5. Sospecha

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Pasé la noche con Adam, en su suite del Mandarin. Mis padres también
durmieron aquí y nos rencontramos los cuatro para desayunar. Su estancia es corta puesto que deben regresar en el trascurso de la mañana.

«Tenemos que admitir que tienes un verdadero talento para el violín.
Brillabas en el escenario.»

Por poco me ahogo.

¿En verdad mi madre me acaba de decir eso?

– ¿Nunca habían escuchado a su hija tocar, Maggie?, se sorprende Adam.
– Puede ser que un par de veces, en Kelowna pero estábamos muy ocupados con nuestro trabajo.
– Entonces fue una revelación para ustedes.
– Ya me imaginaba que mi hija debía tocar bien para ser admitida en la
Orquesta Filarmónica de Nueva York.

Mis padres están visiblemente felices. Mi madre puede estar tranquila.
Tengo una profesión estable. Mi padre continúa siendo silencioso pero asiente con cada cumplido de mi madre. Y ella está de un humor especialmente parlanchín esta mañana:

– Las personas no dejaban de elogiarte ayer. Cuando supieron que era tu madre, me felicitaron. Pero hubo una mujer en especial.
– ¿Quién, mamá?
– La señora que habló con ustedes antes de que el concierto comenzara.
Parecía que la conocían.

Me estremezco. ¡Lorraine se acercó a mis padres! Adam baja su taza un
poco más ruidosamente.

– ¿Qué les dijo, Maggie?
– Se acercó a nosotros, y nos preguntó nuestra opinión acerca de su
relación. Le respondí que me sorprendió mucho saber que Éléa estaba con un hombre como tú, ¿y sabes qué me contestó?
– ¿Qué?
– Que era mejor que protegiéramos a nuestra hija porque seguramente se
decepcionaría de ti, Adam. Dijo que eras un «Don Juan», si sabes lo que quiero decir.

Ah, Lorraine cambió de juego. ¡En definitiva, está intentado todo!

– Como estoy contenta con su relación y ella me pareció muy antipática, le
dije que se veían muy felices juntos, que confiaba en ustedes y que su relación no era asunto de ella. Y la dejamos ahí, en medio del lugar. ¿No es así, Jeff?
– Y no la volvimos a ver en toda la noche, agrega mi padre.
– ¡Qué vieja tan amargada!

Lo bueno de mi madre, es que es seca con todo el mundo. Sobre todo con
quienes no están de acuerdo con ella.
Lorraine recibió su merecido. El
desayuno se termina en un buen ambiente. Si Adam se enojó por lo que acaba de escuchar, sabe aparentarlo muy bien. Dejamos a mis padres con la promesa de volverlos a ver pronto, como siempre.

Dejo que Adam se vaya a su oficina y yo regreso a mi casa. Sé que Ryan
está ahí, decidió pasar unos días en San Francisco. Adam lo invitó también al Mandarin, pero no se sentía bien sabiendo que Claire se quedaría sola después de lo que sucedió.

Parece que la situación les convino.

Vuelvo a verlos, conversando, uno en el sofá, y la otra en el sillón. Hice
ruido con las llaves en la cerradura para prevenirlos de mi llegada. No quería descubrirlos en una situación… comprometedora.

Sé que esos dos están juntos, es evidente. He visto sus gestos, miradas furtivas, sonrisas de complicidad.

¡No puedo creer que me tomen por tonta!

Decido poner las cartas sobre la mesa, de una vez por todas.

«Por cierto, Ryan, se te olvidó tu sudadera en el sofá el fin de semana
pasado.»

Se hace un silencio incómodo. Le di justo al clavo.

– Mínimo podrías avisarme cuando vengas a San Francisco.
– ¿Pero de qué hablas, Éléa?, me dice Ryan prudentemente, con una voz no muy segura.
– ¡Oh! ¿En serio se creen tan discretos?

TODO POR EL MULTIMILLONARIO & DOMINADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora