20: Verdades

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El día amaneció caluroso y sofocante, sin señales de lluvia. Michelle pensó en que si la providencia, en la forma del clima, no estaba dispuesta a rescatarla, entonces ella misma tendría que hacerse cargo de todo.

Comenzó a buscar en el guarda ropa las prendas que había hecho a escondida de Carmen, y de Tiago. Un pantalón de lino color crema y una blusa que hacía juego. No era exactamente el equipo apropiado para la jungla pero no tenía más opciones.

El calzado era otro problema. Era evidente que Lucy Preston no esperaba salir de casa, pero ella necesitaba unas botas y por eso se dirigió a la habitación de Tiago. Le favoreció que el dormitorio estuviera desierto, caminó hasta el armario ignorando la cama y los recuerdos del brasileño en bóxer.

Cuando hubo revisado sacó una de las botas ordenas en el armario, todas eran de cuero, sacudió las que tomó por si alguna criatura desagradable hubiera decidido establecer allí su hogar. Y aunque le quedaban grandes, se las pudo arreglar con dos pares de medias y papel para rellenarlas. También tomó un sombrero de Tiago.

Regresó a su habitación sin llamar la atención de nadie, seguro las sirvientas estaban ocupadas con los trabajadores a esa hora. Michelle se colocó frente al espejo para detallarse un segundo, luego desabrochó la cadena de oro con el brillante y la dejó encima de la cómoda. No se llevaría nada cuando se fuera, solo las pocas cosas con las que llegó.

"Jamás te dejaré ir", eso le había dicho Tiago da Santana más de una vez y su voz resonaba en la cabeza de la pelicorta, como si estuviera a su lado. Antes de salir pronunció silenciosamente un Adiós con la mirada puesta en la joya, con eso cortaba toda conexión con él.

En otra parte de la casa...

Josep caminaba sigilosa y silenciosamente por los pasillos de la casa luego de haber escuchado una conversación privada de ciertos hombres. Se sentía nervioso y a la vez irritable, pero todo mejoró cuando vio venir a Michelle.

El rubio dejó asomar una sonrisa burlona cuando notó las grandes botas, la mochila y el sombrero. Verdaderamente no podía pasar desapercibida, se notaba su falta de experiencia en esas situaciones. Pobre chica, pensó.

−¿Planea una expedición, preciosa?

−Creo que eso es asunto mío, señor.

−No se enfade. -Se acercó a ella. −Es probable que ninguno de los dos salga de aquí sin ayuda mutua... Hay que unir fuerzas.

−Pero usted no...

−Se lo que dije antes. -La cortó. −Pero las cosas cambian. -La tomó por un brazo y la llevó a una sala. −¿Qué ha planeado para escapar? -Preguntó luego de cerrar la puerta y cerciorarse de que estaban solos.

−No gran cosa. Pensé en tomar la embarcación en la que llegué, pero escuché a una sirvienta decir que el motor se descompuso.

−Que casualidad. -Dijo sintiendo más irritación. −Es evidente que su arrogante novio piensa en todo, no debí acercarme a él.

−Tiago le salvó la vida, ¿Cómo dice usted que se acercó a él?

Se percató de los pasos que ella retrocedió para alejarse de él y pensó que tal vez había hablado demás, pero que más da, en unas horas nadie volvería a saber de él.

−No, él no me salvó la vida. -Sonrió de mala manera. −Solo suspendió la ejecución que yo iba a llevar a cabo, ahora soy yo quien debe salvarse a si mismo saliendo de este lugar porque... No es saludable para mí.

−Por lo visto, señor. -Ella lo miró con una ceja alzada. −Su amnesia ha mejorado, si es que alguna vez tuvo amnesia.

−Una cura milagrosa. -Encogió los hombros. −Creo que se debe a su belleza. -Le guiñó. −Así qué... Retomando la conversación, si la embarcación está dañada tendremos que sumergirnos en la selva, lo que a mi me resulta más conveniente porque tengo una cita.

 −¿Con quién?

−Digamos que con unos amigos.

−¿Los mismo que le golpearon la cabeza y lo abandonaron?

−No. -Frunció el ceño. −Hagamos algo, le ayudo a salir de aquí y usted se evita hacerme cualquier pregunta ¿Le parece bien? Hay pocas cosas que usted necesita saber de mí.

−Creí saber mucho.

−Al contrario, que mi tía le haya hablado de mí no significa que me conozca, señorita. -Acarició la mejilla de ella pero Mille se alejó un poco más. −Aunque la vieja fue muy bondadosa al nombrarme su heredero, sin embargo, no pienso reclamar nada... No desperdiciaré la oportunidad de conseguir una fortuna por una horrenda casa y unos cuantos dólares.

−¿Cuál fortuna conseguirá?

−De nuevo anda con las preguntas, señorita, ¿Acaso yo le he preguntado por qué quiere huir de su prometido? Un miembro del noble y opulento clan da Santana.

−¿Por qué lo dice así?

−Señorita, los da Santana son inmensamente ricos, los abuelos invirtieron fortunas en muchas cosas además de la siembra y venta del caucho. Poseen acciones de las minas de oro y de bauxita, así como de plantaciones de café y tienen grandes casas en otras partes de Brasil... Su prometido es más que un buen partido.

−De la forma en la que él vive aquí no creo que eso sea totalmente cierto.

−Oh. -Hizo un exagerado gesto de sorpresa. −¿Acaso no le ha contado la verdad de su mudanza a este lugar? -Sonrió con malicia. −No creerá que el señor da Santana vino por elección propia ¿Verdad? -Pausó. −Preciosa, esto es como una especie de castigo, algo así como un destierro porque desobedeció las leyes de su familia... Lo que pasó fue tema de conversación por mucho tiempo a lo largo del río, yo lo escuché estando en Manaos, y al parecer, se debió a una mujer.

−Me imagino de quien se trata, la que se casó con su hermano mayor, fin de la historia.

−¿Fin de la historia? -Soltó una risita. −Nada terminó allí, Tiago da Santana reaccionó muy mal cuando se enteró de la boda, es más, quiso obligar a la recién casada a huir con él pero dos meses después, su hermano lo encontró en el despacho de su propia casa a media noche, besando a su mujer sin nada de ropa... Ellos pelearon fuertemente, fue algo muy grave, y por eso lo enviaron a este lugar como forma de castigo... Por traición a su hermano mayor.

−Debió estar muy enamorado de ella. -Murmuró ella, él sabia lo incomoda que estaba.

−Todavía lo está, eso se lo aseguro.

Ella hizo silencio y le dio la espalda mientras él disfrutaba de lo que había logrado. Aunque no había mentido, toda esa información era confidencial y la había obtenido como parte de su trabajo en ese lugar. Solo estaba omitiendo los medios que utilizaba para conocer las vidas de sus victimas.

−¡Lo tengo! Se muy bien como saldremos de aquí. -Mille se volvió hacia él y ambos sonrieron.

 -Mille se volvió hacia él y ambos sonrieron

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El precio de mi libertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora