De promesas, sueños y amores rotos

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Contempló hacia abajo, pequeñas luces como luciérnagas empezaban a reunirse lentamente, poco a poco, a amontonarse en la calle debajo de la torre donde se encontraba el despacho de la actual Hokage, Tsunade. No, la anciana mujer (que no aparentaba serlo) había decidido desistir del puesto, dar un paso al costado pues se consideraba demasiado vieja (aunque nunca, nunca jamás, Tsunade fuera a decir esa palabra en relación a ella) y había decidido delegarle el puesto de Hokage a él ¿Por qué? Naruto no tenía idea, ni siquiera había podido cumplir su promesa (no aún) y eso –en su opinión- no lo autorizaba para aceptar el puesto todavía. No era que no lo deseara, no, pues ser Hokage era lo que siempre había soñado y deseado y era la razón por la que Naruto se había entrenado todos aquellos años. Era la razón por la que se esforzaba y se había esforzado tanto a lo largo de los años. Solo para probarle a la aldea, al resto, a todos aquellos que le habían dedicado esas miradas de rechazo y esos ojos de odio y temor y terror y repulsión que tanto lo habían dañado, que él era igual que todos ellos. Que él también pertenecía a la misma aldea, y que él también llevaba la voluntad de fuego en su interior; tal y como el resto. Porque Naruto no era la excepción, aunque los demás lo hubieran tratado como una por el estúpido zorro de nueve colas en su interior, y eso era lo que había estado decidido a probar.

Y lo había logrado, con los años, la gente, las personas poco a poco habían empezado a reconocer su existencia. A reconocerlo como un igual y no como un monstruo. Había sido un camino largo y difícil y lleno de rocas, pero lo había logrado. No solo las personas que en un principio se habían acercado a él de todas formas, como Chouji, Shikamaru y Kiba (con quienes siempre estaría agradecido); y Sasuke y Sakura, quienes a pesar del brusco inicio que habían tenido se habían vuelto importantes para él; sino el resto también. Poco a poco, se había ganado el respeto del resto, de personas con las que rara vez había hablado, como Shino y Hinata e Ino (quien siempre lo había considerado un perdedor), y como Lee y Tenten y, extrañamente, Neji. Se había ganado el respeto de la actual Hokage, Tsunade, también y del anterior. Y el de Kakashi y el resto de los sensei (a quienes en un principio solo había supuesto una molestia, incluyendo a Iruka quien siempre había tenido fe en él. Uno a uno, se había esforzado por ser reconocidos por ellos y ahora la lista parecía interminable. Y sabía que debía estar feliz por ello, y lo estaba, sumamente feliz, pero no podía dejar de pensar en Sasuke. Sasuke, quien permanecía en una cama débil e inconsciente y aguardando su muerte. Y no podía dejar de pensar en la promesa que le había hecho a Pain, Nagato, antes de morir; la misma promesa que se había forzado a cumplir como deseo de su sensei. De Jiraiya. Esa promesa de paz, de traer la paz al mundo. Él lo había prometido y aún, a sus 18 años de edad no había cumplido ninguna de las dos promesas. Ni la que había hecho al ex líder de Akatsuki y Jiraiya ni a Sakura, y eso era más que razón suficiente para él para considerarse aún demasiado joven para Hokage. Había demasiadas cosas que hacer antes de que pudiera ser el Hokage que había deseado ser; porque aunque no lo pareciera, Naruto no solo había ido corriendo por allí gritando que algún día sería Hokage (como muchos lo habían interpretado), sino que lo había dicho sinceramente, y había pensado en ello mucho y había dedicado noches enteras de insomnio al respecto. Y había deseado ser como el cuarto (cuando aún ignoraba la verdad) o mejor que él. Había deseado ser como su padre, sin saberlo y esa era una ironía en la que Naruto no pensaba demasiado. Porque él prefería actuar. Y actuar había hecho desde que le había sido permitido.

Volvió a observar las pequeñas luces debajo de la terraza de la torre, moviéndose en el silencio de la noche. Personas, las luces eran personas pero, para Naruto, las personas eran luces. Luces apagadas y opacas, otras brillantes y deslumbrantes, otras suaves y sutiles; luces capaces de brillar cuando se lo proponían. Él siempre había visto las cosas de esa forma, el mundo en blanco y negro, y hasta el momento le había funcionado. Con una excepción, y esa era Sasuke. Pero, no por eso, se rendía ni lo haría. Y era, justamente por ello, por lo que Naruto había aceptado ser Hokage tres días atrás; cuando aún no se sentía listo para hacerlo ni digno para ello.

4X: Un nuevo comienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora