Diecinueve.

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Los nudillos de la pálida Candy Saunders se volvían más blancos -si es que esto era posible- mientras apretaba ambos puños al punto de que sus cortas uñas casi atravesaban la piel de sus palmas. Su mandíbula tensa y la mirada perdida hacia el patio delantero cubierto de hojas secas que no se habían limpiado en años. Shami, su gato, parecía burlarse de ella al estirar la espalda y afilar las uñas en su tronco favorito. Ya no era otoño, pero todo el paisajismo de la casa de la chica parecía haberse detenido en esta seca estación. Las flores de los antiguos y enormes robles amarillos y hojas de los frondosos arces japoneses palmeados que resguardaban, imponentes, la antigua casa de Sunflower de miradas curiosas.

El clima era agradable. Los típicos 22°C predominantes de Batesville permitieron a nuestra protagonista usar un hermoso vestido estilo lolita color azul pastel, unas calcetas con holanes y zapatos beige. Por su pecho se cruzaba la correa de cadena dorada de un pequeño bolso verde lima donde permanecía a la espera del rescate el frasco platico naranja con medicamento para sus ataques de ansiedad y la tarjeta de crédito que últimamente había sido su cómplice para compras innecesarias en internet.

—No tienes que hacerlo si no estás lista, Candy —la voz grave de Emmanuel la hizo soltar el aire contenido en sus pulmones.

—Tengo que hacerlo, tengo que hacerlo —habló más para sí misma observando con determinación la puerta de hierro que la separaba del resto del mundo.

En ese momento el chico tuvo una reveladora idea y sin perder mas tiempo corrió hacia las escaleras saltando los escalones de dos en dos hasta llegar al segundo piso. Avanzó a largas zancadas por el amplio pasillo hasta llegar a la habitación de ella y en un movimiento rápido tomó la mullida mantita blanca que yacía cómodamente sobre la cama al centro del lugar. Giró sobre sus talones y así tan pronto como entró salió de ahí. Corrió por el pasillo y milagrosamente no tropezó al bajar las escaleras. Al acercarse a ella rápidamente colocó la mantita sobre sus hombros. La reconfortante fragancia del olor de su cuarto la hizo sentirse ligeramente mas calmada por lo que comenzando con técnica de mantenerse distraída al estar fuera dio un paso hacia afuera.

—¿Crees en los multiversos? —preguntó a nuestro protagonista una vez se encontró, por primera vez desde sus seis años, fuera de la seguridad de la casa.

—Soy un friki fan de los cómics ¿tú qué crees? —dijo en respuesta el moreno quien cerraba la puerta principal con las tres cerraduras mientras se tomaba un momento para señalar su ya característico suéter de Spider-Man. Incluso Candy llegó a cuestionarse si acaso no tenía otros suéteres.

—A mi me gusta pensar que los sueños son "cameos" a otros mundos del multiverso porque no podemos soñar con cosas, lugares o personas que no conocemos. —habló con rapidez al atravesar el patio siendo guiada por Emmanuel.

—Eso suena interesante. —comentó él, como siempre maravillado cada que escuchaba hablar a la chica de la que se estaba enamorando. Una vez que ambos estuvieron en la acera y cerró la puerta de hierro con llave, avanzaron por la Avenida Sunflower para llegar a la parada del autobús.

Siguiendo esta lógica, existe un mundo en donde yo soy normal, otro donde nunca me fui de Londres, otro donde ni siquiera nos conoceremos —hizo una larga pausa al observar a su gato, quien los había seguido, entrar al patio de la casa del moreno para encontrarse con la gata de este—. Infinitos universos, infinitas posibilidades —añadió citando a Rick Sánchez.

—Dime, ¿has tenido mas sueños de diferentes lugares, situaciones o personas? —preguntó el contrario para mantenerla ocupada hablando mientras caminaban a la parada del camión.

—Claro. Muchos de mis sueños son apocalípticos pero la verdad es que no me asustan en lo absoluto. Me entretiene demasiado soñar ese tipo de cosas, hasta podrían ser guiones de películas de ciencia ficción —hablaba mientras su cuerpo delataba su ansiedad. Movía los pies inquietos tambaleándolos de arriba abajo mientras estaban sentados esperando el camión; con sus manos sudorosas jugueteaba las esquinas de la manta enrollándolas una y otra vez.

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⏰ Última actualización: Jul 27, 2020 ⏰

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