Necesitar y querer

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Pudieron oír el fluctuar de la cortina detrás suyo pero antes de que atinaran siquiera a darse vuelta el sonido de unos pasos y la voz jubilosa y masculina de alguien familiar llamó su atención —¡Buenos días! —exclamó el recién llegado.

Naruto se volteó a ver a dicha persona con una sonrisa, mientras que Sai solo contempló al recién llegado con total indiferencia. En ese instante, el rubio pudo ver cómo las facciones de aquel muchacho –que acababa de ingresar a Ichiraku- se tornaban lentamente en unas de absoluto desdeño. Kiba, quien acababa de detenerse en seco, yacía de pie envarado mostrando ambos colmillos de forma amenazante a Sai, quien continuaba contemplando al castaño como si se tratara de un objeto inanimado. Lo cual, parecía enfurecer aún más al miembro del clan Inuzuka. Aparentemente, Kiba no había olvidado el insulto que Sai le había profesado años atrás, lo cual era entendible. Él mismo había deseado golpear a Sai en varias ocasiones.

Naruto, sonriendo aún más ampliamente, decidió intervenir. Atrayendo la atención del recién llegado sobre su persona, en vez de Sai —¡Kiba! —exclamó, dándole una fuerte palmada en la espalda.

El mencionado frotó su espalda adolorido y, bufando, tomó asiento a su lado. Aún con la vista fija en el chico de cabellos negros sentado al otro lado, junto a Naruto —Hola Naruto... Sai...

Este último, simplemente se limitó a asentir. Sonriendo descarada y falsamente al recién llegado. Preguntándose todo el tiempo porqué percibía un borde levemente hostil por parte de éste, oyendo su propio nombre salido de entre aquellos colmillos algo más agresivamente de lo normal. Desconcertado completamente de cómo debía reaccionar. Aún así, recordó que lo adecuado en situaciones de interacción social como aquellas era sonreír y dar la bienvenida, y dado que ya estaba sonriendo, replicó —Buenos días.

Kiba gruñó pero dejó pasar la situación, lo cual alivió a Naruto; ya que había temido que Sai dijera alguna otra tontería, de las que habitualmente solía decir, que pudiera provocar al Inuzuka. Sin embargo, y afortunadamente para él, tal cosa no pasó; y la agitada actitud de Kiba se calmó al instante.

En ese momento, la presencia de una segunda persona, de la cual no se había percatado hasta el momento, llamó la atención del rubio. Una suave y gentil voz atravesó el ambiente hostil, quebrándolo por completo, haciéndolo –por un instante- desaparecer —B-Bue-Buenos d-días, N-Naruto-kun.

Desconcertado de no haberla notado hasta entonces, parpadeó tontamente. Sin embargo, su expresión se tornó una de sincera alegría al verla. Y es que había algo en Hinata, algo en aquellos gentiles ojos blancos, algo en aquella amable sonrisa, que le resultaba sumamente agradable; aunque no pudiera identificar exactamente de qué se trataba o qué era —¡Oh! ¡Buenos días, Hinata! No te había visto...

La joven tímidamente asintió y bajó la mirada. Ocultando su rostro de la vista del rubio tras una larga cortina de cabello oscuro. Es extraña. Pensó este, ladeando sutilmente la cabeza y frunciendo el ceño. Contemplándola, todo el tiempo, caminar hasta el taburete vacío que se encontraba junto a Kiba y sentándose en él. Su vista, entonces, se posó en el castaño quien –una vez más- lucía fastidiado por algo. Quiso preguntar, pero éste dio vuelta la cabeza y comenzó a hablar con Hinata. Ignorándolo a él por completo.

Decidió, entonces, volverse nuevamente hacia su tazón de ramen; el cual comenzó a ingerir una vez más con sumo placer. Sintiendo el calor de la sopa descender lentamente por su garganta y el sabor salado y harinoso de los fideos sobre la punta de su lengua. Decir que estaba delicioso, en su opinión, no era su suficiente. Pensó, entonces, que aquella palabra le quedaba chica. Demasiado. Pues para Naruto, el ramen, no era solo una comida –como muchos creían. Era un pequeño placer, si. Pero era algo más, mucho más. El ramen le recordaba a la primera persona que había cuidado de él, a Iruka, y lo que se sentía ser tomado en cuenta por alguien.

4X: Un nuevo comienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora