Parte 12

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— ¿Qué? —murmuró Gokudera al escuchar el extraño sobrenombre. Hibari seguía contemplándolo desde arriba, frotando con sus dedos, pulgar e índice, la lágrima que antes capturó.

Los ojos verdes de Gokudera aún se mostraban cristalinos aunque ya no lloraba, se reflejaba en ellos en una silueta borrosa. No podía contemplarse como todo este tiempo logró hacerlo. Hibari pasó saliva, haciendo una mueca de disgusto que terminó confundiendo mucho más a la tormenta, ¿qué rayos sucedía con él? Lo tenía preso entre su cuerpo, tomó sus lágrimas y las mancilló entre sus dedos, ahora parecía insatisfecho. En definitiva no comprendía ni un poco a Hibari. Y quizás fuera lo mejor. ¿Por qué debería comprender a una persona que le estaba haciendo tanto daño?

Gokudera puso una mano en el pecho de Hibari, buscando apartarlo de una vez y para siempre. Sin embargo, al sentir la presión sobre sí, Hibari agarró la mano de Hayato, totalmente inmerso en él. La cara de Gokudera cambió a estupefacción, sin poderse creer lo que el prefecto estaba haciendo.

— ¿Qué haces, Hibari? —preguntó, buscando sonar seco, sin sentimientos. No funcionó. La voz le salió en un hilo agudo, temblando por el contacto.

— ¿Por qué estás enamorado de mí? —Kyoya parecía serio con la pregunta, no apartaba la mirada de él ni un centímetro. El corazón del Guardián de la Tormenta comenzó a bombear como un loco, pensando que eso era algo, que había logrado interesarle. Mientras que su mente le pedía no dejarse llevar, apartarlo y nunca volver a molestarlo con semejante tema.

Ya superaría sus sentimientos.

—No te interesa. —bufó, agachado el rostro sin poder evitarlo, las orbes de Hibari se sentían como estacas a su corazón. —Déjame ir.

Hibari frunció las cejas, amargado, abrió la boca a punto de decir algo que quizás destrozaría cualquier cosa que pudiera sentir Gokudera en el presente o en el futuro.

No obstante, una nube de humo rodeó de nuevo al Guardián de la Nube, intercambiando su cuerpo con su futuro yo, quién ni parecía sorprendido se verse ahí. Es más, al instante que apareció frente a Gokudera, su expresión se alivió por completo. Lo cual le hizo comprender al contrario que había sido un salto voluntario, quizás con la ayuda de Irie, tal y como llevaron al futuro antes a Hibari y a Ryohei.

—Llegaste a tiempo. —se burló Gokudera, con mala cara. —Estabas a punto de romper mi corazón.

—Lo sé. —confesó Hibari. —Por eso vine.

Gokudera se apartó de él, Hibari lo dejó y ambos se pusieron de pie. Luego el albino se giró a Kyoya, parecía derrotado, pero al mismo tiempo, una chispa de vaga esperanza se conservaba en sus ojos, la suficiente para que Hibari caminara a él y lo besara; Hayato se quedó en shock, sintiendo los labios contrarios contra los suyos, no era golpeado como la primera vez que lo besó, ni la sangre lo acompañó. Era un beso... dulce. Extraño en Hibari a decir verdad, Hayato siempre se imaginó sus besos como si marcara su territorio con ellos, como alguien que quería expresar más dominio que amor.

Al separarse Gokudera sintió un escalofrío recorrerlo por todo el cuerpo, el cual le hizo retorcerse suavemente. Observó a Hibari, él llevaba una mirada melancólica, casi triste. Como si aquello fuera su última oportunidad para hacerlo.

— ¿Es por lo de Dino? —preguntó Hayato, inclinándose a él. —Por lo que te hice... yo... lo lamento.

—No. —espetó Hibari, serio. —Escucha, Hayato, tú y yo en el futuro no tenemos ninguna clase de relación. —confesó y Gokudera sintió un hueco en el estómago. —Si no es por la manada de herbívoros Vongola, seríamos nada.

Me debes un favor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora