Sueños y promesas

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Él era una soñador, en el más fuerte sentido de la palabra; porque se atrevía a serlo, porque ser atrevía a soñar, y a seguir soñando, aún sabiendo que los sueños eran solo eso. Sueños, opuestos por lógica a la realidad. Lejos de ella, fuera del alcance de uno, difíciles de alcanzar. Pero Naruto consideraba mejor vivir su vida extendiendo la mano a algo que quizá nunca sería capaz de alcanzar que vivirla lamentándose de lo distinta que era en verdad la vida de los sueños. Porque lo era, él mejor que nadie lo sabía. Aún así, no dejaba de soñar con los ojos abiertos, porque soñar lo mantenía en movimiento y avanzando. Algo que nada en el mundo jamás lograría. Por esa razón, soñaba que Sasuke volvería, regresaría algún día, sin el gran agujero que llevaba en su pecho donde debería estar su corazón. Naruto pensaba que, por seguridad, Sasuke lo había escondido en otro lado. El deseo, el sueño, de estar en lo cierto lo reconfortaba. Para Naruto, Sasuke no estaba muerto.

Naruto también soñaba con Sakura, habitualmente lo hacía, porque ella era todo de lo que los sueños están hechos. De promesas y sentimientos de pertenencia. Todo de lo que la realidad no está hecha. En ella, Sakura no le pertenecía a él y, aunque la promesa no estaba rota –porque él nunca rompía una promesa- la promesa lo estaba rompiendo a él. Pero uno se aferra a los sueños, porque la realidad tiene pocos lugares de donde aferrarse. Lograr sonsacarle a Sakura una sonrisa, aún si no fuera creada por él, era una de esas.

Por esa razón, sonriendo jubilosamente como siempre lo hacía y con el entusiasmo de verla brillar, respondió —Danzou está muerto. Buscaremos a Sasuke. Lo traeremos de vuelta —regocijándose en la vista de la sonrisa genuina que se extendía en aquel momento por los labios rosados de la chica. Sus ojos verdes dentelleando con la esperanza desbordante propia del color. Para Naruto, Sakura era esperanza.

Siempre deseando, siempre esperando, que todo funcionara como se suponía que debía funcionar. Ino habitualmente se reía de ella por ello, pero a Sakura no le importaba. Ino podía haber perdido la fe, le podría repetir mil y una veces que la gente que moría no podía regresar (y eso incluía, para ella, a Sasuke), le podía asegurar que quienes se perdían jamás regresarían, pero Sakura no la escucharía. No le haría caso, no le creería. Porque Sakura aún era una niña, en el cuerpo de una mujer capaz de quebrar con solo su fuerza todos los huesos de un ser humano, pero que solo deseaba conservar su inocencia todo lo que el mundo se lo permitiera. Y no la dejaría ir con facilidad, porque hacerlo significaría convertirse en todo lo que más odiaba y temía. En todo lo que amaba. Hacerlo la convertiría en Sasuke, y de esa forma jamás sería capaz de salvarlo. Salvarlo, para Sakura, era lo más importante en su vida. Más importante que su vida misma. Naruto existía para evitar que Sakura se matara en el intento de encontrar el corazón que ambos buscaban desde hacía tantos años.

—¡Tsunade-shishou! —exclamó la pelirrosa, caminando rápidamente hasta donde se encontraba Naruto y deteniéndose a su lado—. En ese caso, debemos apresurarnos.

El rubio sonrió, observándola de lado con completa devoción. Sakura era hermosa, contraria a la opinión de muchos. Sus rasgos eran finos y fuertes, pero perfectamente delineados. Así como su corto cabello daba a la joven una extraña sensación de fortaleza y rudeza, a pesar de su suave color rosado; que claramente expresaba feminidad. Naruto nunca le había dicho pero realmente prefería como se veía su cabello corto a cómo lo hacía largo, sin embargo, Sakura solo lo golpearía por simplemente decirlo. Los piropos, más aún provenientes de él, habían dejado de ser importantes para ella. Ino podía recibirlos todo, por lo que a ella le importaba, Sakura no los quería. Ella solo quería ser reconocida por su fortaleza, y solo deseaba salvar a Sasuke. Además, la insensibilidad de Sai probablemente le había quitado todo deseo de volver a oír un cumplido de nuevo.

Aún así, a pesar de su exterior rudo y su porte fuerte, Sakura hacía honor perfectamente a su nombre. Ella era frágil y ligera como la flor por la que había sido nombrada y tendía a caer fácilmente con el viento. Caer en toda su belleza y plenitud. Eso deseaba Sakura, no marchitarse en el árbol al cual estaba forzada a vivir, sino caer en su máximo esplendor, en batalla, para que Sasuke pudiera verla y –quizá- atraparla antes de tocar el suelo. La flor Sakura, como la vida, era breve, intensa y fugaz. Y así se aseguraba de vivir la suya la pelirrosa. Sin perder tiempo alguno.

4X: Un nuevo comienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora