pasadas algunas horas, Amanda pudo calmarse y Michael dejó que descansara un poco.

El día estaba hermoso, había muchas nubes pequeñas que adornaban el cielo celeste de la mañana. El sol te acariciaba la piel y transmitía tranquilidad, algo que Michael no sentía hace más de una semana. Volvía a inhalar el humo de su cigarrillo, era la primera vez, luego de unos meses, que volvía hacerlo y se sentía bien para él, lo liberaba de cierta forma, sentía que su pecho se abría y lo dejaba respirar mejor, todo lo contrario que provoca realmente el tabaco.

Fumaba con los ojos cerrados, tratando de despejar la mente, pero siempre volvían las mismas imagines o secuencias a la cabeza. Ella venía a su mente, Olivia. Sentada en un sucio colchón en un piso que apesta, tarareando canciones, o simplemente en silencio, siento abofeteada una y otra vez por los matones de su padre, y... Ese día, el día en el que Michael perdió toda la fe en él mismo de ser una buena persona. Ese día en el cual tuvo que cometer la atrocidad más grande de su vida, por salvar la de alguien más.

Pero, ¿Cómo se vive con eso?

Tener que cometer una violación, para salvarle la vida a esa persona, no se puede convivir en paz con eso.

Sabía que la tenía que sacar de ahí, pero necesitaba ayuda, no podía lograrlo solo.

Arrojó al suelo la colilla de su cigarrillo y entró a la cabaña, tomó las llaves de su moto y le dejó una nota a su madre.

Mamá: Necesito salir para hacer unas cosas, puedes irte a casa de Shane si quieres, pero si decides no hacerlo, no me esperes para cenar.

Te amo. M.

SunflowerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora