¡Vamp, Kong! [KongpobxArthit]

XV

Se enteró de la organización de Adrien un año atrás, cuando prefirió ir a un bar en vez de hacer otro pedido a domicilio de comida china a un local que ni siquiera cocinaba los fideos bien.

Era sábado por la noche. El bar quedaba a pocas cuadras de su edificio y las calles eran lo suficientemente iluminadas como para atravesarlas sin temer. Ingresó al lugar intentando camuflarse entre la gente, que caminaba desde la barra hacia la mesa de pool y viceversa.

Un pelirubio le llamó la atención.

No era demasiado llamativo bajo las tenues luces del local, pero definitivamente resaltaba entre las personas cuyos colores de cabello eran opacos y comunes. El pelirubio  jugaba billar acompañado de una mujer que aparentaba ser de su misma edad. Arthit lo observó, cómo aceptaba un cigarro de la muchacha y luego golpeaba la bola ocho con increíble precisión.

Wow.

— ¿También tienes un crush con el muñequito con pelo de payaso?

Arthit parpadeó desconcertado, volteándose hacia el origen de la voz desconocida y hallándose frente a una mujer que bebía un martini. El castaño se apoyó en la barra, mirándole extrañado.

— ¿Disculpe?

— No te hagas el despistado — dijo sonando divertida con la situación. Arthit ignoraba el hecho de que estaba casi completamente ebria —. Te vi mirando a Adrien. Es guapo ¿no?

— Oh — musitó, comprendiendo que se refería al pelirubio del billar. Dudó un poco y finalmente optó por ser sincero con la mujer —. Sí. Creo que sí. Me gusta su color de cabello.

— Créeme, todas las idiotas en este bar lo aman. Ponte a la fila — bufó —. Aunque es mejor así ¿sabes? Adrien no te conviene.

La preocupación en la expresión de Arthit fue genuina. — ¿Es malo?

— Peor aún: es demasiado bueno — El castaño frunció el ceño. ¿Cómo ser bueno era malo? —. Forma parte de la organización pro vampiro. Ya sabes, esos imbéciles que creen que apoyando a los vampiros, salvarán a su propia especie.

— No sabía que esa organización existía — susurró con asombro. La mujer se carcajeó, al punto de atorarse, y bebió nuevamente de su martini.

— Pues es real, niño. Y debes tener cuidado. Son ellos los que iniciarán la segunda guerra.

— Pero... ¿ellos no quieren paz?

— Claro que no. Ellos quieren que los vampiros se crean otra vez con el poder de pasarnos a llevar... No olvides mis palabras. Cuando el moderador sea un vampiro, esta ciudad arderá otra vez — Arthit se mordió el labio inferior, sin poder evitar la preocupación que albergó su mente al pensar en otra guerra. La risa de la mujer lo trajo de regreso a la realidad —. Parece que le interesas a Adrien, niño.

Giró la cabeza en dirección a la mesa de pool y su mirada se encontró con la del pelirubio, hallando un brillo rojizo y familiar en los ojos de éste. Como el vampiro. La memoria casi olvidada del pelinegro surgió, sacudiendo su cuerpo de pies a cabeza, con el recuerdo de su mirada enrojecida antes de morderlo.

Tardó un instante, para que el rojizo que creyó ver en los ojos de Adrien se desvaneciera, pareciendo una alucinación, dejando solamente un sabor amargo en su boca y un nudo que aún no sabía desanudar atrapando su garganta.

— Diviértete — le dijo la mujer del martini, para luego retirarse del bar.

Entre sus intenciones no se hallaba el meterse en líos innecesarios, mucho menos buscárselos él mismo. El tiempo que había vivido en la ciudad, lo había pasado con calma, su perfil bajo y evitando causar problemas a las personas de su entorno. Prefería ser invisible para ellos que un blanco fácil.