Epílogo

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Kara 

No había nada mejor que un buen café para despertar de buen humor por la mañana eso pensaba Kara mientras sostenía una taza humeante del delicioso líquido obscuro, pero de pronto sintió como una nariz pequeña y fría le tocaba la pantorrilla, volteo a ver hacia el piso y se encontró con Krypto el perro que Lillian les había regalado.

Estaban en Irlanda nuevamente, en la mansión de Lena, su esposa había insistido en querer pasar navidad en su país natal y ella no podría negárselo, no después de que la ojiverde siempre la complacía en todo.

Dejó sus pensamientos a un lado pues Krypto volvió a tocarle la pantorrilla, al verlo nuevamente se dio cuenta que el cachorro tenía las patas mojadas y unos cuantos copos de nieve en la cabeza, si el perro se encontraba en el jardín era porque seguramente ahí estaría su persona favorita.

Bajó del banco de la cocina y se cerró bien la bata de dormir, al abrir la puerta de la cocina que daba hacia el jardín el frío la golpeó haciéndola temblar, caminó siguiendo al canino que iba feliz moviendo la cola, llegaron al jardín que tenía la fuente y se encontró siendo recibida por una carcajada infantil.

Lena se encontraba tirada sobre el suelo siendo atacada por una lluvia de bolas de nieve, las cuales las arrojaba una pequeña pelinegra de cinco años que reía fuertemente por ver a su madre indefensa ante su ataque imparable.

-Buenos días mis amores.-Los dos pares de ojos verdes voltearon a verla asombrados.

-¡Mami!-Diana corrió hacia su madre rubia abrazándola.-Mamá me enseñó a hacer un fuelte y como ganal una batalla de nieve.

Kara le sonrió a su hija con ternura, la pequeña aún tenía problemas para pronunciar las palabras con la letra "R", normalmente Kara corregiría la dicción de su hija pero no quería arruinar el momento.

-Parece que mamá no es muy buena con eso de las guerras de nieve.-Kara observó a su esposa levantarse y caminar hacia ellas.

-Hola cariño.-Lena se acercó a darle un beso a Kara.-Si soy buena con las guerras de nieve pero esta señorita me ha hecho trampa.

Lena tomó a su hija cargándola y haciéndole cosquillas, Diana se retorcía para liberarse pero sus intentos fueron inútiles, la ojiverde mayor no la dejó irse.

-¡Ya mamá! Abajo, bajame.-La niña seguía retorciéndose, Lena dejó de hacerle cosquillas y le dio un beso en la mejilla y después Diana le regreso el cariño.

Verlas era como ver dos personas iguales pero de diferente edad, los dos amores más grandes de Kara, sin ellas no podría seguir adelante.

-Cariño y si me ayudas a terminar esta batalla, Diana y Krypto contra nosotras.-Lena había puesto su carita de súplica.

-Me encantaría ayudarles amor pero debemos arreglarnos, tenemos que pasar al pueblo antes de ir con Lillian, aún faltan algunos regalos para la cena de esta noche, ustedes jueguen un rato más, yo iré a alistarme.- Nuevamente los dos pares de ojos verdes la miraron mientras sus dueñas asentían a la par.

-Está bien cielo, abrígate bien.-Lena besó nuevamente a Kara mientras Diana hacia sonidos de asco.

-Las amo mis amores, no tarden mucho.-Kara le pellizcó la nariz a su nena y las dejo para que siguieran jugando en la nieve.

-Te amamos mami.-La pequeña le gritó desde la distancia.

Kara les sonrió y entró nuevamente a la casa, encontrándose con Krypto que en algún momento de la plática había vuelto a la cocina y se encontraba degustando su comida del tazón, el cual Kara sospechaba que era de plata pues era muy brillante, pero Lilian insistía que solo era de aluminio muy bien lustrado.

¿A Qué le Temes?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora