6: Até logo

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En otro lugar de la casa...

Justo en este momento no sé lo que estoy sintiendo, sí, estoy enojado pero también hay otras cosas dando vuelta en mi cabeza. Tal vez se debe a todo el alcohol que llevo consumiendo desde la mañana.

Es que se suponía que sería un día diferente, excitante, divertido, pero en vez de eso... Me encontré con ella. ¿Un secuestro? ¡¿Pero qué le pasa?! Esa es la excusa más absurda nunca escuchada. Sin embargo, luego de unos minutos y unas copas más, voy entendiendo lo que significa toda esa actuación.

−Sirva a comida agora, quero continuar jogando. -Ordeno y tomo asiento en la mesa, ella vendrá aquí muy pronto.

Mille...

Michelle había tenido toda la intención de declinar a la invitación de cenar junto al señor da Santana, creyó que al final de la noche tendría poco apetito por todo lo ocurrido en el día. Sin embargo, entre más se acercaba la hora, más su estomago le pedía comida.

El proceso de encontrar alguna ropa que pudiera ponerse le fue deprimente, e incluso humillante. Da Santana sabía muy bien la clase de ropa y colores preferidos de Lucy Preston, y en definitiva, era todo lo contrario a lo que ella solía usar.

Lucy tenía una figura exuberante y curvilínea, en cambio, Mille era esbelta y muy delgada. Aunque todavía le dolían las palabras de Tiago, se obligó a reconocer que él tenía razón.

Más allá de eso, también sabía que Tiago solo estaba de mal humor y se había desquitado con ella. Debía estar acostumbrada a eso. Pero cuando esas palabras vienen de un hombre, que además es muy atractivo, le dolían más que de costumbre.

No soy tan fea, se decía así misma frente al espejo. Tenía el cabello castaño oscuro y delgado, ojos color café claro y una piel pálida, excepto cuando se ruborizaba. Pero creyó que su apariencia no importaba tanto, y con un encogimiento de hombros se dispuso a salir del dormitorio.

Su anfitrión la esperaba en la sala de jantar. Era una habitación oscura de techo bajo y era evidente que la larga mesa pulida fue diseñada para una familia numerosa. Mille vio que habían puesto su lugar a la derecha de Tiago en la cabecera, no como ella hubiera deseado, al otro extremo frente a la cabecera.

Tiago miró a la joven detallando su figura con el vestido azul que había elegido para esa noche, ella se imaginó lo que él estaba pensando.

−¿Quieres algo de beber? -Le preguntó cuando se hubo sentada. −¿Tal vez un batido?

−¿Podría tomar un whisky solo, por favor? -Ella necesitaba más que un batido para calmar los nervios.

−Claro. -Tiago estaba tomando lo mismo, así que sirvió una vaso para ella y la observó fruncir el ceño cuando tomó el primer trago. −¿Quizá está acostumbrada al whisky de malta? -Indagó.

El caso era que ella no estaba acostumbrada a ninguna bebida alcohólica, y se vio limitada a solo responder con un murmullo evasivo.

Luego de eso sirvieron la mesa y comenzaron a comer poco a poco, Mille bajo la atenta mirada del moreno, que no ayudaba en absoluto a sus nervios. Aun así, comió todo lo que le pusieron en el plato, y fue tanto que no pudo aceptar el pudin de chocolate como postre sino una taza de café.

−Con su permiso, la llamaré Michelle. -Manifestó él. −Y espero que usted también me honre dirigiéndose a mí por mi nombre.

Ella lo miró antes de responder. −Por supuesto, usted puede hacer lo que mejor le parezca, senhor.

El precio de mi libertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora