W- Whisky
De nuevo dio un gran trago a su vaso, deseando que de su mente se borraran aquellas terribles imágenes que acababa de presenciar. ¿Cómo podía reponerse alguien de algo tan horrible? ¿Cómo podían seguir adelante después de ser testigos de semejante injusticia?
Pero no podía culpar a nadie, no podía hacerlo, todo era culpa suya.
Un leve gimoteo le llegó de la habitación contigua, y al escucharlo de nuevo se reprodujeron aquellas imágenes en su mente, torturándolo, porque eso era lo que se merecía después de lo ocurrido, no su mujer, no aquella chiquilla ignorante a la que había desposado años atrás y a la que había engañado una y otra vez.
El llanto de Lydia lo atormentaba sin cesar, y él solo podía seguir bebiendo, esperando que de esa forma el dolor desapareciera. ¿En qué momento se había convertido en un monstruo? ¿En qué momento había perdido el norte?
Y todo por el alcohol, todo por culpa de aquel maldito elixir que le hacía perder la conciencia de sus actos y lo desinhibía. Se quedó observando el fondo del vaso, reviviendo una vez más lo sucedido.
Aun le costaba procesar su incompetencia, su negligencia cuando horas atrás había llegado a casa borracho, como tantas otras noches, y se había encontrado a Lydia esperándolo en lo alto de la escalera. Con intención de encandilarla y tener una última diversión aquella noche, había subido a duras penas la escalera, llegando ante ella, y abrazándola con fuerza, notando como ese vientre abultado de cinco meses chocaba contra él.
Como otras tantas veces había intentado besarla, pensando que ella accedería sin pegas, pues sabía que la tenía a sus pies. Que estúpido había sido al pensar aquello y no percatarse de las lágrimas en sus ojos, o de sus ojeras producidas por el largo rato llorando.
En lugar de aceptar sus besos como siempre, Lydia había intentando apartarlo de ella, pero él no había estado dispuesto a que ella arruinara su diversión, así que había insistido de nuevo, forcejeando entre ellos. Y había sido entonces cuando todo se había ido al traste.
En un mal movimiento intentando apartarlo, Lydia había errado y había caído por las escaleras sin remedio, quedando completamente inmóvil en el suelo. Al ver a su esposa de aquella manera, la sobriedad había vuelto a él, que de inmediato había ido hasta ella y la había tomado en volandas para dejarla en el lecho e ir en busca del médico.
El doctor se había marchado hacía al menos una hora, con la peor de las noticias posible, Lydia había perdido a la criatura que esperaba, a su propio hijo. Él, con sus juergas y sus estupideces había provocado esa terrible pérdida.
Aun no se había atrevido a entrar en la habitación para ver a su esposa, sabedor de que él era el único culpable, convencido de que su mujer jamás podría volver a mirarlo de la misma forma. Y al pensar que esa chiquilla escandalosa no volvería a buscarlo y alardear de él ante la gente, como le encantaba hacer, le revolvía las entrañas.
¿En qué momento se había acostumbrado a ella? ¿Cuando había caído preso de sus encantos? No lo sabía, pero estaba seguro de que no podía vivir sin sus risas estridentes y sus caprichos. La adoraba aunque se pasasen discutiendo todo el día.
De nuevo un fuerte lamento se escuchó y algo en su interior le dijo que debía ir con ella, así que con decisión, lanzó el vaso que tenía en las manos contra la chimenea y se encaminó a la habitación contigua. No llamó antes de entrar, temeroso de que ella lo echase, se adentró con sigilo y fue junto a ella, que lloraba sin consuelo dándole la espalda.
Con pesar, se tumbó tras ella y la abrazó con delicadeza. Se sorprendió cuando ella puso sus manos sobre las de él, queriendo devolverle el abrazo, y sin más, rompió en llanto él también.
-Lo lamento mucho Lydia, es todo culpa mía.
-También es mía- Respondió ella en mitad del llanto- No debí intentar apartarte.
-No, tú hiciste lo que debías, era yo quien no debía obligarte y en mi estupidez destruí lo más valioso que teníamos.
-Yo sabía que volverías así, siempre que sales por la noche vuelves borracho, pero esta noche al ver que no estabas sentí tanta soledad que no pude evitar esperarte, y cuando quisiste besarme estaba tan enfadada que no podía permitirlo.
-Te juro que no volveré a probar una gota de alcohol, ese maldito brebaje ha sido el causante de esto- Con cariño besó sus cabellos- No sé si algún día podrás perdonarme Lydia, pero te aseguro que jamás volveré a tomar ninguna bebida que me pueda emborrachar, y saldremos adelante.
-Lo sé- Besó sus manos, que aun la envolvían- No me vas a dejar, ¿verdad?
-Nunca.
-Gracias- Y cerró los ojos, dejándose vencer por el cansancio.
Wickham permaneció allí abrazándola durante un buen rato, cuando por fin salió de allí, fue a la despensa y cogió todas las botellas de Whisky que tenía, y sin más, las vació una a una, asegurándose de que no quedaba nada. Jamás volvería a caer, ese era su castigo por corromper lo único en su vida que valía la pena. El Whisky no volvería a vencerle.
Hola a todos,
Aquí tenéis una nueva viñeta, no es muy alegre que digamos, pero siempre he pensado que a Wickham y a Lydia les pasaría algo así. ¿Qué os parece?
Espero vuestros comentarios con ganas.
Muchas ganas a los que leéis, a los que votáis, y sobre todo a los que comentáis.
Espero traer pronto la siguiente viñeta.
Nos leemos pronto
ESTÁS LEYENDO
De la A a la Z y de la Z a la A
FanfictionSerie de viñetas de Orgullo y Prejuicio, sin un orden concreto en el tiempo, pero siguiendo el abecedario, y después a la inversa