Un seudónimo

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— ¡¿Qué cosa?! — Gritó de forma exagerada Anko del otro lado del teléfono. — Pe-pe-pe-pero Sukea, ¿estás seguro?, es que, ¡NO HAGAS ESO!

— ¿Puedes dejar de gritar? — Pidió el castaño con un gesto de pocos amigos.

— ¡Es que no puedes hacer eso! Está bien que estés preocupado, pero dije que nos haríamos cargo, no que fueras a visitar a esa chica. ¿Dónde estás ahora? Iré por ti, te pondré un bozal y cadena, te llevaré a tu casa de regreso.

— ¿Quieres que eso te lleve a otro camino, Anko? Porque lo único que haces es provocarme.

— Sukea, tu coqueteo no funciona conmigo, no seas tonto. — Se puso a reír pues, de verdad no le causaba absolutamente nada. Sukea era su amigo, su compañero e incluso lo sentía como un hermano. — Otra vez me estás desviando el tema. Dime, ¿estás en el centro médico?

— No, de hecho estoy en... kkkjjj kjjj... Houston, tenemos un problema kjj kjjj

— ¿Eh?, ¿bueno? ¡Bueno! — Anko buscó señal, aunque ese realmente no era el asunto. El castaño solo estaba haciendo esos ruidos para no seguir dando explicaciones, al final colgó la llamada. — ¡Idiota!

...

— Ella se llama Haruno Sakura...

Traía un lindo arreglo floral, estas eran rosas de color rosa y también unos lindos claveles blancos. Esperaba que le gustaran.

Una vez la chica le dijo en qué habitación estaba, este subió las escaleras, y al poco rato, estuvo frente a esa puerta. Su corazón comenzó a latir con fuerza, con duda. ¿Sería correcto entrar?

Su mano tocó la manilla, la movió pero pronto se arrepintió. Ahora pensaba que tal vez Anko tenía razón, que esa chica no era su responsabilidad, sin embargo, ya estaba allí.

— No puede ser tan difícil, es solo agradecer, es solo agradecer, es solo...

— Hola, ¿qué hace usted aquí?

Escuchar la voz de Rin hizo que se asustara, incluso el arreglo saltó de sus brazos, estos fueron a parar en las manos de la castaña. Divertida se las regresó.

— Rin Nohara, digo Uchiha... — Se tocó el rostro sintiéndose un verdadero estúpido.

La castaña al escuchar el apellido que tenía antes de casarse se sorprendió, pero no dijo nada, simplemente dejó pasar esto.

— Por favor, pasa. No te quedes ahí. — Invitó ella.

En la entrada de la habitación estaba el lavabo y todo lo que se necesitaban para limpiarse antes de verla.

Ambos tomaron todas las precauciones. Listos, abrieron la puerta.

Ahí estaba Sakura, yacía dormida producto a los fármacos que le habían administrado.

Rin, como toda una profesional se acercó hasta su paciente y también amiga para revisar sus últimos exámenes. Con cautela, la chica tomó su pequeña linterna, con esa luz iluminó la visión de Sakura, aquellos ojos jade que parecían apagados y no tener ningún tipo de reacción ante la luz. El gesto de la castaña fue chocante para Sukea.

— Sakura... despierta... — Pidió con esa dulce voz.

Este hombre admiraba a quien había sido su amiga. Esa amabilidad que tenía, la forma tan dulce y única de tratar a su gente jamás cambiaba. Y ahora, con sus pacientes era como si le hablara a un pequeño bebé, aunque esto solo era para que ellos se sintieran mimados y con confianza. Rin quería demostrar que ella era una buena madre en su trabajo, que estando ella, jamás iba a pasar nada malo.

Primavera blancaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora