Cinco.

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La chica de piel pálida observó en dirección a la casa del chico incluso después de que vio que toda la casa quedó a oscuras. Comenzó a preguntarse qué estudiaba, a qué hora se levantaba y demás, puesto que ella sólo lo veía cuando regresaba y volvía a irse a quien sabe donde y regresaba hasta casi oscurecer. Ya a altas horas de la noche casi madrugada y después de leer iluminada sólo con la pequeña lámpara del escritorio de su cuarto le hizo compañía a su gato en la cama y se dispuso a dormir. Decidió que hoy no esperaría a sus padres.

Tuvo un extraño sueño en el que ella estaba en Suiza con ese chico al que apenas comenzaba a conocer, ambos reían y corrían sobre el verde pasto que cubría casi todo el país. Se sentía bastante a gusto, hasta que se nubló y el chico comenzó a desaparecer, una terrible sensación de angustia y culpa se apoderó de ella y revivió aquel traumante suceso que a los 6 años la obligó a mudarse de país y quedarse encerrada por ser peligrosa para los demás. Despertó de un sobresalto y con lágrimas en los ojos fue en busca de sus pastillas para calmar el ataque de ansiedad.

—Quizás no sea una buena idea, Shamisen —sollozó Candy haciéndose bolita sobre su cama—. Yo soy peligrosa para todos —se lamentó con tristeza.

Por otro lado, Emmanuel obervaba una y otra vez la conversación con la chica de esa casa, aun sin poder creerse lo que estaba sucediendo. Estaba muy pensativo durante sus clases, pensaba si habría alguna manera de averiguar quién era y por qué estaba ahí. Volvió a considerar lo del secuestro, quizás estaba amenazada a no decir su nombre y sólo con esa condición la dejaban tener una especie de interacción con el mundo mediante internet. Dudoso sobre si enviarle algún mensaje prefirió ir a la biblioteca en su clase libre e investigar casos de niños y personas desaparecidas en la cuidad en los últimos veinte años. Tras una hora de intensa investigación no logró dar con alguien similar a ella. Sabía que si buscaba personas desaparecidas en el país sería algo que no terminaría al menos en un par de semanas o quizá meses.

—Quizás estoy exagerando —se dijo a sí mismo. Salió de la biblioteca y fue a tirarse al pasto debajo de un árbol usando su mochila de almohada. Con el ruido de los estudiantes caminando alrededor se quedó absorto mirando las hojas del árbol y la luz que lograba colarse entre las ramas las cuales se movían con tranquilidad a merced del viento.

—Quizás... ¡Está enferma! —se sentó al instante y volvió a analizar la situación—. Por eso se alarmó tanto al verme. ¿Pero qué tipo de enfermedad podría tener? —continuó hablando para sí mismo.

El día continuó transcurriendo con normalidad para ambos. Ella dudaba enviarle algún mensaje y él a ella también. Quería hablar con ella pero tampoco quería presionarla, quería saber por qué se encerraba, por qué nadie más además de él lo sabía, o quizás si, pero era como un secreto a voces. Imposible. Pero quizás debía preguntar a la persona de más edad que conocía. Saliendo del trabajo decidió visitar al señor Lee y su esposa.

Ni siquiera se molestó en buscar alguna excusa para su visita. Apenas la señora Lee abrió la puerta y lo invitaron a pasar y beber té comenzó el interrogatorio.

—Señora Lee, usted que ha vivido tantos años aquí ¿sabe algo sobre los dueños de la casa de la Avenida Sunflower? —preguntó tras dar un primer sorbo a su humeante taza.

—Bueno esa casa ha estado ahí desde que puedo recordar, sigue exactamente tal cual. No sabría decirte algo —respondió tras un largo pensar.

—¿Nunca ha vivido nadie ahí?

—Por lo que sé, no.

—Pero ¿si tiene dueño? —hubo un largo silencio.

—Supongo que si. Me parece que esa casa ha pertenecido a una familia desde que se construyó. Han sido heredada en la misma familia pero parece que nadie ha tenido intension de vivir ahí —la anciana parecía cuidar sus palabras, cosa que alimentaba más la curiosidad de Emmanuel.

—¿Puede recordar el apellido de la familia o algo más? —insistió.

—No. Ciertamente no. Me parece vagamente recordar que es de una familia británica pero no estoy segura —hizo una pausa para beber su té y luego continuó—. Nadie nunca había tenido curiosidad por esa casa ¿por qué tu si? —su tono de voz se tornó algo acusadora.

—Simple curiosidad —respondió Emmanuel cuidando no revelar nada.

Hubo un silencio donde ambos se miraron con complicidad. Como si ambos supieran que estaban protegiendo a alguien mientras conversaban sobre esa casa, y casi por instinto ambos sonrieron al mismo tiempo con complicidad.

—Si logró recordar algo te lo diré.

Y así fue como terminó la conversación. Ya estaba oscuro afuera cuando Emmanuel volvió a casa, pero antes de entrar echó una última mirada hacia la casa, suspiró, pensando que tras la conversación con la señora Lee podía descartar, aunque no del todo, que "Silence" estaba ahí por voluntad propia.

—Prometo que te sacaré de ahí —murmuró aún con el debate interno de buscar en internet enfermedades que hagan que te aisles de las personas, pues internet suele exagerar muchas cosas, y tampoco quería alarmarse sin sentido.

Agorafobia #PGP2020 #StayHomeAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora