22: Nueva vida

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−¡No se detenga! -Gritó Josep apretando los puños.

Michellé lo miró con odio y frenó bruscamente. Ella no se consideraba una psicópata desconsiderada para no importarle atropellar a un hombre frente a niños y mujeres que observaban la escena desde varios metros atrás.

Cuando la camioneta se detuvo, él desconocido corrió hacia ellos y comenzó a hablar con desesperación, había suplica en su voz, mientras intentaba abrir la puerta donde se encontraba Michelle.

−Não percebo. -Intervino la joven. −Lo siento, no entiendo lo que dice... Habla muy rápido.

−Dice que la esposa de Paulo está apunto de tener un bebé. -Le tradujo Josep con rabia. −Dígale que le enviará un puro y ponga en movimiento esta porquería de auto.

−¡Pero es Anita! -Exclamó ella. −¡Oh, Dios! Por eso Paulo hablaba con Carmen... Seguramente fue a buscarla para que atendiera a su esposa.

−Esta gente se reproduce como moscas ¿Por qué tanto alboroto?

−Anita ha tenido embarazos muy delicados y ha perdido a sus bebés, necesita a Carmen para dar a luz... Pero, pero nosotros lo impedimos, ella ahora corre mucho peligro por nuestra culpa.

−Me está destrozando el corazón, por favor, no siga. -Respondió con burla. −Oh, mejor sí... Siga conduciendo.

−No lo haré. -Le aseguró. −Está en juego la vida de un bebé, Paulo es un buen hombre, uno de los trabajadores de más confianza para Tiago y merece que su esposa reciba los mejores cuidados. -Josep frunció el ceño. −Ahora, lo que pienso hacer es regresar y traer a Carmen.

−Respuesta equivocada, preciosa. -Dijo colérico. −Algo me decía que usted sería un problema, por eso tenía que tomar prevenciones...

El rubio llevó su mano hasta el bolsillo del pantalón y sacó el dije brillante que colgaba de su cadena dorada. Movió la mano frente a los ojos de Michelle al tiempo que dibujaba una sonrisa petulante y asquerosa.

−¿De dónde sacó eso?

−Vi que no la llevaba puesta esta mañana, así que me vi en la tarea de buscarla. -Soltó una risita. −Considérelo como el pago de su libertad, literalmente ya está afuera de esa casa, aunque todavía no lejos del Amazonas... ¿Lista para seguir hasta el avión?

−No pienso seguir a ningún lado, ni subir a ningún avión.

−Y eso, preciosa, solo la hace una tonta. -Su voz era áspera. −Yo no me voy a arriesgar por un niño y menos por usted, ya he tenido bastante con el imbécil de Tiago da Santana y sus intenciones para conmigo... Pero él cree que no sé lo que planeaba, hasta lo escuché hablar por teléfono anoche, estaba haciendo arreglos en mi contra para llevarme a prisión. -Michelle estaba sorprendida, ella no sabía de lo que hablaba. −No le voy a dar el gusto, no lo permitiré... Así que le ordeno que siga adelante y me lleve hasta la pista de aterrizaje.

−Si tiene que ir a alguna parte irá solo, no pienso seguir con usted.

−Entonces quédese aquí y siga fingiendo ser la prometida de ese imbécil.

A la pelicorta no le dio tiempo de reaccionar cuando sintió la mano de Josep estrellarse en su cara, justo cerca del labio que de inmediato se pintó de rojo sangre. Él se arrojó encima de ella para sacarla del vehículo, el hombre que estaba afuera intentó ayudarla pero no evitó que Michelle cayera en el barro lleno de monte.

−Yo me quedaré con esta bella piedra. -Señaló Josep al tiempo que cerraba la puerta. −Creo que me lo debe como una compensación por el dinero que le sacó a mi tía.

Michelle tuvo que recoger las piernas cuando la camioneta se puso en marcha una vez más, se quedó pasmada en el suelo por unos segundos hasta que el hombre a su lado le ayudó a levantarse con expresión de pánico en el rostro.

−Senhorita, meu Deus, senhorita Michelle.

El hombre se sentía impotente, intentó correr tras la camioneta dando gritos de insultos en su idioma pero Michelle lo detuvo. Era mejo dejarlo ir, sabía que nadie podría alcanzar a Josep y ella había sido una completa tonta por haber confiado en él.

−¿Onde é Anita? -Preguntó minutos después.

El hombre la llevó hasta una casita cerca del sendero, allí se encontraban otras mujeres que se quedaron asombradas al verla a ella y no a Carmen. La embarazada estaba en la cama de una habitación, moviéndose de un lado a otro mientras gemía por el dolor.

Todas veían a Michelle boquiabiertas, ella por su parte intentó reflejar calma a través de su sonrisa pero la boca le dolía una barbaridad.

En lo único que pudo pensar fue en acercarse a la cama, se colocó al lado de Anita y le tomó la mano para darle ánimos de esa forma. Lo había visto muchas veces en las películas, tal vez era algo que sí funcionaba. Era extraño pero su presencia allí parecía ejercer un efecto tranquilizador. 

Anita dejó de moverse inquieta y se quedó observando los ojos de Michelle, aferrándose a su mano como si fuera un cabo salvavidas. Como pudo, la pelicorta comenzó a dar indicaciones y poco a poco las mujeres fueron teniendo a la mano todas las cosas necesarias para recibir al bebé.

−Todo va a estar bien, Anita. -Murmuró. −Vas a tener un hijo... Un hijo grande y saludable, posiblemente le guste jugar fútbol y lo seleccionen para el equipo de Brasil.

Ella continuó hablando, aunque tal vez nadie en la habitación entendía ni una palabra de lo que decía, pero su calmada voz generó paz y confianza, Anita le sonrió antes de comenzar a pujar y minutos después un nuevo llanto se escuchó entre ellas.

Michelle tomó al bebé en sus manos, era pequeño, rosadito, resbaloso y era... Un varón. La pelicorta sonrió con los ojos cristalizados, era la primera vez que presenciaba algo así, no frente a la pantalla de un televisor. Ni siquiera su hermana la había hecho tía todavía pero ahora sabía lo que se sentía tener a un recién nacido en brazos, y era algo hermoso.

No pasó más de diez minutos cuando Carmen y Paulo entraron corriendo a la habitación, Michelle pudo respirar con normalidad pensado que, por lo menos, ella no tenía que cortar el cordón umbilical.

−¡Senhorita, aquí esta! -Ángel se acercó a ella cuando estuvo fuera de la habitación. −El patrão... Piensa que usted se ha ido, la siguió... Fue a buscarla con muchos soldados.

 Fue a buscarla con muchos soldados

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El precio de mi libertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora