Capítulo 13: ¿Azkaban?

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Era Dumbledore. Entró, muy serio, seguido por otro individuo de aspecto muy raro.

El desconocido era un hombre bajo y corpulento, con el pelo gris alborotado y expresión nerviosa. Llevaba una extraña combinación de ropas: traje de raya diplomática, corbata roja, capa negra larga y botas púrpura acabadas en punta. Sujetaba bajo el brazo un sombrero hongo verde lima.

—¡Es el jefe de mi padre! —musitó Ron—. ¡Cornelius Fudge, el ministro de Magia!

Sofía le dió un codazo a Ron para que se callara.

Hagrid estaba pálido y sudoroso. Se dejó caer abatido en una de las sillas y miró a Dumbledore y luego a Cornelius Fudge.

—¡Feo asunto, Hagrid! —dijo Fudge, telegráficamente—. Muy feo. He tenido que venir. Cuatro ataques contra hijos de muggles. El Ministerio tiene que intervenir.

—Yo nunca... —dijo Hagrid, mirando implorante a Dumbledore—. Usted sabe que yo nunca, profesor Dumbledore, señor...

—Quiero que quede claro, Cornelius, que Hagrid cuenta con mi plena confianza —dijo Dumbledore, mirando a Fudge con el entrecejo fruncido.

—Mira, Albus —dijo Fudge, incómodo—. Hagrid tiene antecedentes. El Ministerio tiene que hacer algo... El consejo escolar se ha puesto en contacto...

—Aun así, Cornelius, insisto en que echar a Hagrid no va a solucionar nada —dijo Dumbledore. Los ojos azules le brillaban de una manera que Sofía no había visto nunca.

—Míralo desde mi punto de vista —dijo Fudge, tomando el sombrero y haciéndolo girar entre las manos—. Me están presionando. Tengo que acreditar que hacemos algo. Si se demuestra que no fue Hagrid, regresará y no habrá más que decir. Pero tengo que llevármelo. Tengo que hacerlo. Si no, no estaría cumpliendo con mi deber...

—¿Llevarme? —dijo Hagrid, temblando—. ¿Llevarme adónde?

—Sólo por poco tiempo —dijo Fudge, evitando los ojos de Hagrid—. No se trata de un castigo, Hagrid, sino más bien de una precaución. Si atrapamos al culpable, a usted se le dejará salir con una disculpa en toda regla.

—¿No será a Azkaban? —preguntó Hagrid con voz ronca.

Antes de que Fudge pudiera responder, llamaron con fuerza a la puerta.

Abrió Dumbledore. Ahora fue Sofía quien recibió un codazo en las costillas, porque había dejado escapar un grito ahogado bien audible.

El señor Lucius Malfoy entró en la cabaña de Hagrid con paso decidido, envuelto en una capa de viaje negra y con una gélida sonrisa de satisfacción. Fang se puso a aullar.

Sofía se tensó al instante, recordaba el encuentro anterior con Lucius, agradecía que ahora esté no podía verla.

—¡Ah, ya está aquí, Fudge! —dijo complacido al entrar—. Bien, bien...

—¿Qué hace usted aquí? —le dijo Hagrid furioso—. ¡Salga de mi casa!

—Créame, buen hombre, que no me produce ningún placer entrar en esta... ¿la ha llamado casa? —repuso Lucius Malfoy contemplando la cabaña con desprecio—. Simplemente, he ido al colegio y me han dicho que el director estaba aquí.

—¿Y qué es lo que quiere de mí, exactamente, Lucius? —dijo Dumbledore. Hablaba cortésmente, pero aún tenía los ojos azules llenos de furia.

—Es lamentable, Dumbledore —dijo perezosamente el señor Malfoy, sacando un rollo de pergamino—, pero el consejo escolar ha pensado que es hora de que usted abandone. Aquí traigo una orden de cese, y aquí están las doce firmas. Me temo que este asunto se le ha escapado de las manos. ¿Cuántos ataques ha habido ya? Otros dos esta tarde, ¿no es cierto? A este ritmo, no quedarán en Hogwarts alumnos de familia muggle, y todos sabemos el gran perjuicio que ello supondría para el colegio.

"Si claro, como si alguien fuera a creer que usted defiende a los muggles" pensó Sofía.

—¿Qué? ¡Vaya, Lucius! —dijo Fudge, alarmado—, Dumbledore cesado... No, no..., lo último que querría, precisamente ahora...

—El nombramiento y el cese del director son competencia del consejo escolar, Fudge —dijo con suavidad el señor Malfoy—. Y como Dumbledore no ha logrado detener las agresiones...

—Pero, Lucius, si Dumbledore no ha logrado detenerlas —dijo Fudge, que tenía el labio superior empapado en sudor—, ¿quién va a poder?

—Ya se verá —respondió el señor Malfoy con una desagradable sonrisa—. Pero como los doce hemos votado...

Hagrid se levantó de un salto, y su enredada cabellera negra rozó el techo.

—¿Y a cuántos ha tenido que amenazar y chantajear para que accedieran, eh, Malfoy? —preguntó.

"¡Exacto!" gritó mentalmente la morena.

—Muchacho, muchacho, por Dios, este temperamento suyo le dará un disgusto un día de éstos —dijo Malfoy—. Me permito aconsejarle que no grite de esta manera a los carceleros de Azkaban. No creo que se lo tomen a bien.

—¡Puede quitar a Dumbledore! —chilló Hagrid, y Fang, el perro, se encogió y gimoteó en su cesta—. ¡Lléveselo, y los alumnos de familia muggle no tendrán ni una oportunidad! ¡Y habrá más asesinatos!

—Cálmate, Hagrid —le dijo bruscamente Dumbledore. Luego se dirigió a Lucius Malfoy—. Si el consejo escolar quiere mi renuncia, Lucius, me iré.

—Pero... —tartamudeó Fudge.

—¡No! —gimió Hagrid.

Dumbledore no había apartado sus vivos ojos azules de los ojos fríos y grises de Malfoy.

—Sin embargo —dijo Dumbledore, hablando muy claro y despacio, para que todos entendieran cada una de sus palabras—, sólo abandonaré de verdad el colegio cuando no me quede nadie fiel. Y Hogwarts siempre ayudará al que lo pida.

Durante un instante, Sofía estuvo convencida de que Dumbledore les había guiñado un ojo, mirando hacia el rincón donde Harry, Ron y ella estaban ocultos.

—Admirables sentimientos —dijo Malfoy, haciendo una inclinación—. Todos echaremos de menos su personalísima forma de dirigir el centro, Albus, y sólo espero que su sucesor consiga evitar los... asesinatos.

Se dirigió con paso decidido a la puerta de la cabaña, la abrió, saludó a Dumbledore con una inclinación y le indicó que saliera. Fudge esperaba, sin dejar de manosear su sombrero, a que Hagrid pasara delante, pero Hagrid no se movió, sino que respiró hondo y dijo pausadamente:

—Si alguien quisiera desentrañar este lío, lo único que tendría que hacer es seguir a las arañas. Ellas lo conducirían. Eso es todo lo que tengo que decir. —Fudge lo miró extrañado—. De acuerdo, ya voy —añadió, poniéndose el abrigo de piel de topo. Cuando estaba a punto de seguir a Fudge por la puerta, se detuvo y dijo en voz alta—: Y alguien tendrá que darle de comer a Fang mientras estoy fuera.

La puerta se cerró de un golpe y Ron se quitó la capa invisible.

—En menudo lío estamos metidos —dijo con voz ronca—. Sin Dumbledore. Podrían cerrar el colegio esta misma noche. Sin él, habrá un ataque cada día.

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¡Hola!

¿Qué les pareció el capítulo?

Es corto lo sé, y lo siento, pero esta parte de la historia ya está en los libros y películas, no hay mucho para agregar.

Espero les haya gustado, recuerden apoyar la historia con las estrellitas, comentarios y compartirla con más potterheads.

Muchas gracias por leer.

Sofía y la cámara de los secretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora