Lo de siempre

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Se preguntaba: ¿Será necesario inscribirse para ese curso? Este año sería la última vez que disfrutara de cosas que no haría cuando estuviera en un trabajo formal. Tenía bien decidido lo que haría. Se estaba preparando para ingresar a la editorial Kawasaki, era una de las empresas más reconocidas por su gran trabajo en los noticieros y periódicos de todo Japón. Si llegaba allí, sería un gran logro, uno que lograría obtener por sus propios medios, y no por la influencia de sus contactos.
Era algo arriesgado optar por un tipo de empleo de esa gama pues, lo primero que exigían era tener estudios en la universidad, algo que él todavía no tenía. Seguramente estaba actuando o pensando como una persona ingenua. Tal vez estudiar y trabajar le daría, pero sería un gran desgaste personal y humano, pero eso realmente no le importaba. Quería cumplir su sueño a como dé lugar.

El paso por la academia era impecable, no tenía malas conductas registradas, todo lo contrario. Su hoja de vida estaba llena de anotaciones positivas para este muchacho, como, por ejemplo, el gran apoyo que otorgaba a sus compañeros, la buena disposición con sus maestros y superiores, la disciplina, ese aire competitivo, y por, sobre todo, lo ejemplar para sus compañeros.

Jamás faltó a su palabra, menos lo haría ahora que estaba cumpliendo a una de sus maestras. Él dijo fuerte y claro: ''Me quedaré al final de la clase para cumplir mi castigo'' Y ahí estaba, sentado en el filo de la mesa de la maestra, mientras tanto esta mujer jalaba de aquella corbata de color negra con franjas doradas.
Seductora estaba sobre este muchacho, el cual, solo por obedecer, acarició la pierna derecha de esta mujer. Sus dedos tenían el completo control; el fino hilo elastizado del panty, los pequeños agujeros que marcaban las yemas de este, el sonido de la tela siendo rasgada por sus cortas uñas. La piel de esa mujer comenzó a enrojecer.

— Así que... ¿me prestarás atención ahora o no? Eres muy desobediente cuando quieres serlo, Kakashi.
— Sus clases son aburridas, maestra — Admitió con ese tono provocativo y ronco —, así que... no veo el porqué de su petición actual.
— Tu voz, tus manos... — Atrevida en su actuar, presionó su pecho en el rostro del peliblanco. Este cerró los ojos, inhaló ese aroma suave que había entre sus pechos, pero eso no quería decir que lo disfrutaba, lo hacía simplemente por la obligación. Esa mujer no iba a detenerse.

17:35 PM.

El sol comenzaba a ocultarse, el cielo se volvía anaranjado e incluso azulado marcado en la punta del cielo, parecía que pequeños seres de luz tomaban una gran brocha de colores y lo esparcen a su gusto. Lo mismo con las nubes, esos trozos de algodón blanco, unos rasgados, otros pomposos.

Una sonrisa de alivio se formó en sus labios. Ese hombre todavía no iría por ella. La academia podía tener a alumnos internados y a otros no. Era opcional, y dependía mucho de la residencia de sus pupilos.

Desde la puerta de la academia, veía cómo el establecimiento comenzaba a quedarse sin alumnos. La mayoría iba hasta las habitaciones de internado, el resto, salía del lugar sin problemas con supervisión de un superior de entrada. Este sabía perfectamente a quién autorizar la salida.

¿Qué podía hacer mientras esperaba a ese hombre? Tal vez pasear, conocer el establecimiento completo, incluso investigar las mallas de cursos que fueran de su interés.

— Bueno...

Dijo para ella misma en tono bastante aliviado. Giró sobre sus talones para ingresar nuevamente al establecimiento. Una vez adentro, notó como las franjas del atardecer iluminaban el lustroso piso de madera. El personal de aseo hacía un gran trabajo, faltaba poco para que ella viera su reflejo en el piso.

Frente a ella, había una gran malla informativa de colores. El azul se relacionaba con deportes, el verde con cuidados naturales y aprendizaje de salud, el morado relacionaba a lo académico, el naranjo era para prestar ayuda en las materias, seguramente reforzamiento. Colores variados que no quiso seguir viendo pues, uno de esos cursos llamó abruptamente su atención.
Su dedo índice buscó la flecha con el color, leyó detalladamente la introducción junto con el objetivo, finalmente vio la fecha de inscripción. Era hoy en el salón D-128. ¿Dónde era eso? No tenía ni la más remota idea, pero, para aprender, debía perderse y además ganar experiencia.
Entusiasmada, sacó una nota autoadhesiva de su bolso junto con un lápiz, de inmediato anotó la información, y, en cosa de segundos partió a buscar el salón que tanto esperaba encontrar.

El primer piso tenía bastantes salones, pero ninguno de esos era pues, más que salones para estudiantes, eran salas recreativas para maestros. El segundo piso podía ser.
Entusiasmada comenzó a buscar de derecha a izquierda. Debía admitirlo, esa academia era todo un enredo con letras ''A - B - O - I'' nada tenía orden.
Los pasillos eran demasiado largos, tanto así que tuvo que hacer una pausa y pensar sobre la variación de números.

— Parece un maldito acertijo...

Infló las mejillas aguantando las ganas de decir alguna otra mala palabra. No solía decirlas deliberadamente.
Si no estaba en el tercer nivel, seguramente estaría en el cuarto.
No se rindió. En el tercer piso, halló más sorpresas. Sí había alumnos, por suerte, un rostro conocido.
La chica de cabello rubio, miró a Sakura de pies a cabeza.

— ¿Qué haces acá?
— Disculpa, me gustaría saber... —
Pero antes de que pudiera terminar, una cabellera roja golpeó su rostro. La dueña de ese largo y llamativo cabello, aprovechó para quitarle el papel de las manos.
— ¿Buscas este salón, cerebrito? D-128, ¿eh? — Le dijo con una sonrisa burlesca en la cara. A Sakura se le hizo bastante bizarra la imagen de la pelirroja, sobre todo porque masticaba chicle como si estuviera rumiando, en cualquier momento iba a regurgitar ese dulce.
— Así es...— Contestó rápidamente antes de soltar algún mal comentario.
— Es arriba a mano derecha — Le extendió el papel, pero antes de que Sakura pudiera tomarlo, esta lo soltó para que así ella se hincara a recogerlo. — Suerte.

Ambas chicas entraron al salón con otras chicas más, parecía que era algún taller de cocina o algo parecido.
Sakura soltó un largo suspiro, debía aguantar un poco.
Del suelo volvió a recoger el papel, y, confiando en la palabra de la chica, subió hasta el cuarto piso.

Al estar en ese extenso pasillo, miró de izquierda a derecha, dobló hasta la última y caminó confiada. Arriba de los salones estaban los números y letras. De pronto, sus pies se detuvieron, sus ojos se entrecerraron, ¿qué decía ahí? La letra del letrero estaba algo borrosa, pero los números eran los correctos. Ese era el salón.

Antes de entrar, arregló su largo cabello, agitó un poco su cabeza para alejar esos nervios y sonrió.
Su mano derecha tomó la manilla de esa puerta corrediza. El sonido de las ruedas se detuvo cuando estaba a la mitad de abrir.

De pronto la sangre se le subió al rostro, su boca se abrió ligeramente por la impresión, sus ojos estaban a punto de salir por sus orbes, aunque a los segundos los cerró realmente avergonzada y preocupada por interrumpir.
Sus manos de pronto temblaron, no sabía exactamente el motivo, pero todo lo asimiló a la escena sexual.

Ese chico, claramente estudiante, miró de soslayo a la recién llegada. Su cuerpo continuaba apoyado en el filo de la mesa, sus manos estaban presionando la cintura de la chica. El calor de ambos cuerpos se apreció pues, Ayame, estaba con el vestido arriba, con su ropa interior a medio correr y, con uno de sus dedos estimulando su clítoris de manera circular. Esto lo hacía para provocar a Kakashi. Por supuesto, la castaña todavía no se percataba de los ojos curioso.

— Lo lamento... pensé que... — Sakura tenía la voz cortada, no podía gesticular frase alguna.
Solo en ese momento, la castaña se percató de la presencia de esa chica. Soltó un grito de sorpresa y pánico.
Aquella mujer se arregló en cosa de segundos, acomodó su vestido e incluso su blusa blanca.

Kakashi se pudo mover recién en ese momento. Él no estaba para nada entusiasmado con la escena sexual, de hecho, solo se arregló la corbata, se acomodó la camisa dentro del pantalón, arregló su cinturón, y luego de arreglar su presentación, tomó su maletín.

— ¿Ya puedo irme, maestra Ayame?
— S-sí... — La respiración de esta mujer era muy agitada, tanto que Sakura creyó que moriría infartada. — ¿Qué hace usted aquí, alumna? Debería estar en algún taller o en el internado de la academia.
— Yo buscaba el salón D-128...
— Te acompañaré — Dijo el peliblanco con ese tono despreocupado— Debo ir al mismo lugar.
— Este es el salón B-128 — Agregó Ayame. La mujer salió huyendo del salón con los nervios puestos. Sakura la siguió con la mirada hasta que desapareció por la escalera del fondo.

De pronto, ese muchacho pasó al lado de ella. No le dijo nada, solo pasó a su lado dejando un aroma bastante delicioso, seguramente utilizaba un buen perfume.
Este, avanzó fuerte y derecho por el pasillo esperando que la chica le siguiera.
La pelirosa volvió a correr esa puerta para cerrar, de pronto estaba casi trotando detrás de ese muchacho extraño que ofreció guiarla hasta ese salón.

Sus manos estaban sudando en la manilla de su bolso, Kakashi no demostró nervios, nada de eso, de hecho, parecía tranquilo, pero no era así. Estaba preocupado por el futuro, su futuro. Esa chica había visto más de lo que esperaba. Peor, vio esa actitud de Ayame.
No se interesaba mucho por el futuro de esa mujer.

— ¿Eres nueva?

Preguntó. Entre los dos creció un muro de hielo simplemente por semejante imagen.

— Hm...

Asintió solamente con un sonido de garganta. No sabía exactamente qué decir. Todavía estaba apenada.

— Entiendo.

Había hecho el intento al menos, pero no resultó tan bien como esperaba.

Ambos salieron del establecimiento. Kakashi la llevó hasta otro sector, el lugar parecía tener más salones, pero estos solo funcionaban como talleres de literatura.
De pronto, ambos estaban frente al salón D-128.
Era un lugar maravilloso, completamente enorme. No era un salón como cualquiera, más bien un lugar para conferencia. Este estaba ubicado a pasos de la biblioteca.
Justo al frente, había una gigantesca pantalla, pisos intercalados con asientos que parecían para dormir.

— Kakashi, ¡sabría que vendrías! — La maestra se entusiasmó al ver a ese alumno. — Oh, y traes a una recluta nueva por lo que veo.

Él no dijo absolutamente nada, simplemente fue a tomar asiento en el puesto que estaba al lado de la ventana. El taller contaba con cinco a seis alumnos más. Una de ellas, Rin, la buena amiga de Kakashi.

— ¿Por qué tardaste tanto?
— Estaba cumpliendo castigo — Se rascó la nuca cuando justificó su atraso. — Además, sabes que soy de palabra.

Sakura se acercó a la maestra, esa mujer le sonrió como si la pelirosa se tratara de un pájaro sin plumas.

— ¿Y tú eres?
— Sakura... Sakura Haruno...
— ¡Vaya! — Contestó entusiasmada Shizune. — Hoy escribiremos sobre ti. ¿De acuerdo? Inspírate.

No le quedó del todo claro, simplemente fue a tomar asiento en los puestos del principio. Ahí recibió una hoja de manos de uno de sus compañeros.

— Bienvenida, Sakura. Mi nombre es Sasori. El de allá...— Señaló con el dedo índice al otro rincón. — se llama Deidara, nos encanta el arte. Hoy tú serás arte.

Sakura no supo si sentirse halagada, seguramente estaban bromeando por su nombre o más bien, por el color extraño de su cabello.

— Gracias... — Dijo entre susurros con algo de vergüenza. — Es un placer conocerte, Sasori y... Deidara.


Shizune tomó el plumón de pizarra y dibujó como pudo la flor del cerezo. Explicó a todos los presentes que debían escribir sobre la primavera, la impresión que tenían de ella, lo que realmente les hacía sentir. Ellos debían interpretar a su modo.

El ambiente que se respiraba era diferente, la maestra no le llamó la atención a nadie para que comenzaran a escribir, si necesitaban inspiración, podían salir del salón a buscar la esencia.
La gran mayoría salió de la sala, excepto Kakashi.

Su dedo índice y pulgar sostenían el lápiz justo a la mitad, este era agitado una y otra vez de una dirección a la otra. Podía apreciar la hermosa lluvia de pétalos del jardín trasero de la academia, pero esa vista estaba siendo bloqueada por alguien que, parecía congeniar bastante bien con la temática.
De pronto todo se tranquilizó en el salón, una ventisca agradable se coló por la ventana y este inhaló profundamente. El cabello de la chica se meció a la misma dirección que los pétalos. Ella era de otro mundo, ¿y si era una ninfa del bosque de primavera? Jamás había conocido a alguien con esa peculiaridad.

La chica acarició el tronco de aquel árbol, Kakashi, apreció como ese precioso color correspondía a su inquietud.

Curiosa giró un poco la cabeza para ver quién estaba a su alrededor. Al hacerlo, se encontró a lo lejos con la mirada del chico que la ayudó a encontrar el salón.

Cualquier mujer retiraría la mirada completamente avergonzada, pero ella no lo hizo, más bien, giró sobre sus talones para apoyar así su espalda en el tronco, poco a poco se dejó caer en el pasto y ahí se quedó, en una guerra de miradas a la distancia. Él detuvo el movimiento de su lápiz, consciente que ella no apartaría la mirada.

Una sensación divertida lo cautivó, solo bastó eso para que ahora la punta del grafito dedicara su sonido sobre el papel y la mesa. Cada coma, punto, comillas, su movimiento bien estudiado sin necesidad de ver qué estaba escribiendo.

De vez en cuando los pétalos rosas y blancos se colaban entre esas hebras finas de color mismo, un adorno cualquiera. Él no dejaba de aspirar un aroma inexistente, era dulce, comestible, incluso relajante. ¿Era ella el motivo de su actual inspiración?

De pronto su dedo meñique sintió la terminación del papel. Su lápiz había dedicado las más hermosas palabras, pensamientos que no podía decir en voz alta.
Ese fue el final de la conexión, esos coloridos manantiales esperanzas fueron cubiertos por sus telones de gruesas pestañas negras.

El peliblanco soltó un suspiro; todo el tiempo estuvo inducido, como si un profesional de la hipnosis estuviera todo el tiempo con su reloj en la mano y este, estuviera bastante concentrado en buscar alguna vida pasada.

No supo cuánto tiempo pasó desde ese momento, ni tampoco se dio cuenta cuando el salón de conferencias estaba nuevamente con los estudiantes y la maestra escuchando atentamente las hermosas poesías, entre prosas y versos. Algunos con sentido, otros más apagados, cada uno interpretaba a su manera.

Su mente todavía estaba bajo el agua, disociar era muy común en él, más un solo llamado de atención o más bien, un ligero golpe en su brazo, bastaba para que aterrizara otra vez.

— Oye Kakashi, ¿estás bien? — Rin movió su mano frente a los ojos del peliblanco — Creo que estás medio dormido. La señorita Shizune quiere oír lo que tienes.

Soltó un suspiro interpretando en este que no le quedaba más que hacer, volvió a tomar una bocanada de aire, en tanto tomó la hoja y caminó a su vez al frente.

— Silencio por favor. — Pidió Shizune, esperaba oír algo realmente sorprendente.
— Gracias, maestra Shizune. Lo que escribí todavía no tiene título...
— Es muy común en ti, pero de seguro es algo maravilloso. Por favor, continúa.


De pronto creí ver colores magenta,

una clara señal de que estaba delirando
Mis iris me hicieron creer que esto tenía olor
uno más bien similar al algodón dulce

¿Qué pretendía el pálido rosa hacer entre las ramas?

Jamás permití que estuviera observando, el reflejo de agua pura
Naturalmente seguía el rumbo verdoso y sin pestañear.

La fuerte tormenta coló en prosas las notas negras de un piano
cada tonada fue tomando sentido, cuyo objetivo era una canción primaveral


¿Qué pretendía el pálido rosa hacer entre las ramas?
Descansar, inhalar y subir hasta lo más alto de la copa
¿Qué pretendía el pálido rosa hacer entre las ramas?
En el momento equivocado, de pronto se convirtió en magenta
¿Qué pretendía el pálido rosa hacer entre las ramas?
Ser parte del inicio de marzo.

He oído el coro de las ninfas, las ramas son el instrumento
Sus pétalos son las voces, expertas en los tonos altos
Cientos de ellos, a veces con la intención de una canción primaveral

No hay comparación como tal; infinidad de flores de sombra perderían su brillo
No hay comparación pues esa verde esperanza, otorga mil años de vida más.



Primavera blancaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora