Gokudera subió a la azotea una vez más, esperando a que el Décimo saliera de su trabajo que el profesor le había impuesto; naturalmente este se quiso hacer cargo de todo, sin embargo, Reborn no se lo permitió diciéndole que una buena mano derecha, debería dejar a su jefe cumplir con sus propios recados. La Tormenta no pudo hacer otra cosa más que estar de acuerdo con el arcobaleno, además, ni siquiera pudo ir a donde Yamamoto pues este tenía que ir a sus prácticas.
Era en ocasiones como esas donde Gokudera recordaba lo temible que era estar solo, pese a que sabía que la familia lo estaría esperando en cuanto bajara las escaleras y le sonreirían alegremente, Gokudera tenía miedo de que algún día eso llegara a terminarse, como en el futuro cuando se enteró que Tsuna había muerto.
Además, todavía tenía presente en su mente aquella imagen antes de cerrarse la puerta.
¿Quién diría que Dino le ganaría? Esos malditos adultos siempre arruinaban todo.
Gokudera se tocó los labios, ruborizándose por aquella imagen que se proyectó en su cabeza. El beso dado a Hibari se había sentido bastante bien, sentía cosquillas en su estómago, y no pudo evitar embozar una sonrisa de felicidad cuando recordó aquello. Incluso pudo salvarse de una paliza.
Aunque, ¿qué pasaría ahora? ¿A Dino también le gustaría Hibari o sería unilateral como el de él? Tenía curiosidad, además le había dicho a Yamamoto que no se rendiría tan fácilmente porque sus sentimientos hacía Hibari eran verdaderos, sin embargo, ¿tenía sentido esforzarse si Dino y Hibari iniciaban una relación?
—Deja de pensar, maldito cerebro. —reprochó Gokudera, agarrándose la cabeza. Odiaba que su mente quisiera analizar todo.
— ¿Puedes ayudarme? —preguntó una voz detrás de él. Mirándolo fijamente. Gokudera se dio de inmediato la vuelta, sorprendido.
—Eh, ¿eres un amigo de Reborn-san, no es así? —preguntó Gokudera, acercándose al bebé del chupete rojo que estaba parado justo a mitad de la azotea.
—Sí, lo estoy buscando. ¿Sabes dónde está?
—Supongo que está con el Décimo. —comentó el albino, desinteresado. —Unos pisos más abajo. —antes de darse media vuelta y dejarlo, Gokudera se detuvo, si ayudaba a ese bebé quizás Reborn le tomaría mucho más aprecio. —Puedo llevarte.
—Sería muy amable de tu parte. —respondió Fon, pegando un brinco y subiendo a la cabeza contraria. Gokudera lo miró, aunque se encogió de hombros y avanzó por la azotea, dispuesto a encontrar al del chupete amarillo. — ¿Eres el Guardián de la Tormenta, no es así? —preguntó mientras bajaban por las escaleras.
— ¡Y mano derecha del Décimo!
—He escuchado mucho sobre ti por parte de Reborn. —dijo él, tranquilo. Emocionando a Gokudera. —Tú y yo tenemos las mismas llamas si lo quieres ver de esa forma.
— ¿También tienes la Tormenta?
—Sí. Es bueno conocerte, quizás podría guiarte un poco. —propuso. —Reborn me lo ha pedido desde hace tiempo.
— ¿¡Reborn-san lo hizo!? —preguntó extasiado. Entrenado por un amigo de Reborn, aquello ponía sin duda muy feliz a la Tormenta. — ¡Claro que aceptaré!
—Pareces contento. —sonrió el arcobaleno.
Llegaron justo a la segunda planta cuando el corazón de Hayato volvió a estremecerse. Dino y Hibari venían caminando hacía él, y por si fuera poco, Reborn venía con ellos así que su posibilidad de huir se veía completamente limitada y se vio completamente reducida cuando los tres giraron sus ojos a ellos dado a que el chupete de ambos comenzó a brillar.
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Me debes un favor.
FanfictionMaldita sea, ¿qué tan jodido estaba? Se había enamorado del guardián de la Nube, el que nunca se ataba a nadie: Hibari Kyoya. * * [1859]