XXXII

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Maratón Final [5/9]

Lo despertaron gritos. Gritos desconsolados, gritos de rabia, gritos de desesperación.

Le dolía la cabeza.

Arthit apenas podía registrar lo que estaba sucediendo o dónde estaba. Una luz colgaba del techo. Las paredes grises resultaban familiares. Incluso la puerta a unos metros de distancia.

Los gritos no cesaban. Provenían de un lugar externo, lejos de aquel cuarto. Las palabras eran ininteligibles, sobre todo imposibles de comprender con el dolor punzante que torturaba su cabeza y que lo mantenía aturdido.

Levantó una mano para tocar el sector que le dolía tanto. Estaba húmedo. Parpadeó para acostumbrarse a la luz y cuando vio su mano empapada en sangre, se cubrió la boca para ahogar un chillido.

Se le cortó la respiración.

Convirtiendo su mano en un puño, se decidió a levantarse. Con dificultad se encuclilló en el piso, apenas notando que un objeto pesado rodeaba ambos de sus tobillos. Una cadena que se unía a la pared, imposibilitándole moverse de su respectivo sitio.

El miedo comenzó a burbujear en su pecho.

Apoyó su espalda contra el muro, jadeante. Aún no entendía muy bien qué estaba ocurriendo. Ya no se escuchaban los gritos, mas aún habían voces de fondo. Una sonaba extremadamente familiar.

Con el corazón desembocado, recordó lo sucedido instantes antes de haber perdido la consciencia.

Khaofang.

Les había recibido en su casa. Les había llevado al sótano. A él y a Adriem. Había dicho que estaban los de la organización. Había dicho que eran los últimos para que la reunión diera inicio. Y luego...

Luego

— ¿Dónde están los otros?

Adrien. Adrien... Examinó el cuarto, con la mirada desamparada, sintiéndose cada vez más agitado y sobrepasado por las circunstancias. Segundos después descubrió que estaba completamente solo en aquel sótano. No había rastro de Adrien.

Arthit tenía ganas de llorar.

No entendía cómo esto le estaba pasando. No entendía por qué.

Inhaló hondo para intentar mantener la calma. Pero sentía que ya estaba muy lejos de esa fase. La desesperación haciéndose lugar en su cuerpo; el miedo, el no saber qué venía después, ni dónde estaba Adrien.

La puerta se abrió.

Arthit brincó por la sorpresa. El sonido inquietante de los pasos contra las escaleras, empeorando su estado. Arthit estaba temblando. Temblando y teniendo la esperanza de que esto se tratara de un malentendido. Un extraño, incomprensible y horrible malentendido. De que después de conversado, él podría irse.

Los seres humanos tenían esa mala manía de aferrarse a la más mínima gota de esperanza, aún cuando todo estaba perdido.

Khaofang sonrió al verle.

— Buenos días, Bella Durmiente.

Le fue imposible saber si lo decía de una manera sarcástica o si en realidad ya era de día. Aunque la puerta que conectaba el exterior del sótano fuese visible, la luz no atravesaba las delgadas rendijas.

— ¿Cómo estás? Prae te dejó una herida fea allá arriba ¿no es así? ¿Duele mucho?

Arthit parpadeó, notando que se estaba refiriendo al golpe en su cabeza. ¿Prae se lo había hecho?

¡Vamp, Kong! [KongpobxArthit]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora