Se hallaban en el extremo de una sala muy grande, apenas iluminada. Altísimas columnas de piedra talladas con serpientes enlazadas se elevaban para sostener un techo que se perdía en la oscuridad, proyectando largas sombras negras sobre la extraña penumbra verdosa que reinaba en la estancia.
Con el corazón latiéndole muy rápido, Sofía escuchó aquel silencio de ultratumba. ¿Estaría el basilisco acechando en algún rincón oscuro, detrás de una columna? ¿Y dónde estaría Ginny?
Sacaron sus varitas y avanzaron por entre las columnas decoradas con serpientes. Sus pasos resonaban en los muros sombríos. Iban con los ojos entornados, dispuesto a cerrarlos completamente al menor indicio de movimiento. Le parecía que las serpientes de piedra los vigilaban desde las cuencas vacías de sus ojos. Más de una vez, el corazón le dio un vuelco al creer que alguna se movía.
Al llegar al último par de columnas, vio una estatua, tan alta como la misma cámara, que surgía imponente, adjunta al muro del fondo.
Sofía tuvo que echar atrás la cabeza para poder ver el rostro gigantesco que la coronaba: era un rostro antiguo y simiesco, con una barba larga y fina que le llegaba casi hasta el final de la amplia túnica de mago, donde unos enormes pies de color gris se asentaban sobre el liso suelo. Y entre los pies, boca abajo, vio una pequeña figura con túnica negra y el cabello de un rojo encendido.
—¡Ginny! —susurró Sofía, corriendo hacia ella e hincándose de rodillas
—¡Ginny! ¡No estés muerta! ¡Por favor, no estés muerta! — dijo Harry, agarró a Ginny por los hombros y le dio la vuelta. Tenía la cara tan blanca y fría como el mármol, aunque los ojos estaban cerrados, así que no estaba petrificada. Pero entonces tenía que estar...
—Ginny, por favor, despierta — susurró Sofía sin esperanza, agitándola. La cabeza de Ginny se movió, inanimada, de un lado a otro.
—No despertará —dijo una voz suave.
Ambos se enderezaron de un salto.Un muchacho alto, de pelo negro, estaba apoyado contra la columna más cercana, mirándolos. Tenía los contornos borrosos, como si Sofía lo estuviera mirando a través de un cristal empañado. Pero no había dudas sobre quién era.
—Tom... ¿Tom Riddle?
Riddle asintió con la cabeza, sin apartar los ojos del rostro de Harry.
—¿Qué quieres decir? ¿Por qué no despertará? —dijo Harry desesperado—. ¿Ella no está... no está...?
—Todavía está viva —contestó Riddle—, pero por muy poco tiempo.
Sofía lo miró detenidamente. Tom Riddle había estudiado en Hogwarts hacía cincuenta años, y sin embargo allí, bajo aquella luz rara, neblinosa y brillante, aparentaba tener dieciséis años, ni un día más.
—¿Eres un fantasma? —preguntó Sofía dubitativa.
—Soy un recuerdo —respondió Riddle tranquilamente, sin mirarla— guardado en un diario durante cincuenta años.
Riddle señaló hacia los gigantescos dedos de los pies de la estatua. Allí se encontraba, abierto, el pequeño diario negro que Sofía había hallado en los baños de Myrtle la Llorona. Durante un segundo, Sofía se preguntó cómo habría llegado hasta allí. Pero tenía asuntos más importantes en los que pensar.
—Tienes que ayudarnos, Tom —dijo Harry, volviendo a levantar la cabeza de Ginny—. Tenemos que sacarla de aquí. Hay un basilisco... No sé dónde está, pero podría llegar en cualquier momento. Por favor, ayúdanos...
Riddle no se movió. Harry, sudando, logró levantar a medias a Ginny del suelo.
—Escucha —dijo Harry con impaciencia. Las rodillas se le doblaban bajo el peso muerto de Ginny—. ¡Tenemos que huir! Si aparece el basilisco...
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Sofía y la cámara de los secretos
FantasíaSofía es una niña huérfana, su vida es un gran signo de interrogación puesto que jamás logró saber nada de su familia. Luego de descubrir que era una bruja, la chica se dedicó a aprender todo lo que pudiera para el día en el que entrara a Hogwarts...