17: Besos atrevidos

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Una vez que las presentaciones acabaron Tiago tomó a Michelle del brazo y la llevó fuera de la habitación. Josep, por su parte, nunca dejó de mirar a la joven, le resultaba curioso toda la escena que sucedió allí.

−¿Acaso hablo mal tu idioma? -Preguntó el brasileño cuento estuvieron en el pasillo.

−¿Qué quieres decir?

−Te pedí que no te acercaras a él. -Su tono fue duro. −Y a pesar de eso, te encuentro en su habitación, casi a su lado, ¿Por qué?

−¿Por qué no me habías dicho que ese hombre es ingles? -Replicó ella.

−Porque para ti no es algo importante. -Su enojo era evidente. −¿O me equivoco? ¿Acaso significa que tienen un parentesco sagrado por ser del mismo continente?

−Sí es algo importante, como el hecho de que perdió la memoria... Si yo pudiera hablar con él constantemente, recordar cosas de nuestro país, tal vez podría ayudarlo.

−Escucha, este es tu país ahora, tu hogar es aquí. -Declaró con su tono frío. −Además, tarde o temprano ese hombre recuperará sus recuerdos sin tu ayuda. -Dio un paso hacia ella. −Es la última vez que te lo advierto, Michelle, mantente alejada de él, de lo contrario, me enfadaré mucho contigo.

−Estoy temblando. -Respondió desafiante.

−Veo que solo hay una forma de tratarte. -Dijo antes de tomarla por los brazos y abrazarla con fuerza.

−Déjame ir.

−Jamás.

El brasileño acercó su rostro al de ella lentamente, observando como Michelle cerraba los ojos con fuerza y trataba de alejarse. Pero nada de lo que hiciera podía evitar lo que él estaba por hacer.

Unió sus bocas en un beso intenso, sensual, hambriento. Todo el cuerpo de Tiago ardía en deseo y ella lo podía sentir, porque ella se sentía de la misma forma por primera vez. Era como si le adsorbiera todo el aliento de los pulmones, toda la humedad de su boca.

Michelle sintió que la cabeza le comenzaba a dar vueltas, sus piernas temblaban y su boca quería más de Tiago. Sin embargo, él se alejó, solo un poquito, para verla a los ojos.

−¿Me deseas, carinha? -Su ronca voz la sacudió más de lo que ya estaba.

Ella estaba en shock, no sabía si debía responder o simplemente echarse a correr. Literalmente, era la primera vez en su corta vida que se sentía de esa forma... ¿Es por qué ya no soy virgen?, se preguntaba.

Ante el silencio y las mejillas rojas de la pelicorta, Tiago la pegó contra la pared y volvió a atacarla con un segundo beso, pero en esta ocasión también usó sus manos para acariciar su vientre y subir poco a poco hasta su pecho.

−¡Senhor! -Carmen estaba frente a ellos con cara de espanto. −¡Basta ya!

Con un jadeo de frustración Tiago soltó a Michelle y retrocedió, eso bastó para que la joven corriera a su dormitorio con el rubor hasta en su frente. Cuando entró se arrojó a la cama, sepultó el rostro en una almohada con los puños apretados, despreciándose a si misma por haber caído hasta ese punto.

¿Qué le sucedía?, quiso saber con desesperación. Las cosas estaban ya bastante mal... ¿Cómo pudo ofrecerse a él en medio de un pasillo?, ¿Cómo puede ser tan tonta?

Le era perturbador ver lo cerca que estuvo de entregarse a Tiago de manera voluntaria. Jamás pensó que pudiera ser capaz de experimentar esas sensaciones tan abrumadoras, o que su cuerpo pudiera ser un traidor. 

El precio de mi libertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora