7: Inocencia

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−¿Qué cree que esta haciendo?

Michelle habló con la voz temblorosa mientras veía a Tiago da Santana tomar asiento en la orilla de la cama, sin camisa y con una copa de whisky.

−Me gusta tomar una copa antes de ir a la cama... Y también suelo desnudarme antes. -Habló con un tono de obviedad. −¿Acaso tu no lo haces?

−Preferiría que lo hiciera en su propio dormitorio.

−Estamos en mi dormitorio.

Esas eran las palabras que la pelicorta temía escuchar, e instantáneamente entró en pánico, su estomago se revolvió pero trató de no demostrarlo.

−¿Puede tener la amabilidad de llamar a Carmen para que me lleve a otra habitación entonces?

−No... No tendré la amabilidad. -Admitió con burla antes de tocar la sábana cercana a las piernas de ella. −A su manera, ha sido un juego divertido pero ahora requiero de ti una clase diferente de diversión.

−¿Cómo se atreve? -Apartó sus piernas de las manos.

−Ya basta... -Tiago se levantó para soltar la copa y desabrocharse el cinturón. −Una pequeña dosis de modestia puede resultar encantadora, pero el exceso se vuelve tedioso. -Se quitó el pantalón y lo dejó caer junto a la camisa. −Soy un hombre generoso, Michelle, pero no pienses que si te muestras reacia pagaré más del precio a convenir.

Por un momento la joven creyó escuchar un trueno en el cielo, pero eran los latidos de su propio corazón, fuertes y erráticos, que llenaban su mente impidiendo que pensara de manera coherente. Estaba en shock.

−Señor... Usted está cometiendo un terrible error, yo no... No soy... -Aspiró una bocanada de aire cálido y volvió a intentarlo. −Yo... Conocí a Lucy Preston en el barco, acepté entregar la carta a su nombre y eso es todo... No tenía la menor idea de que... -La voz le falló cuando notó la mirada cínica de él.

−¿Y solo por casualidad preguntaste por mí en el hotel y... Luego aceptaste acompañar a mis hombres? Así como si nada...

−Sí. -Admitió al instante. −¿Cómo puedo hacer para que me crea?

−No puedes hacer nada. -Declaró lacónico. −Y ya deja de fingir, me estas cansando. -Los ojos oscuros la miraron amenazantes. −Sobre todo cuando hay otras formas más... Agradables de quedar agotados.

Tiago se arrodilló sobre la cama intentando llegar hasta la joven, ella por su parte, encogió el cuerpo para evitar el contacto.

−Si me toca, comenzaré a gritar.

−¿Quién podría escucharte además de mis trabajadores? O mejor dicho... ¿A quién le importará? -Habló con diversión. −Espero tengas buenos pulmones, carinha, porque tocaré cada centímetro de tu cuerpo.

Mille se levantó de la cama cuando él volvió a acercarse. Sin embargo, Tiago fue tras ella y tomándola del brazo, la pegó contra la pared y la dejó presa con su cuerpo masculino.

−De acuerdo, ya estoy entendiendo mejor. -Comentó con voz ronca. −Eres de las que les gusta interpretar el papel de damisela en peligro... Eso también es sexy.

Michelle soltó un jadeo lleno de horror. ¿Cómo haría para hacerlo entrar en razón? se preguntó. Nunca antes había estado en una situación parecida, su ingenuidad era totalmente real y ese hombre estaba asegurando algo de lo que no tenía la mínima experiencia.

−Estas temblando... -Apretó su cuerpo contra el de ella mientras olfateaba la piel de su cuello. −Hueles fascinante, ¿Quieres que te persiga un rato más o estas cómoda así?

−Por favor... No lo hagas.

−¿Qué pasa? -Sonrió con cinismo antes de tocar los labios de ella con sus dedos. −¿Quieres el dinero por adelantado?

−No quiero tu dinero. -Giró la cara cuando él intentó besarla. −No quiero nada de ti.

−Entonces tal vez tu debas pagarme a mí, Michelle...

Aunque la pelicorta puso resistencia, Tiago logró besarla. Con su propia fuerza movió los labios de ella, al tiempo que comenzaba a acariciar su cuerpo. Cuando hubo minorado la presión con que la mantenía presa, ella logró escabullirse y correr una vez más.

−Oh no, ven acá. -Soltó una risita ronca que le hubiera parecido excitante a cualquier otra mujer.

Antes de poder llegar a la puerta, Tiago la alzó por su delgada cintura y la llevó hasta la cama. Mille sacudió los brazos intentando apartarlo pero era inútil, él solo sentía placer hacia ella y no le importaba sus débiles golpes.

−Você é um gatinho rebelde. -Murmuró sobre la boca de ella.

−Suéltame... Basta. 

Tiago introdujo las manos por debajo del vestido de Michelle para tocar su piel. Ella volvió a jadear, y cerró los ojos para retener las lágrimas. Eso no podía estar sucediendo, ahora más que nunca odiaba ser tan delgada y no tener la fuerza suficiente para escapar de un hombre como él.

El brasileño estaba sobre ella, tocándola e ignorando la suplica que le hacia para que se detuviera. Él besaba su cuello, ella mordía su labio con impotencia. Debía resignarse, tal vez si fingía que no estaba pasando nada y enviaba su mente lejos de ese lugar, todo acabaría rápido.

Era inevitable. Ella tenía todas las de perder. Ciertamente, Tiago le estaba cobrando el hospedaje más caro de lo que se podría imaginar.

Una hora después, la pelicorta se encontraba en la bañera abrazándose así misma. Ahora dejaba que las lágrimas rodaran por sus mejillas en total silencio, Tiago dormía profundamente en la cama con el cuerpo desnudo al descubierto.

¿Cómo hacía para cambiar lo sucedido? ¿Acaso había una maquina del tiempo? 

Tal vez, si hubiera conocido al brasileño en otra circunstancia, le habría parecido irresistible estar con él. Pero ahora le parecía el hombre más desagradable e insensible por haberle arrebatado su virginidad de esa manera.

 Pero ahora le parecía el hombre más desagradable e insensible por haberle arrebatado su virginidad de esa manera

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El precio de mi libertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora