23: Muerte

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En otra parte del Amazonas...

Una camioneta 4x4 todoterreno llegó a la hacienda de los da Santana, allí venía Tiago junto a un grupo de soldados que servían dentro de la jungla pero pertenecían a la guardia militar de Manaos.

La sorpresa del brasileño fue desagradable cuando supo que Josep Hughes había escapado, pero aún peor fue saber que Michelle estaba con él. Los soldados de inmediato se pusieron en marcha para seguirles la pista, no sin llevar a Carmen, Paulo y Ángel con ellos para dejarlos en la vía.

−Não se preocupe, nós cuidaremos disso daqui. -Declaró uno de los uniformados.

−Aquele desgraçado sequestrou minha esposa, vou com você. -Tiago se negó a bajar del vehículo asegurando que no le importaba el peligro que pudiera correr.

Los soldados asintieron aceptando lo que el brasileño decía, Tiago se había ganado la confianza y el respeto de todos, no le llevarían la contraria si deseaba acompañarlos en la persecución.

−Meu menino, por favor, não vá.

Carmen se quedó con las palabras en el aire porque Tiago ignoró toda advertencia de peligro. La camioneta cobró velocidad luego de dejar a los otros tres cerca de la casa de la mujer que estaba dando a luz en ese momento.

Mille.

¿Soldados? ¿Por que Tiago había ido con esos soldados a buscarla?  ¿Se debía a lo que Josep había dicho?  Michelle estuvo con la mente atiborrada durante todo el camino hacia la casa.

Había regresado junto a Carmen y su sobrino, Pualo los llevó luego de llorar de emoción por su primer hijo, y de darle mil veces las gracias a ella por ayudar a su esposa. Todas las mujeres en la casita se habían quedo fascinadas por la "prometida de su amo".

Luego de eso nadie pudo decir ni una sola palabra, Carmen se veía enojada e intranquila al mismo tiempo, pero no le reclamó nada a la pelicorta, por lo menos. El júbilo por el nacimiento del bebé estaba mezclado con la preocupación hacia Tiago.

Ángel había definido a Josep como "el hombre despreciable", que estaba poniendo en peligro la vida de su patrão al perseguirlo por la jungla. Además, le había dicho que Josep iba a ser detenido por los soldados allí mismo si no hubiera sido porque se escapó, y ella lo ayudó. Se odiaba a si misma por eso.

Todos temían que Tiago estuviera atrapado en el fuego cruzado durante la rencorosa lucha que desde hacia años se había entablado entre los garimpeiros y los que comerciaban las joyas para otros misteriosos hombres. Una guerra donde Josep Hughes había resultado herido y abandonado.

Tiago lo había descubierto, él sabía quien era Josep y lo iba a entregar a los oficiales cuando estuviera recuperado. Sin embargo, el rubio lo escuchó hablar por teléfono y por eso quería irse cuanto antes, a pesar de que su intención inicial era quedarse el suficiente tiempo para recolectar información importante y robar lo que pudiera.

−Yo... Yo lo lamento. -Se disculpó la joven mientras caminaba hacia el dormitorio. −Igualmente no creo haber impedido que escapara.

−Usted no pero Paulo sí. -Aclaró Ángel. −Pero como usted estaba en la camioneta, Paulo no pudo hacer mucho para detenerlos.

No había respuesta para eso, pensó ella. La casa estaba en silencio y parecía desierta, las sirvientas ya no estaban cantando como de costumbre, no habían murmullos ni las risitas que venían desde la cocina y a las que se había acostumbrado a escuchar.

Cuando entró a la habitación le pidió a Ángel que la dejara sola, se sentía cansada y estaba tan preocupada, o hasta más, por Tiago, que estaba a punto de echarse a llorar pero era algo que no haría frente a nadie.

El precio de mi libertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora