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La tarde caía en la casa de los Nakamori, Aoko preparaba los platillos listos para servir a ella y su padre, que volvió temprano del trabajo y ahora leía un periódico esperando el momento para comer.

Una vez terminado los dos platos, los coloco en la mesa y comenzaron a comer en tranquilidad. Demasiada tranquilidad para el inspector.

—Pensé que Kaito vendría a comer

—Esta durmiendo en su casa, agotado

—¿Agotado ese chico? ¿Le sucedió algo?

El suspiró se le escapó de sus labios, sin importarle realmente. Dejo los utensilios de lado para explicarle a su padre.

—Si no es por montañas de tareas de la universidad, son los trabajos a medio tiempo de los que necesita dinero. Sin darse cuenta se sobrecarga de estrés, tengo...miedo de lo que pueda sucederle más adelante si sigue así

Vio como tintes de desesperación la envolvían, tristeza, preocupación por una persona querida, conoce al chico desde que es un niño, todos esos años no son en vano.

Sufrieron la muerte del gran Kuroba Toichi, junto a la separación total de su esposa, la madre de su hija, los sucesos hicieron que se volvieran juntos una familia, pero la mujer del difunto gran mago no pudo con el dolor de perder a su esposo, por lo que lo dejó al cuidado de su hijo sin razones exactas, entendiendo el sentimiento que podría pasar la mujer la dejo irse, prometiendole que lo criaria lo mejor posible.

Volvía a ver a su pequeño sin fecha fija, por lo que no fue fácil criar a dos niños solo, aún se pregunta cómo lo consiguió. Llamadas, mensajes y visitas breves eran lo único que hacía sentir a Kaito que su madre seguía con él, junto con Aoko trataron de subir el ánimo, no sabían si funcionó completamente, pues al crecer no podía diferenciar una sonrisa real de una falsa en su rostro, aprendió a ocultar sus emociones como su padre al estar frente al público.

Intento decir lo que pudiera consolarla, pero con lo delicado de lo que pasó era normal que el chico quisiera llenar su cabeza de lo que sea, no pensando lo que sucedía actualmente en su vida y a la vez consciente de ello.

—Aoko, no es mucho lo que podamos hacer por él, solo apoyarlo y cuidarlo en lo que seamos posibles— al terminar de decirlo, continuo comiendo.

—...Supongo que tienes razón, es lo único que podemos hacer. Pero es por eso que siento tanta impotencia— gotas brotaron de sus ojos lentamente, hipeando lo más bajo posible, reteniendose.

—Lo lamento hija, el asunto no nos concierne

—¿¡Como que no!? ¡Kaito es de la familia desde siempre, no podemos ignorar lo que le ocurre!

—No lo hacemos, estaremos a su lado en cualquier momento que así lo quiera

Mordió sus labios, y dejó salir las lágrimas acumuladas, no aguantando más. Vio frente suyo, sin poder hacer nada que consolarla en silencio, también preocupado de la actitud que poseía ahora ese joven, se paró de su asiento y la abrazo, dejando que se desahogara en su pecho, orando que pasará de forma rápida e indolora para todos.

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Las sombras cubrían completamente la sala, sintiendo que no estaba en ningún lugar, lo que le daba cierta paz. El sonido de la alarma interrumpió su descanso en las sábanas que lo envolvían, saco su mano apagando el molesto ruido para sus oídos, sin ganas se levantó para otro día de universidad a la cual asistir.

Fue al baño en su pijama, viendo las ojeras bajo sus ojos denotando las pocas horas de sueño que tuvo, se lavo su cara ya acostumbrado a ver lo que su reflejo le devolvía, un hombre agotado de la vida misma.

¿Porqué no?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora