Pocky chokorēto

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El olor dulce se sentía por todos los rincones de ese establecimiento. La vergüenza disfrazada de sonrisas firmes. Chicas inclinándose en modo de respeto para entregar lo que eran regalos del día de los enamorados, mejor conocido como el día del chocolate negro. 

Kakashi, suspiró de mala gana, sabía que al llegar, un par de chicas iban a bloquear su camino de ingreso, pero no solo sería la entrada, sino que también las encontraría por los pasillos, incluso en su salón de clases. 
No le molestaba recibir chocolates, lo que realmente le molestaba era recibirlos, pero luego de eso, aclarar a las chicas que lo hacía simplemente por respeto y no porque correspondiera los sentimientos. 

𝑄𝑢𝑖𝑠𝑖𝑒𝑟𝑎 𝑞𝑢𝑒𝑑𝑎𝑟𝑚𝑒 𝑎𝑠𝑖́,
𝑒𝑛 𝑡𝑢 𝑐𝑎𝑚𝑎,
𝑒𝑛𝑟𝑒𝑑𝑎𝑑𝑜 𝑒𝑛 𝑙𝑎𝑠 𝑠𝑎́𝑏𝑎𝑛𝑎𝑠,
𝑝𝑟𝑜𝑐𝑙𝑎𝑚𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑒𝑙 𝑎𝑚𝑜𝑟 𝑞𝑢𝑒
𝑠𝑒𝑛𝑡𝑖𝑚𝑜𝑠 𝑒𝑙 𝑢𝑛𝑜 𝑝𝑜𝑟 𝑒𝑙 𝑜𝑡𝑟𝑜.



De pronto esa frase golpeó su cabeza, ¿cuánto tiempo había pasado ya desde ese fatídico momento? los días de chocolate negro no serían igual. 

El clima, a pesar de ser un día completamente lleno de amor, no acompañaba mucho pues, las nubes pronto se apilaban una sobre otras trayendo dentro de si, la carga de agua que la tierra necesitaba, y por consiguiente, él deseaba. 
Seguramente el clima comprendía su mal pasar, seguramente esa chica que tanto amó, leía sus pensamientos, y como siempre fue tan comprensiva, pedía a los astros que enviaran las nubes de lluvia. 

Un estruendoso ruido provino del cielo cuando pensó sobre el poder que tenía Hanare. 

La entrada de la academia estaba completamente vacía. Suspiró aliviado. Nadie le atrasaría esta vez. 
Con calma llegó hasta su salón, sorpresivamente nadie lo recibió con chocolates ni declaraciones forzadas, ni siquiera su casillero tenía obsequios. 

¿Qué había pasado este año?, ¿alguien más captaba la atención? de ser así, le quitó todo un peso de encima. 

Deslizó la puerta del salón, y todos los miedos que creyó haber evitado, estaban en su mesa y en el pasillo. Pilas y pilas de chocolates, cartas, arreglos florales. Más que san valentín, parecía el día de su funeral.
Descolocado por todo esto, caminó hasta su lugar. Sus compañeros, varones más nada, contemplaban esos regalos con envidia silenciosa, pero que el peliblanco sí podía percibir. 

— Este año ha sido diferente, ¿no lo crees, Kakashi? — Saludó Rin con una amplia sonrisa. Como siempre, llevaba sus manos atrás en la espalda baja, ejerciendo punta y talón para balancearse como una adolescente. 
— Rin también dejó uno escondido por ahí — Comentó Obito, este miraba sus uñas de forma desinteresada. Por dentro, se sentía como los reyes feos, nunca recibían nada. 
— No puedo comer todo esto — Dijo preocupándose por la alta cantidad de chocolates—. Agradezco todos los presentes pero, para mí sería casi imposible. — Sus ojos estudiaron a cada uno de sus compañeros, finalmente se detuvo en Obito, el cual, esperaba recibir algo de Rin. 
Kakashi soltó un suspiro suave, después de clases, daría los chocolates a todos los presentes. 

Por la entrada del salón, ingresó el maestro de turno, un hombre rubio y carismático, maestro jefe de esa clase. Minato ejercía clases de idioma tradicional avanzado. Jamás perdiendo la costumbre. 

— Vaya, ya se me hacía raro no ver chicas afuera entregándote regalos en este día. —
Kakashi tomó la primera caja de bombones y esta se la dio la maestro. 
— Tenga, moriré del azúcar si me como todo esto. — Y no sólo repartió esa caja, sino que varías más, solo se quedó con tres, una de ellas era de Rin. 


Después de tres intensas y extensas clases, Kakashi logró quedarse a solas con Obito en la entrada del establecimiento, Rin se había retirado más temprano pues debía hacer algunos deberes. 
El pelinegro, ofreció llevar a su amigo hasta su casa, pero este rechazó la oferta, sin embargo, le pidió un gran favor. Obito entendía, sabía dónde quería ir. 

— Súbete. — Pidió a su amigo. 

La amistad de estos dos era tan especial que, no era necesario decir ni una sola palabra para saber qué estaban pensando exactamente. 
Kakashi tomó la oportunidad para sacar del maletín la caja de chocolates que Rin le había obsequiado. 

— Tómalo — Extendió el obsequio para que su amigo lo tomara. 
Él, de inmediato lo aceptó, al mismo tiempo añadió.
—: Vamos Kakashi, vuelve a la normalidad, pareciera que te estás declarando. — Su broma era tan fuera de lugar, pero esto bastó para que Kakashi por fin sonriera. Una absurda broma tranquilizó su corazón. Era lo único que necesitaba. 
— Hemos llegado — Indicó el chofer de ese lujoso vehículo. 
— Gracias. ¿Quieres que te acompañe, Kakashi? 

Ese lugar era desolado, para nada aterrador, un lugar abierto lleno de sepulturas coloridas y vivas. No habían símbolos religiosos católicos que adornaran este lugar. Solo flores, remolinos de viento hechos con papel metálico y, hermosas cartas de dedicatorias. 

— No — Dijo finalmente. — Ve a casa, yo después tomaré un auto para regresar.  

Este de inmediato se bajó del vehículo con sus pertenencias, una vez cerró la puerta del auto, Obito se despidió. 

Un camino de tierra y pasto lo recibió con gusto, el cielo pronto comenzó a llorar. Todavía pensaba que las nubes sentían su pesar.

Más allá, en las filas del fondo, justo al lado del árbol de manzano, estaba la tumba de esa chica. 

— Estoy aquí — Murmuró. Sabía que no obtendría respuesta alguna, simplemente se hincó para ver el estado real de su sepultura. Era casi decente. 
Sin decir palabra alguna, tomó las flores que se marchitaban y las depositó en un gran tacho de basura, después cambió el agua de las macetas y decoró con flores que anteriormente le habían obsequiado. Jamás hacía eso, pero tampoco habían puestos de floristas para un arreglo.
— Espero esas chicas puedan perdonarme. Nadie en su sano juicio recibe las flores de este día para dejarlas en una tumba. — La charla no se iba a extender demasiado, todavía tenía cosas que hacer. — ¿Sabes? Me encantaría darles un empujón a Obito y a Rin. Ella pierde el tiempo conmigo. Jamás le daría una oportunidad. No digo que sea mala o fea. Muy por el contrario, es bellísima, pero no me permito tener sentimientos por ella. Es como ver a una hermana menor. 

En respuesta recibió la fuerte lluvia cayendo sobre su cabeza, era torrencial, casi como si alguien estuviera lanzando agua a punta de recipientes. 

Cuando se levantó, estiró un poco las rodillas y se golpeó las mejillas. No tenía ánimos de llorar.
— Otro día te veo, debo ir al otro lado. —

El otro lado, al costado derecho, estaban las sepulturas más viejas. Ahí se ubicaba la que alguna vez en vida fue su madre. 
Para su sorpresa, el lugar no estaba completamente solo como pensó. Había alguien limpiando y arreglando las flores del lugar de su mamá. 
Por la lluvia, apenas podía abrir los ojos. 

A paso firme llegó hasta ese lugar, ahí la topó de frente. Esa chica otra vez. 

— ¿Qué haces acá? — Preguntó Kakashi de golpe, extrañado más nada. 
La chica levantó la mirada, al principio se asustó, pero después se sintió aliviada de que no fuera un alma en pena para agobiarla. 
— Vine a visitar a mi padre — Confesó. La tumba de ese hombre estaba justo al costado derecho, dos puestos más allá. 
— Pero, esta es...
— Es una mujer, lo sé, pude leer su nombre. Pero me pareció que estaba algo sucia, así que, la decoré con flores y un remolino, pero seguro se echará a perder por la lluvia. — La chica se levantó orgullosa de haber hecho eso. — No la conozco, pero, ojalá le haya gustado mi regalo. 

Kakashi estaba sin habla, simplemente vio cómo se volvía a alejar, pero no tanto pues, se quedó de pie frente a la tumba de quien fue su padre. 
Este se quedó en silencio, no pudo decir nada, solo ver su pelo completamente mojado, su blusa pegada a su cuerpo, cómo intentaba fingir los temblores de la tristeza y del frío. 

Ella cerró los ojos, era un momento de oración. El peliblanco desvió la mirada a la tumba de su madre. Un calor distinto invadió su pecho, tanto que olvidó que estaba mojado por la lluvia. Sus manos volvieron a sentir el calor. 

— Nos veremos pronto, papá. — Dijo aquella chica. 
— ¿Viniste sola?
— Sí — Respondió— Ya debo irme, tengo cosas que hacer. 
— Espera, te iré a dejar.
— ¿Uh? Oh no, no, no es necesario. — Desvió el rostro lo más pronto que pudo, su antebrazo cubrió su boca por el estornudo.
— Tienes que secarte. — Insistió.— ¿Vives muy lejos?
— Algo, pero puedo pedir un...
— Vamos... — No dejó que terminara de decir nada, simplemente sujetó el antebrazo de la chica y la jaló para llevarla hasta la salida, pero antes de salir, se despidió del padre de la chica con una venia respetuosa, luego miró la tumba de su madre y simplemente sonrió. 
De pronto, ambos subieron a un taxi que gustoso los llevó hasta el hogar del peliblanco. 

La lluvia se volvió incluso más intensa, inquietante, casi como si fuese un tifón. 

Sakura no pudo decir palabras, todavía estaba bastante pensativa por la repentina amabilidad de ese chico. 
Al llegar, a la muchacha casi se le cae la quijada de la sorpresa. Era una casa enorme. 

Kakashi pagó el viaje, luego de eso, ambos salieron y llegaron hasta la entrada de ese maravilloso hogar. 
La mujer de avanzada edad los recibió con amabilidad, una que se convirtió en preocupación al ver a esa chica tan mojada. 

— Pero, ¿cómo no pudo llevar un paraguas? Ay, por todos los cielos. — La mujer aplaudió para llamar a las criadas, estas de inmediato fueron por toallas, otra fueron a la cocina para preparar algo caliente, y el resto, encendía la calefacción.— Está muy pálida, jovencita. 
— Lamento ocasionar tantos problemas. — Se disculpó con la señora. La chica se quitó los zapatos en la entrada de la casa. 
— Joven Kakashi, lo mejor para ella es que tome un baño caliente mientras le lavamos la ropa y se la secamos. 
— ¡Oh no! — Intervino avergonzada.— De verdad, no es necesario. 
— Creo que debes hacerlo, hace un rato estornudaste, y si vas con la ropa mojada a tu casa, cogerás una gripe. — El peliblanco recibió la toalla que una de las chicas le extendía.

Sakura, antes de aceptar, observó todo su entorno. El bonito suelo de baldosa lustrosa blanca, pilares de concreto blancos muy al estilo romano, y sobre estos preciosos pilares, artesanía antigua. Arriba en el techo los detalles griegos de querubes atentos. Ese lugar era similar al hogar que ahora vivía su madre con ella. 

— Señorita, después puede ver lo maravilloso del hogar, ahora por favor, si es tan amable. — La mujer de avanzada edad extendió su mano con amabilidad para guiar a la adversa. 
Sakura, sin perder tiempo, apresuró el paso para seguirla. Se sentía fatal, el piso estaba resbaloso, se notaba que siempre lustraban y sacaban brillo hasta ver el reflejo de sus rostros en el. 
Recorrieron un largo camino hasta la sala de visitas, pero ese no fue el destino, mucho más al fondo, en unas escaleras altas como de un castillo, subieron al costado derecho. Sakura se sujetó del pasamanos, ya dejando de sentir frío pues las escaleras estaban forradas con alfombra roja. Todo era muy hermoso. 
— Este lugar es precioso, parece un castillo. Lamento entrar así a su casa, señora. Prometo no volver a causar más problemas. — Se disculpó. — Pero es que, su hijo insistió en traerme. 

La criada sonrió para sí misma. 

— Deje la preocupación, señorita — La mujer llegó hasta aquella habitación, un lugar que nadie utilizaba pero que siempre se mantenía limpio. Al adentrarse, una hermosa cama grande llamaba a la pelirosa para lanzarse, pero lo que más la impactó, fue el baño. Era poco normal tener ese tipo de lujos, el baño era tan grande como lo era su actual habitación. 
Una pequeña ''o'' se dibujó en los labios de la muchacha, impresionada por tanto lujo. 
— Hay agua caliente, shampoo y todo lo que necesite. Por favor, cuando se quite la ropa, déjelo en este canasto, yo la esperaré aquí para poder llevarme la ropa. 

Sakura volvió a cubrirse la boca con el antebrazo, se estaba pasando de frío. Así que no hizo esperar más a la mujer. Con prisa entró al baño donde, en la privacidad se quitó todas las prendas, incluso la ropa interior. Jamás lo había hecho, pero tampoco podía desconfiar de esa amabilidad. 
Lo único que no entregó fue su bolso, ese tenía cosas personales. 
Una vez se quitó toda la ropa, dejó la canasta en la puerta de entrada en el baño. La mujer de inmediato la cogió y se la llevó. 
— Despreocúpese señorita, tómese su tiempo. 

Sakura estaba de espaldas en esa puerta del baño, ¿cómo podía ser tan ingenua? entregar su ropa así como así, aceptar ir a la casa de un desconocido. ''¡Soy una tonta!'' se maldijo. Pero tenía que aprovechar, si Sakumo se enteraba que ella estaba en el cementerio visitando al esposo de Anne, seguramente se armaría una pelea y ella estaría colgada en un rincón del hogar. 

Dejó de pensar las cosas. Tranquila se acercó a abrir el grifo de agua caliente, ahí la tina comenzó a llenarse. Su pie fue el primero en degustar el agua, luego fue el otro, y pronto todo su cuerpo se sumergió en ese lugar. 
Hundió hasta la cabeza, aguantó la respiración, y para cuando no pudo más, sacó el rostro. 
— ¡Qué maravilla! 


Kakashi ya se había quitado la camisa, sobre sus hombros reposaba una toalla blanca, este secaba parte de su torso, que por cierto, estaba bien trabajado. 

— Joven Kakashi, ¿de dónde salió esa jovencita? — Cuestionó la mujer mayor mientras doblaba algunas prendas del muchacho. — ¿Cómo se llama?
— Sakura, creo 
— ¿Cree? ¿cómo así? ¿no la conoce? — La mujer miró al peliblanco con sorpresa.— Nunca había ocurrido algo así, ni siquiera con la señorita Hanare. 
— Hoy fui a visitar su tumba — Añadió él— Y cuando lo hice, me topé con Sakura... pero ella, estaba arreglando la sepultura de mi madre. 
— ¿Ella conoce a su madre?
— No, ella estaba ahí por su padre, pero como vio que la sepultura de mi madre estaba algo descuidada, se tomó la libertad de regalarle flores y un remolino de viento. — Su mirada se perdió en la ventana, aquella que retenía las feroces gotas de lluvia. El sonido era realmente gratificante. — No alcancé a decirle que era la tumba de mi madre, y tampoco le di explicaciones del por qué yo estaba allí. Ella no preguntó, solo estaba ahí. 
— ¿Y qué flores le obsequió ella a su madre?
— Sus favoritas, y por si fuera poco, el remolino de viento era del color favorito de ella. 
— Su madre estará agradecida de ella, aunque no la conozca.— Sonrió con el alma cálida. Ella también sentía mucho aprecio por esa mujer, era como su hija, y Kakashi, como su nieto.— Pude notar que la muchachita es de su misma academia. Y me da la sensación de que ustedes han tratado antes, porque si no fuera así, ella no estaría acá. 
— No me apetece contar esa historia — Volteó un poco para dedicarle una sonrisa— Pero, sí, ya he tratado con ella, al menos dos veces. En la academia y en el parque. Pero, ¿sabes lo que es más curioso?
— ¿Qué es? — La señora terminó de doblar la ropa para guardarla en los cajones de ropa. 
— Pakkun, él quería jugar con ella. Y es raro porque, no se lleva con nadie, a no ser que sea contigo o conmigo. Ni siquiera Rin puede tocar a Pakkun. 
— Ella tiene algo especial. Las personas así, siempre dejan una huella. 

Al menos media hora pasó desde que Sakura estaba en el baño, sus dedos ya tenían arrugas, pero no le importó. Incluso el aroma del shampoo y el bálsamo era distinto. 
Cuando acabó de bañarse, destapó la tina para que el agua se fuera, luego de eso, se secó y, tomó algunas cosas para perfumar su piel, luego peinó su cabello, odiaba tenerlo enredado, menos cuando lo tenía tan largo. 

Salir del baño fue un placer, pero el otro fue estar en ese cuarto tan grande. La vista era deslumbrante. No habían otras casas cercas, era casi como un parque para ese chico y su familia. 

La puerta fue golpeada una y otra vez, la mujer de servicio llamaba a la pelirosa. 

— Jovencita, su ropa está seca. Dejaré el canasto acá. 
— ¡Gracias! — La chica todavía estaba desnuda, solo tenía la toalla enrollada en su cuerpo. 
Cuando abrió la puerta, tomó la canasta y la metió, pero antes de cerrar la puerta, una visita se coló sin que ella se diera cuenta. 

Con dedicación sacó toda su ropa. Primero se puso la ropa interior, luego las largas medias que llegaban hasta su muslo, estas presionaban un poco. Luego, la blusa, corbata, falda tableada y ya. ¡Como nueva! Frente a un espejo se dio una vuelta para arreglar los últimos detalles de su atuendo.

¡Wan wan! 

Sakura había olvidado que ese chico tenía un pequeño perrito, ese mismo cachorro que ella intentó rescatar.

¡Wan wan!

Volvió a escuchar, el perrito parecía que estaba muy cerca. De pronto sus ojos vieron a un pequeño cachorrito que estaba encima de esa enorme cama. 

— ¡Hey! ¿cómo es que llegaste tú ahí? — Sakura se aproximó para acariciar al cachorro, este corrió hacia ella. Ansioso se acomodó entre sus brazos, ella de inmediato lo sujetó para que no cayera. Fue el momento más hermoso y lleno de cariño que pudo tener. — Así que aquí estás, ¿eh? — Acercó su nariz para que este comenzara a lamer sin problema alguno— ¿Quién es un perro bonito? ¿hm? ¿quién es? ¡Oh sí, tú lo eres! — Decía mientras salía de la habitación con sus pertenencias, y por supuesto, con el cachorro en sus brazos. 
En la puerta de la habitación, se encontró de frente al peliblanco, este se sorprendió al verla con Pakkun, lo mismo la mujer mayor.

— Oh, lo lamento, yo... es que, el perrito entró y bueno, se subió para cargarlo, y yo... — 
Kakashi le regaló una sonrisa calmada, esto hizo que Sakura se sintiera avergonzada. 
— ¿Estás lista? Ven conmigo, bajaremos a beber algo caliente. 
— Yo de verdad les agradezco mucho su hospitalidad, pero si me quedo más tiempo, causaré más molestias a su madre y a ti. — Se inclinó pidiendo perdón. 
— ¿Mi madre? — Preguntó Kakashi algo desconcertado, más luego recordó que ella no sabía nada de él. — Mi madre debe estar agradecida con todo lo que has hecho. 
— Así es señorita. — Inquirió la mujer adulta.

Esto confundió mucho a la chica.

— Sígueme. 

Sakura obedeció. A paso firme siguió al muchacho junto a esa mujer que, ella creía era su madre. Pakkun por su parte, no quería dejar aquel lado tan cómodo. Se sentía relajado, tanto que incluso se quedó dormido entre sus brazos. 

Los tres llegaron hasta la sala de visitas, ahí en la mesa había tazas de café, chocolate e incluso té verde. Tanta variedad para esas tres personas. 

La mujer invitó a Sakura para que tomara asiento en ese cómodo sofá de cuero. Ella, enseguida se acomodó. Estaba sorprendida, hasta eso era suave. 

— Mi nombre es Ayame... y yo no soy la madre de Kakashi, soy más bien la ama de llave de este hogar. 
— Sí, pero yo le digo abuela, es como mi abuela. — Él también tomó asiento al lado de ella, con calma tomó la taza de café. No era muy fan del dulce. 
— Es un placer conocerla, señora Ayame — Se iba a poner de pie para saludar de manera correcta, pero ella no se lo permitió.— Perdón por causar tantas molestias. 
— No es nada, el joven Kakashi hizo bien en traerla. — Una sonrisa cariñosa afloraba en sus arrugados labios— Bien, los dejaré solos, tengo cosas que hacer todavía. — Aquella extendió las manos para recibir a Pakkun el cual gozaba del calor de la chica. Sakura iba a entregárselo, pero este cachorro sintió el desapego y pronto se despertó para ladrar. — Bien, creo que después será. No se quiere apartar de usted. 
— No tengo problema, me gusta mucho. — Depositó un pequeño besito en la cabeza del can. La pelirosa finalmente lo dejó sobre sus piernas para que durmiera en aquel lugar. 
— Muchas gracias, Sakura — Kakashi se notaba agradecido, ¿y cómo no estarlo? ella se había tomado la libertad de hacer algo que nadie podría. 
— ¿Eh? no entiendo por qué me agradeces, cuando en realidad la que debería estar agradecida soy yo. 
— Hace unos minutos atrás dije que mi madre estaría agradecida. 
— Sí, pero pensé que la señora Ayame era tu madre.
— Tú pusiste sus flores favoritas en su sepultura. — Concluyó finalmente el muchacho.
Sakura al oír eso, abrió los ojos con sorpresa. 
— Oh... lamento mucho tu pérdida — Desvió la mirada hasta las tazas de café. Todavía no se atrevía a tomar alguna. 
— Gracias. — El pésame de ella le hizo sentir incluso mejor.

El silencio volvió a apoderarse de esos dos, ambos tenían muchas cosas qué decir, pero ninguno gesticulaba palabra. De pronto un sonido divertido provino del estómago de Sakura. Era hambre. 
Por la vergüenza, empuñó sus manos en las orillas de sus rodillas. 

— Tienes hambre, te traeré algo de comer. 
— ¡No! Por favor, no más atenciones, me estoy sintiendo muy incómoda, y no he hecho más que traer molestias. Además... — Pausó un momento la charla, su mano derecha alcanzó su maletín escolar que reposaba en el almohadón, una vez lo tuvo cerca, lo abrió y sacó de su interior una caja de pocky sabor chocolate amargo. — tengo esto, no es mucho, pero podré engañar a mi estómago. — Abrió la cajita sin problemas luego de dejar su bolso en el lugar anterior. — ¿Quieres? — Extendió la pequeña caja de dulces. 
— No soy muy amigo de los chocolates, de hecho, hoy regalé todos los obsequios del día de los enamorados. ¿Tú obsequiaste algo a alguien?
— No — Se llevó un pocky a la boca, solo mordió la punta del dulce— No soy muy amiga de las preparaciones dulces. Puedo preparar comida casera perfectamente, pero por alguna razón, el dulce no es lo mío, pero sí me gusta comerlo. Sin embargo, este chocolate no es dulce, tal vez porque es con ochenta por ciento de cacao. 
— ¿No es dulce?
— Para nada, de hecho, sabe mejor cuando comes un poco y tomas un poco de café. Vamos, haz el intento — Volvió a ofrecer los dulces. 

Kakashi movió sus dedos un momento, se sintió inseguro de aceptar pues, literalmente, después de tanto tiempo, comería algo que tampoco era de su gusto, pero de lo que sí sentía curiosidad. 
Entregado a ello, tomó uno del paquete, este lo llevó a su boca y saboreó bien el chocolate.
Efectivamente, no era para nada dulce. A continuación, tomó su taza de café para mezclar el sabor del grano, y tal como ella dijo, sabía fenomenal. 

— Wow, tiene un delicioso sabor.  — Repitió la misma acción al menos dos veces. 
Sakura, al verlo tan entusiasmado con el nuevo descubrimiento, tomó la mano libre del chico y dejó la caja de pocky a su disposición. 
— Te lo regalo, pero no te vayas a obsesionar bebiendo café, hace muy mal para la salud. 
— Sí. 

Sakura miró la hora del reloj de pared, este señala las cinco de la tarde. Apurada buscó su teléfono móvil para ver qué novedad había. 

Un montón de llamadas perdidas, mensajes de texto, mensajería de voz. Todos eran de su madre.

— Vaya... — soltó un suspiro inquieto. 
— ¿Pasa algo?
— No, es solo que ya tengo que irme. Es tarde y tengo tareas que hacer. — Sakura antes de levantarse, buscó entre sus pertenencias una pañoleta de color verde claro que utilizaba por las mañanas. Este accesorio lo acomodó sobre el sofá, seguido de ello, tomó al pequeño Pakkun para que tomara el olor de esa prenda. 
El can ni siquiera se dio cuenta de esto, solo siguió durmiendo. La pelirrosa por fin podía ponerse de pie. 

— Gracias por todo, Kakashi.
— No hay de qué. Por cierto. ¿quieres que te vaya a dejar hasta tu casa? podría decirle a uno de mis choferes que lo haga. 
— No es necesario — Sakura de inmediato con el mismo celular buscó una aplicación que era para pedir servicio de auto. Este envió una alerta de respuesta. Es tres minutos estaría fuera de ese hogar. 

El muchacho acompañó a la chica hasta la salida de su hogar, pero esta vez, ambos iban con un paraguas para no estarse mojando. 

— Ahí viene mi vehículo. Bien, muchas gracias por todo. Nos vemos en la academia. 
— Nos vemos... ¡Ah, Sakura! — Le arrebató el celular de las manos antes de que lo bloqueara. 
El peliblanco rápidamente buscó el teclado para anotar su número de teléfono, una vez lo anotó, se lo entregó. 
La pantalla mostraba el nombre del chico: Hatake Kakashi. 
— Avísame cuando llegues, por favor. 
— Lo haré — Sakura bloqueó la pantalla del teléfono sin siquiera mirar el nombre completo del muchacho. 



Verla partir en el auto le dejaba una sensación extraña, sentía que ella no quería irse de ahí, o tal vez él estaba imaginando cosas. 
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¿ME PERDONAN?
PERDÓN, PERDÓN, PERDÓN. Sé que me he demorado un montón en actualizar, pero es que no tengo excusa para mi flojera. 
Son libres de castigarme. 

Fuera de eso, me gustaría saber cómo están, si disfrutan de la historia y todo eso. 

¡Ojalá sigan cuidándose!

Un besote a todos, y un abrazo bien a la distancia. 

¡Gracias por su paciencia! 


Primavera blancaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora