— ¡Kyoya, tienes que salir de ahí! —Dino golpeó por undécima vez la puerta en una hora, aclamando el nombre de su estudiante. — ¡No has comido nada en cuatro días, te enfermarás!
No hubo respuesta, igual que los días anteriores. Dino suspiró, probablemente sabiendo que Kyoya ni siquiera se encontraba ahí. Seguro que había escapado en la noche y ahora vagaba en las calles de Italia golpeando a cualquiera que se le cruzara a diestra y siniestra. Quizás habían sido demasiado duros con él, sin embargo, aún sentía sus palabras clavársele en la piel.
— ¿No tienes trabajo que hacer? —preguntó Gokudera, suspirando. —Si me dejas tu trabajo, te golpearé.
—Hayato...—murmuró Dino, volteando a él con un puchero lloroso. —Kyoya no quiere hablar conmigo.
—Déjale, seguro que su futuro yo no tarda en volver. —Gokudera se encogió de hombros, indiferente. —A comparación de ese bastardo sin nada que hacer, tú sí que lo tienes. Vuelve a tu trabajo.
—Pero-
—Es el deber de la mano derecha del décimo unir a los guardianes cuando estos están dispersos. —aclaró Gokudera, con voz cortante. Dino entreabrió la boca, Hayato serio era tremendamente encantador, daban ganas de besarlo todo el día. —Así que ve con Romario antes de que yo sea el que te muela a golpes.
Dino sintió una punzada en el corazón, algo inexplicable, como si este cuento fuera a detenerse de pronto. Un presentimiento nada más, sin nada que pudiera sustentarlo. Gokudera quedó sorprendido cuando Dino lo abrazó suavemente, pero al mismo tiempo, buscando aferrarse a él. Le besó, acariciando sus labios lo más dulce que pudo, como si eso fuera suficiente para pedir que se detuviera el tiempo y ellos estuvieran juntos para siempre.
— ¿Qué fue eso? —preguntó Hayato, idiotizado por semejante gesto.
El rubio sonrió al ver las mejillas ruborizadas de su pareja, sus ojos lo contemplaban con un destello que le decía que su corazón le pertenecía por completo.
—Estoy feliz de tenerte a mi lado, Hayato. —murmuró, dándole ahora un pequeño beso en los labios.
— ¿Estás tratando de librarte del trabajo? —reprochó, entendiendo sus intenciones.
Hayato sintió un suave piquete con un dedo en su entrecejo, haciéndolo desfruncir el ceño. Dino le dio una cálida sonrisa y le dio una última caricia en su mejilla.
— ¿Deberíamos ir a la cama? —susurró Dino, en su oreja.
Lo que recibió fue un golpe en la cabeza por parte de Gokudera.
— ¡Lo sabía, solo estás tratando de librarte! —reclamó, tomándolo de la oreja.
— ¡Hayato, nooo!
—.—.—.—.—
Después de dejar a Dino en su oficina, Hayato se dirigió justo al lugar donde sabía que lo encontraría. Irie le había mandado un mensaje codificado para que solo él se diera cuenta, algunas veces como esta, se preguntaba si Haru, quien era la contadora de la familia, le estaba pagando bien su salario, ayudar a los guardianes debía ser considerado como un bono del treinta por ciento, lo suficiente para comprar al área 51 en Estados Unidos.
Aunque también podría pedírselo a Dino como regalo de aniversario.
Irie y Spanner venían saliendo con dos laptops abrazadas en su pecho, seguro con todo su trabajo guardado. El pobre pelirrojo llevaba uno moretones en la cara, seguro por ofrecerle amabilidad a ese sádico bastardo.
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Me debes un favor.
FanfictionMaldita sea, ¿qué tan jodido estaba? Se había enamorado del guardián de la Nube, el que nunca se ataba a nadie: Hibari Kyoya. * * [1859]