Favor por silencio

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— Cabeza hueca. ¿Ya terminaste de alistar las cosas? Estas siendo muy exagerado, además la chica ni ve, ¿por qué tienes que guardar tantos objetos?

— ¿Cómo qué por qué? El otro día vino Rin hasta la casa y estoy seguro que vio cosas que no debía haber visto, y todo porque Yamato la citó acá, cuando existe tanta cafetería excelente para charlar. — Sukea dio una vuelta completa en su entorno, ya no estaban los cuadros de la mujer que llamaba su abuela, todo eso, estaba en una habitación con llave, solo él podía entrar.

— Pero de haber visto algo, seguramente te diría algo, ¿no crees?

— Rin siempre es muy discreta. La conozco desde que éramos niños. Si ella se entera de algo, guardará y recopilar información, pronto sacará sus propias conclusiones. ¡Así se maneja! Pero tampoco es que haga revuelo por las cosas. Si el asunto es apropiado, hará un comentario discreto, pero si no, es porque estoy salvado.

— Mira, Sukea. Está todo listo, la habitación de esa mujer, todo lo que necesitas... y...

El teléfono comenzó a sonar, era la gente de recepción. Sukea de inmediato contestó la llamada.

— Diga, ¿qué ocurre?

— Joven Sukea, ya llegaron. ¿Los hago pasar?

— Sí por favor.

Al cabo de unos cuantos minutos, el timbre de su casa estaba sonando. Fue Anko la que se acercó a abrir ya que Sukea estaba tieso de la preocupación.

Cuando la puerta llegó hasta atrás, lo primero que pensó ver fue a esa pelirrosa, pero en vez de eso, fue el rostro de su viejo amigo Obito.

Su corazón se agitó. Estaba inseguro de haber quitado todas esas evidencias.

Seguido de Obito, venía un ejemplar ya viejo perro, este olfateó todo, hasta que se sintió más cómodo. Por supuesto que conocía a este can que ya estaba quedando algo ciego.

— ¡Pakkun, Pakkun! —

Corrió una niña de cabello negro detrás del can, este a duras penas jugaba con ella, pero hacía un gran esfuerzo en acomodarse y recibir las caricias de esa simpática pequeña.

Sukea se sintió enternecido de ver a esa chiquilla. Quería ver a quién se parecía más, si a Rin o a Obito, pero no hubo tiempo para esto pues la castaña, de forma apresurada entró y se acercó al dueño de la casa.

— ¿Y Sakura? — Preguntó preocupado.

— Está en el jardín de su hogar, está con su jefe de editorial, Gai. — Mencionó ella. — Le pedí que se quedara un momento a solas. Llegamos en autos diferentes.

— ¿Y eso por qué?

— Escuche, Sukea... ¿Ve a esa niña que está ahí?

— Sí, es muy linda, se parece muchísimo a su marido... en hora buena, doctora.

— ¿Ah? — Rin lo miró con duda, pero luego recordó que no le dijo nada sobre esa criatura. -- Sarada no es mi hija, Sukea. Sarada es hija de Sakura y su esposo Sasuke. La niña nació después de la muerte de su padre. Cuando Sakura se casó, ya tenía dos meses de embarazo.

La noticia tan repentina causó un impacto en su rostro. Su mirada estudiaron bien a esa niña. Rin tenía toda la razón. Si se fijaba bien, notaría que Sarada tenía el mismo cabello de Sasuke, la piel de este, su expresión y también esa mirada llena de misterios, aunque por otro lado, estaba esa dulzura que lograba derretir cualquier corazón.

Primavera blancaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora