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Me acerqué a la puerta de la vieja y pobre casa, saque de mi bolsillo de mi sudadera la llave para poder abrirla, ya que le había puesto seguro para que el niño no pudiera salir y delatar mi cometido, además de que quiero que permanezca aquí mientras pienso una estrategia para llevármelo conmigo.

Abrí la puerta con mucho cuidado, el chillido de la puerta no ayudo mucho, entré y cerré la puerta, mire a mi alrededor, todo estaba igual, la sangre seca adornaba el suelo, el olor era algo desagradable, y eso me dio algo de asco, sangre pasada su olor es horrible, mis ojos se fijaron en la habitación dónde se que mi pequeño sangre fresca se encuentra ahí pues su dulce y delicioso aroma me lo confirmo, pero antes de verlo quisiera darle un poco de buen olor a este asquerosa casa.

10 minutos después, termine trapeando y quitando cada rastro de sangre que había en todo el suelo, limpiar no es lo mío, para nada mío, pero el olor de sangre podrida me estaba mareando, el aromatizante lo había sacado de la estantería que tenía está pareja para limpieza, y ahora sí, el olor cambió, ahora un rico aroma a naranja inundaba el suelo y todo el lugar, guarde todo en su lugar, lave mis manos, tome el sándwich y la botella de agua que había dejado en el viejo sofá, con pasos lentos me acerqué a la puerta de la habitación dónde tendría más bien tiene que estar mi pequeño.

Acerqué mi nariz y la puerta y su olor llegó nuevamente, si, ahí estaba, como se lo había pedido, pero ¿Ya habrá comido algo? Rápidamente me acerque al pequeño refrigerador que tenían, ¡Mierda! No hay nada, no había ningún rastro de comida o agua, entonces eso significa que mi niño no a comido nada desde hace ya 24 horas, volví a acercarme y toque la puerta lentamente.

No tuve respuesta alguna, volví a tocar, pero nuevamente fui ignorado, tome la perilla de la puerta para poder abrirla pero está seguía con seguro.

—¿Niño? ¿Estás ahí? —Volví a tocar pero tampoco hubo respuesta. —Oye, porfavor contesta, tranquilo no vengo hacerte daño.

Pegue mi oreja en la puerta para poder detectar algún sonido, nada, estaba empezando a preocuparme, el pequeño no debería de estar muerto, no no, empecé a forzar la cerradura para poder entrar, necesitaba ver a mi pequeño.

—Vallase.

Mis ojos se abrieron por completo, al escuchar esa linda y chillona voz, mi corazón empezó a saltar de alegría, y mi sonrisa se agrando, mi pequeño está vivo ¡Esta vivo!

—Joder niño, me asustaste, ¿Porque no me contestabas? Estaba a punto de romper tu maldita puerta. —No volví a escuchar ninguna respuesta, maldición, debo de calmarme. —Oye, lo siento, no quería hablarte de esa forma.

—¿Que quiere? —Contesto.

—Yo, solo vine a traerte algo de comer.

—No lo quiero.

Fruncí el ceño ante lo que dijo, ¿A caso no quiere comer? Pero que se cree.

—¿Como dijiste?

—Que no lo quiero, vallase.

Estás empezando a molestarme, se ve que es un niño malcriado y chiquiado, pero se le quitará cuándo viva conmigo de eso me encargare yo.

—¿Cómo que no quieres comer? Vamos niño no tengo tiempo para tus berrinchitos, se que aún eres un chiquillo pero debes comer.

—Ya le dije que no, ahora ya vallase. -No ahora sí mi paciencia se ha ido a la mierda, tome con fuerzas la perilla, y empecé a forzarla para romperla. —¿Q-Que es lo que hace?

—Voy a entrar a darte de comer.

—¡Pero ya le dije que no lo quiero!

—¡Eso a mí no me importa voy a entrar!

Mi sangre fresca »Kookmin«Donde viven las historias. Descúbrelo ahora