15: El paso de los días

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Tiago.

Una vez más le di un trago a mi vaso de whisky mientras contemplaba la selva con la poca luz que quedaba del día, desde que llegué he estado encerrado en mi oficina. Afuera no hay nada nuevo que merezca mi atención, solo ella. No, ella no.

Si le parezco tan desagradable es mejor que le de su espacio, no lograré nada estando encima. Me lo hace entender encerrándose también en su habitación, así que solo le estoy dando la oportunidad de salir a caminar mientras permanezco aquí.

Desde ese día en que ambos nos retamos los recuerdos comenzaron a llover en mi cabeza una vez más, como si todo hubiera pasado solo hace unas horas.

Recuerdo cuando la conocí, la sonrisa que me regaló el primer día de clases y que no pude olvidar. Y cuando la traje a Brasil por primera vez para que conociera a mi familia, entonces no podía imaginarme que eso sería un gran error. O cuando le declaré mi amor y ella me correspondió plenamente entregándose a mí esa noche.

Sin embargo, también recuerdo las miradas de mi hermano hacia ella, las cuales nunca presté la suficiente atención. 

Aprieto los puños tan fuerte que el vaso podría quebrarse pero decido relajarme y volver a mi estado normal, eso ya es parte del pasado, aunque Michelle me haya hecho recordarlo todo.

Michelle.

Esa tarde Michelle había pasado las horas encerrada en la habitación confeccionando su nueva ropa, sin embargo, siempre se veía interrumpida por sus propios pensamientos.

¿Acaso era verdad lo que decían sobre que el desamor y las traiciones amorosas pueden cambiar a las personas?, se preguntaba ella. ¿El rechazo que obtuvo Tiago da Santana lo había vuelto la clase de hombre que era ahora?

De ser así, debió amarla lo suficiente para que el dolor transformara todo su ser. Una extraña sensación recorrió su garganta. Ciertamente eran pocas las mujeres que encuentran un hombre que realmente se enamore.

Pero tenía que recordar que, a pesar que la experiencia de Tiago con ese amor no correspondido lo amargó y lo hizo temeroso a las relaciones serias, tampoco lo obligó a llevar una vida de celibato. Lucy Preston era una evidencia de eso.

El brasileño solo buscaba eso. Una relación física con una persona dispuesta y con experiencia, sin ningún compromiso. Y en vez de eso... ¡Oh, vamos! se amonestó al pensarlo.

−Eres la mujer con quien se quiere casar. -Se habló a sí misma. −Pero jamás le importarás de esa manera.

Bajó la mirada hacia el nuevo vestido que había confeccionado y pensó en que necesitaba planchar las costuras. Hablaría con Ángel para que él se encargara de pedírselo a alguna de las sirvientas.

¿Cómo sería si Tiago se enamorara de ella... Tan profundamente como se enamoró de esa joven?, se preguntó.

De pronto abrió los ojos con sorpresa reaccionando a su pensamiento tan repentino, con sus manos apretó la prenda hasta que un alfiler traspasó la piel de su debo. La pelicorta maldijo por lo bajo llena de enfado, no por haberse pinchado, sino por lo que acababa de preguntarse.

A eso la conducían sus estúpidos pensamientos, se dijo mientras chupaba la sangre del dedo. Sentía algo más que dolor, en ella había una agonía lo bastante profundo como para sofocar su corazón y su mente. Impaciente, soltó el vestido y pensó en tomar más tela para hacer otro modelo pero de repente ya no tenía suficiente paciencia.

Además, ya se había hecho la hora de la cena. Consultó su reloj con la intensión de dirigirse directamente a la sala de jantar, pero cuando salió al pasillo vio a Carmen salir de la habitación donde se encontraba el hombre desconocido.

Cuando la mujer desapareció sin darse cuenta de Michelle, ella se deslizó hasta la puerta entreabierta y se asomó. No había nadie, excepto la figura en la cama que respiraba con dificultad.

La pelicorta se acercó sin hacer ruido y lo miró. El hombre se movió murmurando inquieto en su delirio, esta vez ella no pudo comprender ni una sola palabra. Todavía no podía estar segura de que el rostro macilento y sin afeitar fuera o no el de Josep, solo el tiempo lo confirmaría.

Cuando se hubo acercado hasta la cama completamente, tomó la mano del herido y sintió el calor febril con el pulso sumamente débil.

−Por favor, recupérate. -Le murmuró antes de salir. −Te necesito con desesperación, tu eres mi cabo salvavidas para salir de aquí.

Luego regresó al pasillo decidida a irse a comer antes que Carmen regresara y la sorprendiera allí, o peor, la viera Tiago.

Y así fueron pasando los días, cada vez que la pelicorta tenía la oportunidad iba hasta la habitación del paciente para verlo a escondidas. Para ella cada día pasaba más lento que el anterior y el hombre seguía en el mismo estado deplorable.

Todo se había convertido en una rutina. Ángel le enseñaba portugués, ella confeccionaba un nuevo pantalón y un suéter de color crema, a Tiago solo lo veía en las comidas y en la hora del té en su despacho. No obstante, le parecía que él trataba de evitarla y tal vez, eso estaba bien.

Michelle tenía más participación en la casa, las sirvientas siempre le consultaba preguntándole la comida que debían preparar para el almuerzo. Era poca la timidez en ella y descubrió que le agradaba la sensación de ser parte de algo, además, le parecía fascinante ver como funcionaba ese hogar en un medio ambiente tan aislado.

Aunque cazaban en la selva, casi todas las provisiones provenían de Laragosa y había un cuarto congelador en donde se almacenaba la carne y otros productos perecederos. Aún cuando había electricidad en toda la casa, era muy poca la que se usaba.

Todo allí podía parecer primitivo y a la vez impresionante, como fuera, a ninguno de los miembros de la servidumbre le afectaba en absoluto, y mucho menos al dueño.

A veces cuando se quedaba ayudando en la cocina, veía de reojo que Tiago se detenía a mirarla por unos instantes. Sin embargo, siempre se quedaba en silencio, aún cuando estaban a solas, él mantenía la boca cerrada y el rostro inexpresivo. Tal vez se arrepentía de su franqueza al hablarle sobre su enamoramiento.

Por las noches había algo que la perturbaba más que cualquier otra cosa. Se sorprendió a ella misma buscando el olor de Tiago en la cama, ahora pensaba cada vez más en él... En su figura masculina, su cabello alborotado, la sonrisa sincera que pocas veces había visto en él y la forma en que la besó aquella vez.

Era evidente que sentía algo por Tiago, no lo podía negar pero si podía desecharlo. Ella no aceptaría esos sentimientos hacia él, estaba segura que cuando saliera de ese lugar y estuviera muy lejos del Amazonas, Tiago solo sería parte de un pasado que nunca debió suceder.

−Josep. -La pelicorta susurró antes de morderse la lengua, esa mañana al fin pudo reconocer al desconocido.

 -La pelicorta susurró antes de morderse la lengua, esa mañana al fin pudo reconocer al desconocido

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El precio de mi libertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora