B- Bendecida

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B- Bendecida

Es una verdad universalmente reconocida que toda mujer que ha engendrado niñas tiene como principal obligación encontrarles un buen marido. En el caso de la señora Bennet, con 5 hijas, esa obligación era su principal objetivo de vida.

A pesar de ser un gran riesgo para las más pequeñas, podrían echar a perder su reputación si se dejaban embaucar por sinvergüenzas, decidió que lo mejor era presentarlas en sociedad a las cinco a la vez.

Desde el primer momento, Jane, la mayor, fue admirada por todos, teniendo a varios pretendientes tras ella. Pero por alguna razón que no llegaba a comprender, cuando ella ya estaba segura de que le harían a su primogénita una proposición seria de matrimonio y empezaba a preparar las nupcias, el caballero dejaba de mostrar interés.

Al contrario que Jane, Elizabeth, la siguiente de sus hijas, no recibía propuestas de matrimonio ni era cortejada por los jóvenes, pues aunque era bonita y muy risueña, siempre se empeñaba en mostrar su inteligencia y dejar en mal lugar a la mayoría de los caballeros. Era un auténtico dolor de cabeza.

Mary, su tercera hija, solo mostraba interés por los libros y el piano. Tan parecida en eso a su esposo, el señor Bennet, apenas socializaba con nadie en las reuniones sociales, así que rápidamente la dio por un caso perdido.

Por suerte para ella, sus dos hijas pequeñas eran todo lo que ella esperaba, risueñas, coquetas, entretenidas, y lo más importante, adoraban a los oficiales tanto como ella. Kitty y Lydia eran, de sus cinco hijas, sus predilectas, y su salvación para poder concertar matrimonios ventajosos.

Y su dicha fue absoluta cuando con 16 años, su pequeña Lydia se desposó con el oficial del ejército de su majestad George Wickham. Era cierto que ambos habían cometido la locura de escaparse juntos, dándoles un gran susto, de hecho llegó a temerse lo peor al enterarse. Pero finalmente ambos habían recobrado el buen juicio y se habían unido en matrimonio.

Tras la boda de Lydia pensó que Kitty no tardaría en casarse con algún compañero de su yerno, pero este fue destinado a Newcastle poco después de la boda, alejando con él a los oficiales y posibles pretendientes de Longbourn, y con ellos sus ilusiones de matrimonio.

Entonces ocurrió algo inesperado y maravilloso, el señor Bingley, el hombre por el que su hija mayor suspiraba y que hacía meses había desaparecido de sus vidas repentinamente, se presentó en Longbourn y le pidió matrimonio a su primogénita, que accedió de inmediato y de buen grado.

Y mayor fue la sorpresa cuando el antipático y taciturno señor Darcy apareció una mañana temprano y pidió al señor Bennet la mano de su hija Elizabeth. Aunque el asombro llegó al extremo cuando ella, que siempre había mostrado su rechazo hacia ese hombre, accedió de buena gana.

Con tres de sus cinco hijas casadas, y dos de ellas con hombres ricos y de buena familia, estaba más que satisfecha, pues hacía tiempo que pensaba que eso jamás ocurriría.

Un par de años después Mary se desposó con un hombre muy intelectual y de fortuna moderada, y en ese momento, la señora Bennet vio casi cumplida la meta de su vida. Empezó a creer que finalmente lograría su propósito, pero Kitty no parecía estar por la labor.

Por muchos oficiales que se le declaraban, ella siempre los rechazaba, dejándola atónita. Nadie parecía llamar su atención, hasta que llegó el nuevo y joven vicario de Merytown. Ese hombre, agraciado y bondadoso, se ganó el corazón de Catherine al instante, y poco después se anunció su compromiso.

Y en ese momento, justo cuando Kitty besaba a su ahora esposo ante el altar, acompañada de sus otras hijas y sus maridos, y los nietos que dichos matrimonios le habían dado, lloró emocionada y feliz.

-¿Está llorando, señora Bennet?

-Así es, señor Bennet- Respondió al tiempo que limpiaba sus mejillas con un pañuelo.

-Se han casado cuatro hijas nuestras antes, ¿qué tiene esta de especial para hacerte llorar?

-Que es la última, que desde este momento, en la casa solo estaremos nosotros dos, señor Bennet- Le dijo, incapaz de dejar de llorar.

-¿Y te sientes triste por ello?- Le preguntó, pasando un brazo sobre los hombros de su esposa, queriendo reconfortarla.

-Triste no, me siento bendecida, por haber criado a cinco mujeres que han hecho realidad el mayor sueño de una madre- Le dijo, descolocándolo. Ella sonrió ampliamente- Si, me siento bendecida.

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Aquí tenéis el segundo relato de esta serie de viñetas, espero que os guste y que me deis vuestra opinión. Ya tengo lista la C, en breve la subo

De la A a la Z y de la Z a la ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora