XXIII

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Maratón [3/5]

El uso del depresor lingual era lo que más odiaba de sus mensuales visitas al doctor. Cuando se percató de que aquel mes ya había asistido a la cita agendada, se preguntó por qué sus padres insistían en llevarlo de nuevo.

¿Acaso era por el tema de sus dientes? Sí le habían estado doliendo muchísimo los últimos días, pero como que... sólo había esperado que se le pasara rápido, para poder fingir que no era un verdadero problema.

El doctor le pidió abrir la boca y su ceño se frunció con disgusto cuando el depresor lingual presionó su lengua, con el distintivo sabor amargo impregnandose en su paladar. Ew...

— ¿Y bien? — May preguntó, con la mirada preocupada buscando la de su hijo — ¿Tiene caries?

— Mi amor, quédate tranquila. Estoy seguro de que Kongpob no tiene nada — la tranquilizó Aim sosteniendo su cintura.

— ¿Cómo estás tan calmado? ¿No ves que las caries son un factor determinante? ¡Si tiene algo, significa que no heredó mi inmunidad!

—  Yo no tengo tu inmunidad y estoy perfectamente bien.

—  ¡No digas eso! Ya sabes lo nerviosa que me pone saber que puedes morir en cualquier minuto...

Kongpob observó a su doctor rodar los ojos frente a la disputa marital de sus padres y soltó una pequeña risa, que sonó más como un jadeo al hallarse con la boca ocupada. Las peleas de sus padres siempre le causaban gracia, pues aparte de que eran inofensivas, también tomaban rumbos un tanto... no relacionados con el tema inicial.

— Si no le hubiéramos dado helado no estaríamos aquí — suspiró May.

— Bueno, tú fuiste la que compró helado en vez de vegetales.

— ¿Quién comería vegetales de postre? No digas tonterías.

A Kongpob, sin embargo, le sorprendía bastante la paciencia que tenía el doctor Adrien para lidiar con sus padres. Solía aspirar una profunda bocanada de aire antes de dirigirse hacia la pareja, con notable impaciencia bullendo por sus poros.

— No son caries — informó, obteniendo la atención de May y Aim en un santiamén. Ante sus expresiones aliviadas, decidió continuar — No obstante, sí está sufriendo de un cambio importante en su desarrollo.

Los ojos de May se ampliaron — ¿Q-Qué significa eso?

¿Me va a crecer otra lengua?, se cuestionó Kongpob, horrorizado. Su padre siempre le decía que le aparecería otra lengua si era muy parlanchín. ¿Acaso él tenía razón?

Con el miedo infantil que albergaba, observó asustado al doctor deslizarse sobre el pulcro suelo hacia su escritorio. En el instante en que un alfiler brilló en su mano, los ojos de Kongpob se abrieron en grande, temiendo que usara aquel objeto en su boca.

En cambio, el doctor Adrien pinchó la yema de su propio dedo con la punta afilada del alfiler, causando que una gota de sangre brotara de la piel. Kongpob no comprendía a qué había venido eso. ¿Por qué se hizo una herida, si se supone que él es quien cura las heridas de otros?

El doctor Adrien, con una expresión calmada y una mirada que destellaba curiosidad, acercó lentamente su índice a la nariz de Kongpob. El pequeño pelinegro retuvo la respiración por un instante, todavía demasiado desconcertado como para saber qué era lo que el doctor intentaba con aquello. No obstante, cuando el aire se volvió necesario y se vio obligado a inhalar, el aroma de sangre fresca ingresó por sus fosas nasales.

Rico, pensó incoherentemente, sobre saltándose cuando un objeto filoso y desconocido pinchó contra su lengua. ¿Y eso? Parpadeó con confusión, aún más extrañado cuando los rostros asombrados de sus padres fueron visibles.

¡Vamp, Kong! [KongpobxArthit]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora