Masoquista

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La yema de sus dedos jugueteaban con el teclado de su ordenador, le picaban por comenzar a escribir en esa página en blanco. El iniciador parpadea una y otra vez. De vez en cuando, por aquella jugarreta, marcaba los espacios y los borraba para volver al inicio y ver el iniciador esperando por el resto del texto.

Sukea no podía presionar a esa mujer, ella en serio estaba haciendo un gran esfuerzo. Al igual que este hombre, la pelirrosa mordía su labio intentando pensar de mejor manera los nombres que utilizaría para su historia. No quería ofender o exponer a nadie, menos indicar su actual ubicación o ganar gratis una demanda en su contra. Escribir requería mucho estudio, y ella lo había analizado hace mucho.

Pakkun, ajeno a la situación, se subió a la cama para buscar el suave tacto de aquella preocupada chica. La respiración de este can era graciosa, aliviaba el ambiente algo tenso que se había formado en los dos, incluso en Anko que, como favor, quiso ayudar a su buen amigo para preparar la comida del almuerzo.

— ¿Sabe? Creo que deberíamos comenzar a escribir en un cuaderno las notas necesarias. Primero que nada, nombrar a los protagonistas, luego a los antagonistas, los personajes secundarios y al resto para darles ambientes. Un pequeño esquema no estaría mal para que así se guíe y sepa qué hacer con ellos. ¿Le parece bien?

— ¡Me agrada la idea!

Respondió. Sukea estaba claro que ella necesitaba recibir instrucciones para que comenzara a surgir el ingenio de la mujer.

Obediente y a la par, escribió los nombres de cada persona en un cuaderno. Los protagonistas utilizaban nombres extranjeros, lo mismo con el resto de personas. De plano, la mujer llamada Amira, era ella.

Una lluvia de personajes anotó, todos aquellos sin un trasfondo en especial, ya después Sakura se haría cargo de darle vida a cada uno de ellos.

— Joven Sukea — Llamó ella con afabilidad— Le contaré la historia de mi vida, hasta donde recuerdo. Usted se hará cargo de otorgar mi nombre, es decir: Amira.

Este asintió. Al instante, Sakura continuó las caricias en el pelaje de Pakkun para poder relajarse.

— Todo comenzó un verano desde que tengo memoria...

Y esa frase dio comienzo a su historia, un relato que Sukea intentaba seguir al paso de la letra y cambiar algunas frases para dar anonimato.

Sobre la mesa que descansaba su ordenador, yacía un teléfono con la aplicación de grabación encendida, esto lo hacía para repasar la historia y transcribirla, e incluso cambiar algunas partes que serían demasiado evidentes.

En aquella historia, la mujer reveló nombres que de inmediato fueron reemplazados por los que le había dado a Sukea. Él, no era ajeno a esos personajes, menos a la manera de actuar de esos seres. Pero lo que más captó su atención fue cuando dijo el nombre real de quién le estaba ayudando: Kakashi.

Fue una pausa llena de nervios, sus dedos por alguna razón dejaron de recibir esa orden cerebral para redactar lo siguiente, era como si alguien le pusiera pegamento o cemento en los dedos.

Sintió el aire pesado, un poco de saliva recorrió su garganta evidenciando sus nervios. Ella consideraría incluir a su pasado en esa parte de la historia.

— Jamás quise hacer daño a nadie, es solo que, el destino decidió que se cruzaran personas que son inevitables. Puedo decir tantas cosas de ese chico con lo poco que lo conocí. Su padre, Sakumo, lo pintaba como un ser maravilloso. Generalmente mencionaba lo orgulloso que se sentía de su hijo Kakashi. Yo no conocía a Kakashi, pero sí tenía el desagrado de conocer a Sakumo.

Primavera blancaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora