W- William

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W- William

 

Durante sus años de soltería, nunca había sentido la necesidad de formar una familia, le gustaba viajar, conocer mundo, disfrutar de los privilegios que le concedía su condición de soltero.

Sabía que algún día debería casarse, su padre bien se lo había enseñado antes de fallecer, y él lo había tenido muy presente, pero no tenía prisa. Bastantes responsabilidades había adquirido al heredar Pemberley, con todo lo que eso conllevaba, y convertirse en el tutor legal de su hermana pequeña.

Desde ese momento, tuvo que privarse de muchas de sus aficiones, pero encontró en los negocios otro pasatiempo que le gustaba y, además, se le daba bien. Pero al entrar en la sociedad aristócrata de Inglaterra pudo comprobar que había mucha gente interesada en que contrajera nupcias muy pronto, y todos lo hacía por motivos económicos.

Después de un tiempo, en el que eludió a todos aquellos que pretendían cazarlo, conoció a la que se convertiría poco después en el amor de su vida. Elizabeth Bennet.

Y fue entonces cuando imaginó por primera vez lo que sería sentar la cabeza y formar una familia. Conforme más la conocía, más deseos tenía de que esa imagen que había ideado en su mente se hiciera realidad.

A pesar de que había gente en contra, por muchos contratiempos que se habían presentado ante ellos, finalmente Elizabeth Bennet se desposó con él y pasó a ser Elizabeth Darcy. Estaba tan feliz que no podía pensar en nada más que en ver a su esposa sosteniendo a su vástago entre sus brazos.

Por ello, cuando su mujer le comunicó que estaba en estado de buena esperanza pensó que no podía ser más feliz, y durante los meses siguientes se dedicó a atender a su temperamental y voluble esposa, que de repente lloraba como reía, al rato se enfadaba y segundos después estaba cariñosa.

Se aseguró de satisfacer todos sus antojos, de que se alimentara adecuadamente, y de que el doctor la revisara todos los meses, haciendo que ella se enfadara con frecuencia por sus excesivas atenciones.

Eso mismo era lo que había ocurrido esa mañana, Fitzwilliam había comunicado a su mujer que el doctor iría esa misma tarde a verla, pues el parto estaba muy próximo, y Lizzy se había enfadado con él. No era nada nuevo, todos los meses tenían la misma situación, pero ella reaccionó de manera tempestuosa en esa ocasión, alterándose más de lo normal.

Minutos después dio un gran alarido al tiempo que se sostenía el vientre, alarmando a su esposo, que de inmediato la había tomado en volandas mientras les gritaba a los sirvientes que fueran en busca del galeno.

Y ahí se encontraba, ante la puerta del dormitorio de su esposa, dando vueltas sin cesar, escuchando los alaridos de su mujer al traer a su hijo al mundo.

Durante la espera, al escuchar el sufrimiento que ella estaba padeciendo, comenzó a cuestionarse si tener un hijo valía todo aquel pesar. La agonía de no saber si habría algún percance, como lo tuvo su madre al traer al mundo a Georgiana, la incertidumbre de si sería un buen padre, como lo había sido el suyo, o el temor a que su esposa lo rechazara en la intimidad para no tener que volver a pasar por eso.

De la A a la Z y de la Z a la ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora