9: Um bebê

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Estoy soñando, definitivamente, debo estar soñando. Eso se repetía Michelle cada minuto que pasaba de la mañana. Se había dado una larga ducha con agua fría para despertar, también se había aporreado la piel con sus uñas, pero nada de lo que hacía lograba despertarla de ese espantoso sueño.

Luego de colocarse un conjunto completo con estampado de flores, que Carmen arregló para ella, caminó fuera del dormitorio en busca de Tiago. Ella tenía que hacerlo entrar en razón, no podían casarse.

Lo encontró en una habitación que no había visto antes, parecía ser un despacho. Había un escritorio donde reposaba una computadora y un teléfono de casa, hacia la izquierda estaba una pequeña biblioteca con un sofá de cuero, y a la derecha un ventanal que dejaba ver parte del bosque. Allí estaba Tiago.

El brasileño se encontraba sentado junto a una mesa circular de madera, mantenía las piernas cruzadas mientras leía un libro. Cuando notó la presencia de ella, se giró con una sonrisa burlona.

−Al fin llegas, muero de hambre. -Confesó invitándola a tomar asiento junto a él. −He querido que desayunemos hoy aquí.

La joven trató de estar lo más separada de él, al parecer, Tiago se daba cuenta de eso pero no le afectaba en nada. Intentó hablar de inmediato pero fue interrumpida por dos mujeres que traían el desayuno, además de café.

−No pareces muy preocupado. -No pudo morderse la lengua mientras veía que él daba bocados a su comida como si nada pasara.

−¿Por qué debería estarlo?

−Entendiste que no me casaré contigo, ¿Verdad? No por lo que pasó, ni porque vengas arrodillado a pedírmelo.

Tiago sonrió entre mordiscos y le apuntó con un tenedor antes de hablar. −Eso es algo que jamás pasará... Sin embargo. -Tragó. −Nos casaremos aunque ni yo mismo tenga deseos de amarrarme a alguien.

Mille maldijo por lo bajo, apartando su plato de comida con un gesto de asco. Estaba perdiendo la paciencia, ese hombre la sacaba de sus casillas.

−¿Si no deseas casarte por qué me quieres obligar a mí? -Preguntó con rabia. −Si lo que te preocupa es que vaya a denunciarte, a manchar tu apellido diciendo que un da Santana me ha violado... Tranquilo, no tengo intenciones de hacerlo. -Tiago subió una ceja. −Yo solo pido que me regreses mi ropa, me saques de esta jungla y me permitas regresar a mi país... Es lo único que pido.

−Imposible. -Aclaró antes de tomar café. −Yo no te he mentido, Michelle, nadie puede salir de aquí mientras permanezcan las lluvias.

−De acuerdo, acepto que temporalmente estaré atrapada aquí pero me iré tan pronto como el río vuelva a ser navegable. -Ambos se miraban a los ojos. −Me niego a casarme con un desconocido solo por una absurda noción de honor familiar... ¿Sabes? También se trata de mi vida.

−Pero ahora no puedes pensar solo en ti.

−¿A qué te refieres?

−¿Tengo que explicarme? -Hizo una mueca. −Como has dicho antes, estamos en el siglo veintiuno, seguro te han hablado mil veces sobre las consecuencias del sexo sin protección... Y no me refiero a enfermedad.

Mille sintió que el aire se le escapaba por completo de los pulmones. Él no podía estar hablando sobre eso, era imposible que pasara algo así con una sola vez y... La primera vez.

−No puede...

−Es una gran posibilidad. -La cortó. −Para alguien que prefiere la nueva era y no las normas anticuadas, eres muy ingenua.

−Entonces por eso... ¿Ese es tu motivo para... Amarrarte a mí? ¿Un bebé?

−¿Crees que te dejaría ir sabiendo que puedes llevar a mi hijo en tu vientre? -Tensó la mandíbula. −Eso no sucederá.

−¡Cállate! -Apretó los puños. −Ni siquiera tomaré en cuenta esa ridícula posibilidad, y aún si fuera cierto, no es razón suficiente para quedarme contigo... En Inglaterra también existen las madres solteras.

−Poco a poco aprenderás a hablarme de mejor forma, Michelle. -Advirtió con diversión.

−Preferiría no hablarle, senhor da Santana.

Un bebé, un hijo a sus veintidós años de edad, sin siquiera haberse entregado por amor al que sería su padre. Michelle se quedó pensando con la mirada hacia el ventanal pero no estaba viendo los árboles, sino su futuro.

Ella buscaba libertad personal, ahora resultaba ser que querían obligarla a casarse y además, podría estar embarazada.

No lo puedo permitir,  pensó con impotencia. El río no debía ser la única salida de ese lugar, tenía que existir otra ruta que pudiera recorrer hasta Mariasanta. Ella no se iba a quedar allí esperando que su vida fuera dirigida por ese hombre, ni por nadie más.

Si trazaba un plan de escape, algo sumamente pensado y analizado, seguro lograba salir de allí. Necesitaba cuatro ruedas y la ropa adecuada para internarse en la jungla, aunque Tiago da Santana le diera caza, intentaría huir.

−Estas muy pensativa... -El brasileño la regresó a la realidad.

−Alégrate de que todavía no este histérica. -Fingió sonreír. −Tiago... -Él se asombró al escucharla decir su nombre. −¿Por qué no dejamos esto así? Es obvio que no crees en el matrimonio, y yo no quiero tener que casarme... Ayúdame a salir de aquí, hagamos como si jamás pasó algo entre los dos.

−Te lo dije, no puedo. -Recordó. −Para esta hora Carmen ya debió de haberse comunicado con mis padres, ellos no permitirán que sea irresponsable contigo... Y Carmen mucho que menos.

−Eres un...

La pelicorta se mordió la lengua para no decir algo de lo que se arrepintiera luego. Por lo menos, en las horas que llevaba en esa casa, se había dado cuenta del carácter y actitudes del brasileño, y eso todavía le causaba un poco de temor.

−Futuro esposo. -Terminó él. −Soy tu futuro esposo.

Ella se levantó con más rabia de la que alguna vez había sentido y salió del despacho directo a su habitación. Tiago soltó una risita llena de burla, pero luego su semblante cambió a uno lleno de preocupación.

Tiago.

¿Una esposa? ¿Un hijo? Ciertamente la vida puede cambiarte en un cerrar y abrir de ojos. Todo por mi mala cabeza, el alcohol me hizo sacar conclusiones muy lejos de la verdad, había creído que Michelle solo estaba interpretando un papel... Mis primos me habían contado muchas cosas sobre esa clase de actuaciones, y la misma Lucy una vez lo llegó hacer para mí.

Esta chica tiene razón en varias de sus palabras, en mis planes no hay espacio para una boda, no después de aquel incidente ¿Pero qué más puedo hacer? Soy yo quien no tiene opciones.

Esta chica tiene razón en varias de sus palabras, en mis planes no hay espacio para una boda, no después de aquel incidente ¿Pero qué más puedo hacer? Soy yo quien no tiene opciones

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El precio de mi libertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora