Después de algunas semanas lejos de casa Alex volvía, muy feliz, sin haberle dicho nada a nadie sobre su regreso.
Entró lo más lento a su casa para no despertar a nadie, cuando abrió la puerta de su habitación no vio a nadie en ella pero comenzó a sentir un dolor muy fuerte en su cabeza segundos después sintió como sangre goteaba de ella. Gritó quejándose del fuerte dolor y mirando en la dirección de donde pareció venir el golpe. Encontrándose con Lucía quien tenía un bate en sus manos.
-Mierda Lu, esa madre duele bastante.-se quejó mientras tomaba asiento en una esquina de la cama. Tocando con delicadeza su herida.
-¿Alex?, o por Dios, Alex.-su voz tenía un tono entre preocupación y emoción. -¿por que no avisaste que venías?, mierda mira como te deje.-dijo deprisa si el chico no estuviera acostumbrado a escucharla hablar así de rápido quizás no la hubiese entendido. Lucia comenzó a rascarse la cabeza en señal de desesperación.
-Lu, Lu.-la llamó y ella se acercó a la cama. -Tranquila, no fue tan grave sólo cálmate.-pidió.
-¿Quieres que me calme? Mierda Alex si tu cabeza está sangrando, como se supone que reaccione a eso. Estoy...
-Creo que tenemos un botiquín en la cocina.-interrumpió el chico.
-Mierda como no recordé eso. Voy enseguida.-avisó antes de salir de la habitación. Segundos después volvió con el botiquín en brazos. Con calma comenzó a curar la herida de su novio, tratando de no lastimarlo o hacerlo lo menos posible. La sangre parecía haber cesado. -Lo siento, Alex. Es que escuche ruidos abajo y me asuste, pensé que podría ser algún ladrón.-explicó la porrista.
-Lo se, amor. Mínimo me queda claro que sabes defenderte.-comentó entre risas
-Pero te puedo dar la bienvenida como te lo mereces, aprovechemos que tú madre no está.-dijo con una cara pícara.
-Me parece una buena idea.-beso a la chica mientras ambos comenzaban a desvestirse como si las prendas sobre ellos quemaran.