A sus catorce años de edad, el aroma de Arthit cambió.
Definitivamente, olfateó Kongpob, es más dulce, pensó, hundiendo su nariz en la cabellera del pequeño que dormía junto a él. Estaba sufriendo varios cambios, entre ellos su estatura, la cual había aumentado significativamente en los últimos meses.
Kongpob había decidido investigar. Entre sus libros, para su desgracia, no había mucha información acerca los humanos, siendo su conocimiento acerca de ellos casi nulo. No obstante, en uno que otro libro de biología, se hacía referencia a una palabra que capturó su atención: Pubertad.
La línea de vida entre humanos y vampiros era muy distinta. Para empezar, los humanos eran mortales y su reproducción casi siempre era efectiva. Los vampiros lograban concebir un hijo como mucho, y eran casos especiales, razón por la que su población era tan reducida.
Estas diferencias continuaban, alcanzando los más mínimos detalles. Kongpob no recordaba mucho de su niñez, sobre todo considerando que habían pasado cientos de años desde entonces. Quizá su crecimiento había sido similar al humano, en observación de que era una posibilidad, mas no estaba seguro.
Cerró los ojos, decidiendo que iría a la ciudad al día siguiente para buscarle comida a su bebé y para comprar algún libro que le fuera de utilidad. Si planeaba seguir viviendo con Arthit, necesitaría comprender los procesos que se llevaban a cabo al interior de su cuerpo. Si el menor llegaba a tener dudas, él quería saber para poder responderle.
Lo que no pensó, fue que aquellas dudas empezarían a generarse esa misma noche.
— Kong — murmuró la voz del pequeño. Kongpob despertó, somnoliento y siendo abrumado instantáneamente por el aroma dulce del menor. Sus colmillos salieron a relucir involuntariamente. Mierda...
— ¿Qué sucede? — dijo alejándose del cuerpo contrario. Había conseguido a duras penas contenerse durante el último tiempo, sus deseos por morder, marcar y beber del cuello de Arthit se estaban haciendo intolerables. La necesidad le desgarraba por dentro, dejándolo aturdido y asustado cuando nublaba su racionalidad.
Las manos del pequeño se posaron sobre su torso y Kongpob se puso rígido bajo el tacto, el aroma embriagador empezando a propagarse por el aire encerrado del dormitorio.
— Me duele — dijo su bebé. Kongpob encendió la lámpara, notando los ojos cristalizados de Arthit y el puchero que adornaba sus labios.
— ¿Qué te duele?
Consternado, observó cómo el contrario se sonrojaba y bajaba la mirada hacia su entrepierna. Kongpob imitó la acción, por fin entendiendo el problema que estaba inquietando lo.
— ¿No te había pasado antes?
Arthit negó en silencio, avergonzado, todo su rostro adquiriendo un lindo color carmín. Hizo presión con sus manos sobre sus muslos cubiertos, intentando secar el sudor de sus palmas.
Dolía. Se sentía acalorado y dolía. Pero de una forma confusamente placentera. Un calor se asentaba en su estómago cada vez que la ropa rozaba contra su piel. Dios... No sabía qué estaba pasándole. ¿Su Kong sabía? Parecía hacerlo, como si a él también le hubiese ocurrido. Quizás los vampiros y los humanos no eran tan diferentes como los libros decían.
Kongpob sopesó las posibles opciones. Dos, para ser exactos. Sin embargo, no estaba seguro de poder explicarle a Arthit cómo funcionaba el masturbarse, la idea quedando muy alejada en su mente cuando la sola imagen de eso ocurriendo lo estremeció. Su bebé era inocente, no era correcto que hiciera esa clase de cosas, no aún.
Forzándose a ignorar el aroma que desprendía el pequeño y que se hacía cada vez más denso, llegó a la conclusión de que una ducha fría sería lo único capaz de arreglar el problema. Se incorporó, extendiendo una mano hacia Arthit para que éste la tomara, no obstante, tan pronto sus manos se tocaron, Kongpob la apartó.
El menor se sobresaltó ante el abrupto movimiento, siendo carcomido por el temor al ver los ojos rojos del vampiro y los colmillos afilados que vislumbraba por su boca entreabierta. Eso indicaba hambre. Se había vuelto más común los últimos meses. ¿Acaso su Kong estaba alimentándose mal? Tal vez la cacería no iba tan bien como creía.
— Vamos al baño — dijo Kongpob, su voz grave mandando escalofríos por su columna vertebral. El mayor dio media vuelta, dirigiéndose al cuarto de baño e invitando a Arthit a que lo siguiera, él obedeciendo inmediatamente y bajándose del colchón.
Siguió los pasos del vampiro, sin atreverse a hablar. Parecía enojado. Siempre se comportaba así cuando el color de sus iris cambiaban, sólo que nunca había llegado a tal extremo de rechazar su toque.
Cruzaron el umbral de la puerta y Kongpob encendió la luz.
— Te darás una ducha — sentenció, abriendo las cortinas y girando la llave del agua. Arthit frunció el ceño, confundido.
— ¿Una ducha? — El pelinegro asintió — ¿Por qué?
— El agua helada hará que baje.
— ¿Agua helada? — susurró, temblando. No quería bañarse con agua helada. ¡Le daría frío! ¿Y qué tal si se enfermaba? Abultó sus labios con preocupación y tristeza. Realmente no quería esa ducha. Dolería mucho.
— Ven acá, bebé — Arthit respondió al llamado del vampiro, caminando hacia él — Desnúdate.
Se sonrojó, hallando las palabras de cierto modo... agradables de oír. Retiró la parte de arriba de su pijama cuidadosamente por la cabeza, dejando caer la prenda al suelo. Apretó la mandíbula cuando el frío de la noche golpeó en su piel. Él realmente se enfermará. Cuando alzó la mirada, Kongpob tenía los ojos fijos en su cuerpo.
Se sintió vulnerable. Antes no le incomodaba que Kong le viera desnudo, solía ser normal. Ahora ya no lo era tanto. Sobre todo por aquel color rojizo de sus orbes, que pareció adquirir intensidad con el transcurso del tiempo. Sin estar seguro de si debería remover sus pantalones, se quedó quieto por unos segundos, permitiéndole a Kongpob examinar su torso, la piel desnuda, nivea.
Demoró un poco en salir de aquel trance.
— Dúchate — ordenó. El agua estaba corriendo — Te traeré una de las toallas grandes, para que puedas cubrirte entero y te abrigues.
Arthit asintió, medio aturdido por lo golpeado de sus palabras — Gracias — susurró.
El mayor pasó por su lado, procurando que sus brazos ni siquiera se rozaran, y salió del cuarto, cerrando la puerta detrás de sí. Arthit observó la bañera y suspiró.
Bañarse con agua fría definitivamente sería desagradable. Rogó para que eso no tuviera que repetirse, sin saber que desde entonces, su pequeño problema se haría más usual de lo que esperaba.
Kongpob tragó saliva. Su respiración tornándose irregular mientras que sus colmillos no volvían a esconderse. Se relamió los labios al recordar las desnudas clavículas de su pequeño. Y gruñó con enojo hacia sí mismo, cuando el pensamiento que estaba tratando de ignorar, se hizo demasiado claro para él.
El aroma de Arthit era más dulce y más fuerte cuando se hallaba desnudo. Los colmillos afilados pincharon contra su lengua, sedientos y reclamando el cuello del pequeño que, contra sus propios instintos depredadores, deseaba proteger.
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¡Vamp, Kong! [KongpobxArthit]
Vampir"Tus colmillos no son aterradores. ¡Pareces un gatito!" ۩ Todos los créditos a @myonlyway- ۩ ■ Kongpob top & Arthit bottom ■ Cuento con el permiso debido para hacer esta adaptación. ► Link de la historia original: https://my.w.tt/MhL7ndaas7