P- Protectores

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P- Protectores

La pequeña miraba a su madre gritarle furiosa a aquel hombre, que parecía mucho más pequeño que ella, a pesar de ser casi medio metro más alto. Y es que cuando su madre se enfadaba, temblaban hasta los cimientos de las casas.

Ella aun estaba asustada, jamás había pasado tanto miedo en toda su vida como hacía unos minutos al ver a aquel caballo. Necesitando que su madre le diera un abrazo, dejó a la sirvienta, caminó unos pasos hasta llegar a su lado y tiró de su mano levemente, llamando su atención.

-Mami- La llamó con su voz llorosa- ¿Me coges?

-Claro que si, tesoro- La tomó en brazos, al tiempo que hacía una pequeña mueca al mover el hombro derecho. Después se giró hacia aquel hombre de nuevo- ¡Mi esposo tendrá unas palabras con usted!

-Discúlpeme, señora Darcy, le aseguro que no volverá a pasar.

-¡Claro que no volverá a pasar! ¡Delo por hecho!- Sentenció. Después se giró hacia su doncella, que esperaba asustada junto a ella- ¡Volvamos a casa!

-Si, señora.

Durante el trayecto en el carruaje, la doncella tomó la niña entre sus brazos al ver como a su patrona le dolía el hombro, y con rapidez volvieron hacia la casa. Lizzy seguía teniendo el hábito de ir caminando a todas partes, y su hija Adrianne la acompañaba en esas caminatas, pero después de lo ocurrido, se arrepintió de no haber cogido el carruaje esa mañana.

Cuando llegaron a Pemberley, el señor Darcy aun estaba fuera por algunos negocios, lo cual agradeció, pues estaba convencida de que se llevaría una buena reprimenda en cuanto supiera todo lo ocurrido. La institutriz se llevó a la niña para distraerla y que olvidara lo sucedido, mientras Lizzy iba a sus habitaciones junto a su doncella.

Georgiana, en cuanto escuchó de voz de su pequeña sobrina lo ocurrido en el pueblo, se apresuró en ir junto a su cuñada para verificar que estaba bien. De la preocupación, ni tan siquiera llamó a la puerta, se dentro en la estancia, soltando un gran grito de terror al ver la marca que Lizzy poseía en la espalda.

-¿Estás bien?- Le preguntó, acercándose, pero sin poder apartar la vista de aquel moratón tan enorme- ¿Te duele mucho?

-Lo cierto es que si, ya he mandado a un sirviente a por el doctor- Suspiró con pesar- Espero que llegue antes que tu hermano.

-Pero, ¿cómo ha podido pasar?- Pasó levemente los dedos por el cardenal, haciendo que ella siseara de dolor ante el simple roce- Adrianne me ha dicho que te había golpeado un caballo, pero no me ha especificado.

-Estábamos en la tienda de telas, y Adrianne a salido por delante de mí, sabes que siempre va corriendo a todas partes- Georgiana asintió- A pocos metros había un hombre golpeando a su caballo con saña porque no le obedecía como él quería, y en uno de esos golpes, el caballo de desbocó y salió corriendo- Lizzy notó como se le humedecían los ojos- Ni Susan ni yo nos dimos cuenta de que sucedía algo hasta que escuchamos el caballo relinchar con fuerza, y al girarnos vimos como se dirigía hacia donde estaba Adrianne.

-¡Dios mío!- Georgiana se llevó las manos a la boca, intentando controlar su alarido de pánico solo de imaginárselo.

-Cuando me di cuenta de lo que estaba sucediendo, corrí donde estaba ella y me coloqué en medio, recibiendo del caballo una tremenda coz que me hizo caer encima de la niña- Terminó de explicar.

-¿Y solo te has hecho eso? ¡Es un milagro que no te pisoteara!

-Al golpearme, el caballo frenó su carrera y de inmediato llegó su dueño, volviendo a golpearlo otra vez- Continuó su explicación- Adrianne estaba gritando asustada, y yo apenas notaba el hombro, pero le grité a ese hombre hasta del mal que se tenía que morir.

De la A a la Z y de la Z a la ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora