16: Rival

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−Vaya, mi tía es una excelente enfermera.

Ángel entró al despacho donde estaba Michelle. Había decidido pasar la tarde allí leyendo algunos libros de Tiago, junto a una taza de café y las galletas que Carmen preparaba de vez en cuando. Además, no sabía nada del brasileño desde el desayuno, muy dentro de ella deseaba verlo.

Sentada en el sofá cercano a la pequeña biblioteca, la pelicorta se giró hacia Ángel esperando una mejor explicación a lo que se quería referir.

−Lo digo por el paciente. -Especificó. −Ese hombre ya no esta enfermo, quiere comida, levantarse de la cama y bañarse.

A Michelle le dio un vuelco el corazón, excitada. Luego de haber reconocido a Josep lo que más quería era hablar con él, y esta era su oportunidad, solo debía esperar a que Carmen lo dejara solo otra vez.

−Que bien. -Bostezó. −Es una noticia maravillosa, sobre todo porque eso quiere decir que podrá  regresar a su hogar. -Hizo una pausa. −Sabes, Paulo estuvo aquí hace un rato... Su esposa se siente mal, tal vez tu puedas informárselo a Carmen.

−¿Qué? Oh no, debo decírselo ya mismo. -Pareció preocupado. −La esposa de Paulo está embarazada y es algo muy delicado... Discúlpeme, senhorita. -Se despidió con una inclinación de cabeza.

La pelicorta sonrió cuando se hubo sola una vez más. No había dicho una mentira del todo, estaba enterada de lo delicado que era el embarazo de esa mujer porque lo había escuchado de las sirvientas... Una visita de Carmen no estará demás, pensó al tiempo que salía del despacho.

Cuando oyó que la nana de Tiago se fue de la casa como un rayo, junto a su sobrino Ángel, se dirigió a la habitación de Josep. El hombre estaba sentado en la cama comiendo una sopa, cuando ella entró Josep la miró sorprendido, dejó a un lado el plato y se volvió completamente hacia ella.

−¿Quem é você? -Preguntó el rubio.

−Eso mismo quiero preguntarte yo.

Michelle se acercó a un lado de la cama y lo miró con fijeza, detallando cada cicatriz en su pecho desnudo. Por supuesto que era el Josep Hughes que vio en fotos, y jamás pensó que lo encontraría en esa situación, bajo esa circunstancia.

Su piel seguía siendo igual de blanca a pesar de algunas manchas y las cicatrices, que parecían ser de pequeñas cortadas, ahora su barba estaba mucho más rebajada al igual que su cabello, y podía ver el azul de sus ojos.

−¿Eres Josep Hughes? -Preguntó luego del largo silencio.

−Solo si usted lo dice, señorita. -Mille alzó una ceja sin comprender. −Recibí un golpe grave en la cabeza y no he podido recordar nada acerca de mí, ni como llegué hasta aquí.

−Oh, no. -Jadeó Mille. −Tú no... No puedes hablar en serio.

−Me temo que sí. -Frunció el ceño. −Y aunque para mí eso es algo muy importante, no entiendo por qué usted parece tan interesada... ¿Acaso nos conocemos? ¿Es mi novia?

El rubor llegó al rostro de Michelle e intentó tomar la compostura, cerró los ojos por un segundo y suspiró con cansancio. Luego negó con la cabeza cuando volvió la vista hacia Josep.

−¿Ya sabes dónde te encuentras?

−Me lo han dicho... En medio de la jungla del Amazonas, en una casa solariega que pertenece al hombre que me trajo para salvarme la vida. -Pausó. −Pero ese hombre es brasileño, y usted es inglesa.

−Así es, por eso necesitaba.. Necesitaba hablar con usted. -Hizo una mueca. −Quisiera contarle como llegué hasta aquí, y le aseguro que me retienen a la fuerza.

−¿Es una broma? -Su ceño se frunció mucho más.

−No, le juro que no. -Michelle apretó ambas manos. −Tiene que creerme, no me permiten salir de esta casa.

−¿Por qué no? -Josep hizo el intento de levantarse, ella se acercó para ayudarlo. −Si usted y yo nos conocemos desde antes, puede seguir junto a mí... Estoy seguro que la he visto a mi lado mientras estaba recuperándome.

−Sí, pero no es lo que está pensando. -Le advirtió apartándose. −Mire, solo tendrá que creer en mi palabra... Y también en que usted es Josep Hughes, así se llama.

−¿Tienes alguna prueba?

−Conocí a tu tía, me hablaba mucho sobre ti y me mostró fotografías. -Observó como Josep se recostaba en la cama otra vez. −Lamentablemente ella murió, pero dejó una herencia que compartió conmigo... La otra parte te pertenece a ti.

−Lo lamento, si tengo o tuve una tía, eso pertenece a las lagunas de mi memoria y parece no ayudarme en nada.

−Sin embargo, puede recordar el portugués perfectamente. -Michelle alzó una ceja al tiempo que cruzaba los brazos. −Conveniente, ¿No le parece?

−¿Qué trata de decir?

−Cuando entré usted habló en portugués... Algo asombroso para alguien que no recuerda nada de su vida antes de despertar. 

−Si lo hice tuvo que ser inconscientemente, señorita. -Inclinó la cabeza con una sonrisa. −En alguna parte de mi cerebro esta el conocimiento que no puedo controlar ahora, porque ni siquiera puedo entender una palabra de la señora que me cuida... Pero no se aflija por mi culpa, el dueño de la casa dijo que vendrá un médico de Laragosa para examinarme.

−¿Comentó cuando será eso?

−Dijo algo como... Amanha, lo que sea que signifique.

−Quiere decir mañana, o cualquier día dentro de un o dos años. -Michelle perdía la paciencia. −Verá, creía que usted saldría de aquí tan pronto como se recuperara, y así irme yo con usted.

−Wow. -Sonrió con más ganas. −Es un halago saber que una mujer tan preciosa como usted quiere huir conmigo... ¿Cómo se llama?

−Michelle Graham, pero esto no se trata de un juego ni mucho menos un intento de coqueteo, señor.

−De acuerdo, esta bien. -Cambió la expresión. −Pero si podrá notarlo, en estas condiciones no puedo ir a ningún lado, no recuerdo ni siquiera a donde debo ir.

Por un minuto todo quedó en silencio, Michelle pasaba sus manos por su cabello intentando mantenerse tranquila y poder convencer a Josep. Por su parte, el rubio tenía la mirada fija en dirección a la puerta.

−Boa tarde, senhor. -Michelle palideció cuando reconoció la voz. −Me alegra saber que se siente mejor... Y también ver que ya conoció a mi novia.

Tiago da Santana caminó hasta colocarse al lado de Michelle, ella solo lo miró de reojo. Josep alzó una ceja junto a una sonrisa coqueta mientras observaba a la pareja, sobre todo a la chica.

−¿Novia?

−Más que eso. -Corrigió Tiago. −Es mi futura esposa.

 −Es mi futura esposa

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El precio de mi libertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora