Días malos

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—¿Te divertiste hoy? —Chan me miró con una pequeña sonrisa dibujada en sus labios.

—Claro que sí, hoy fue un gran día —lo besé y acaricié su cabello— Gracias por llevarme a tus clases, amor.

—Mañana pasaré por ti de nuevo. Cena bien y descansa. Por cierto, se acabó mi saldo así que no podré enviarte mensaje de buenas noches —se disculpó.

—No te preocupes por eso. Nos vemos mañana a la misma hora, guapo —me bajé del auto sonriendo levemente, en el mismo lugar en el que me subí en la tarde y caminé a mi casa preparándome para la rutina de siempre.

<<Ah, mierda, aquí vamos de nuevo... De nuevo>>

—¿Ya llegaste, inútil?

Mi madre estaba en la sala viendo la tele, con un tazón de frituras en su regazo y manchas de salsa en su rostro. Me detuve un momento, pensando en que no se parecía en nada a la mujer que pasaba por mi a la escuela usando faldas rectas y blusas de encaje, la que llevaba perfume floral, el cabello sedoso y largo, una expresión amable en su rostro aún cuando la llamaban de la escuela por alguna tontería, y que siempre tenía amor y dulces para mí.

—Ya, me fue bien, muchas gracias —sonreí falsamente y fui a la cocina por comida, mas que nada para evitar momentos incómodos y no tanto por hambre.

—Te fuiste con Park, ¿verdad? ¿Cuándo vas a entender que lo tuyo con ese idiota no va a durar?

—¿Cuándo vas a entender que si va a durar? Ya llevamos un año juntos a pesar de que dijiste eso desde que lo conociste —salí con un plato de arroz sin nada para acompañarlo,en realidad me gustaba comerlo así. Mentira, aparte de la sal no había nada y el polvo de la mesa no era una opción para condimentar esta basura.

—Como sea —me ignoró sin problemas y siguió viendo la tele—Van a acabar muertos de hambre los dos.

<<Oigan, ¿quién le preguntó?>>

—Al menos seremos felices, señora —le saqué el dedo medio a sus espaldas y fui a mi cuarto a comer en paz. Era realmente agotador pasar por estas tonterías todos los días.

Me senté en mi cama, la cual rechina de lo vieja y gastada que está. Comí tranquilamente, tomando bocados pequeños pensando en que cada uno iba a ser el último pero la verdad tenía hambre, aunque intentara negarlo, así que no dejé ni un grano de arroz. Cuando terminé puse el plato en la mesita que estaba a un lado de la cama, donde había una foto de mi padre. La tomé y suspiré sintiendo como la tristeza me invadía.

Me gustaría decir que es un sentimiento ajeno a mi, pero llega con más frecuencia de la esperada.

—¿Por qué tenías que irte? ¿Por qué me dejaste con esta loca? —acaricié su rostro impreso, acaricié una ilusión— Tú... ¿Tú crees que fue mi culpa? ¿Yo te maté como ella dice?

Me recosté apretando la foto contra mi pecho, intentando sentir ese amor paternal de nuevo, intentaba inyectarme directo en el corazón un poco del antídoto que arreglaría mi vida si fuera otra persona, pero yo soy yo y sólo me hago daño.

—Lo siento... No era mi intención, en serio... te lo juro —inhale y exhale varias veces intentando contenerme, cerré los ojos para dormir y olvidar todo pero no pude, en lugar de eso llegaron a mi mente los recuerdos de ese maldito día, en el que mi vida perfecta se acabó.

Era un día común y corriente de invierno, me parece. Tenía... 6 años, tal vez 7. Mis hermanos y yo estábamos jugando en la sala como siempre que teníamos tiempo libre, mi hermana con sus muñecas y mi hermano con rompecabezas o bloques de construcción.

Madly BrokenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora