XXIV

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Maratón [4/5]

Inhaló hondo cuando se detuvo frente a la familiar edificación, revisando una vez más su reloj de muñeca, para verificar que no hubiese llegado demasiado tarde. No había sido su plan ser impuntual, no obstante, le había costado hasta la mínima gota de valentía, convencerse sobre salir de su departamento.

La visita de Arthit le había tomado por sorpresa, aún más los motivos por los cuales había regresado. Desde que se impuso a Adrien, días atrás, decidiendo que se marcharía al bosque para buscar al supuesto híbrido, el pelirubio asumió que tardaría meses en verle de nuevo.

Sin embargo, ahora estaba en la ciudad, y no había vuelto solo.

Aunque aún no conocía al híbrido de frente, ser consciente de su presencia en el perímetro, le causaba una irrevocable ansiedad y unas insoportables náuseas. Pues si bien defendía a los vampiros, junto con su asociación, nunca había presenciado uno en vivo y en directo, mucho menos a uno que lo era parcialmente.

La práctica distaba... bastante de la teoría. Cuando aceptó el reunirse con él, no pensó que el miedo que lo albergaría sería de tal magnitud.

Secando el sudor de las palmas de sus manos en la tela de sus pantalones, finalmente se adentró al edificio, el cual habían acordado como punto de reunión para mantener la privacidad del asunto. El bolso cargado sobre su hombro derecho, repleto con los libros escritos por su abuelo, aquellos que contenían los secretos que por tanto tiempo habían yacido ocultos.

Tranquilízate, se arrulló a sí mismo, mientras sus pies daban el siguiente paso. No va a comerte.

O al menos eso espero.

Lo primero que sus ojos vieron al entrar a la habitación fue a Arthit, acompañado por un chico alto y de cabello azabache, que apoyaba su espalda contra la pared y cruzaba los brazos sobre su pecho.

Adrien tragó pesado. De acuerdo. El lado positivo era que no lucía tan aterrador como se lo había imaginado; menos sangre chorreando de sus colmillos, menos garras en sus uñas. Con la poca confianza que estas circunstancias le daban, caminó lentamente a través del cuarto, ignorando los temblores de sus piernas.

Porque no importaba cuánto hubiera tratado de mentalizarse respecto a la situación; tener a Kongpob Suthiluck a menos de cinco metros era... diferente a todo lo que conocía.

En él no existía solamente un híbrido, sino que los estudios exhaustivos que ocuparon el día a día de la vida de su abuelo, el inicio de la organización, y sobre todo, un motivo tras su existencia, uno que desconocía, más que confiaba en que estaba ahí.

— Él es Adrien — dijo Arthit rompiendo el silencio. La mirada oscura del híbrido se posó sobre él y el pelirubio no pudo evitar los escalofríos — Adrien, él es Kongpob.

— U-Un gusto — titubeó. Con una mano extendida para saludarle, el híbrido estrechó la suya. No era frío — Onn me ha hablado mucho sobre ti.

— Lo mismo digo — respondió esbozando una sonrisa afable.

La piel cálida contra el dorso de su mano le hizo estremecer, no solamente por saber que era una característica impropia de un vampiro, sino por el contraste perceptible, entre cómo los hombres describen a los inmortales y la manera en que Kongpob se desenvuelve.

Si tan sólo los de las otras organizaciones pudiesen comprender... que tras las bestias, habían seres capaces de sentir...

— ¿Deberíamos empezar? — propuso Arthit. Adrien apartó su mano de la del híbrido y asintió.

¡Vamp, Kong! [KongpobxArthit]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora